Archivo de agosto 2011

Pedir perdón a los hijos por haberlos educado mal

ESCUELA PARA PADRES

Pedir perdón a los hijos por haberlos educado mal.

  • 101 Ocasiones en las que hay que decir: Hijo, te pido perdón porque te he permitido hacer lo que querías.  

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Cuando los padres piden perdón a los hijos, reciban o no el perdón de ellos, se les abre un mundo mucho mejor y se liberan de las ataduras, que por sus posibles acciones u omisiones, les impiden vivir felices. 

Pedir perdón a los hijos no se hace solamente con palabras, previamente tiene que haber el pleno conocimiento de lo que se ha realizado mal, un fuerte arrepentimiento, un firme propósito de la enmienda y la certeza de poner los medios necesarios, presentes y futuros, para que no vuelva a ocurrir, además de resarcir los posibles daños producidos a los hijos. Qué difícil es pedir perdón a los que hemos ofendido, no importa habernos dado cuenta tarde. 

¡Hijo! Te pedimos que nos perdones porque no supimos educarte bien y a su debido tiempo y ahora estás condenado en la cárcel o en una gravísima situación irreversible. Nos convino creer que tenía que dejarte tomar tus propias decisiones según tu libre albedrío, aunque no te habíamos enseñado a usarlo. 

También debemos pedir perdón a algunos segmentos de la sociedad que por nuestra culpa u omisión, se han desviado del buen camino moral y social y han caído en el infierno en vida de la delincuencia criminal

Si los padres no piden perdón a los hijos, tengan la edad que tengan, sean los que sean los motivos de los problemas o distanciamientos, antiguos o actuales, claros u obscuros, convierte a los padres en víctimas de sus propios actos y les impide cualquier posibilidad de cambio. Es injusto y pernicioso para padres e hijos, utilizar la tendencia de culpar a otros y hacerles responsables por las propias acciones, omisiones, fracasos y frustraciones. 

¡Padres, no tengan miedo, sean valientes! Tengan el orgullo de saber pedir perdón, no duden a enfrentarse y a pedirlo con sinceridad, reconociendo lo verdaderamente mal hecho y evitando caer en ese mecanismo habitual de defenderse, para no aceptar las propias fallas, limitaciones, debilidades y capacidades. 

Qué difícil es querer darse cuenta de haber educado mal o hecho mal a los hijos. Para ello hay que temer una conciencia muy sutil, afinada y comprometida con la verdadera educación familiar. Muchos padres prefieren no escarbar, en la forma como ha educado a sus hijos. Si no averiguan y ahondan en los hechos, creen que serán más felices, pues así no tendrán remordimientos de conciencia. Algunos padres dicen: Allá ellos, los hijos, que se las arreglen como yo me las he arreglado, con las educación que me dieron. 

Pedir perdón a los hijos, no socava la autoridad de los padres, ni significa perder el respeto del hijo. Al contrario, enaltece a los padres y les hace mucho más importantes a la vista de los hijos. Es un ejemplo de humildad, que los hijos pueden aprender para su futuro. Hay que aprender a pedir perdón a los hijos, por mucho que los padres estén acostumbrados a que se lo pidan, incluso cuando son los generadores del problema. Esta demostración de humildad, además tiene que ser incluso interna. Pedirnos perdón a nosotros mismos también, porque no hicimos lo que teníamos que haber hecho, consciente o inconscientemente, ya que de esa decisión salieron o pudieran salir perjudicados los hijos. 

Cuantas veces se les olvida a los padres o no quieren reconocer, que sus malas actuaciones, por activa o por pasiva, son los responsable de la desgraciadas situaciones, por las que tienen que atravesar sus hijos o de las malas y únicas alternativas, que la sociedad les ofrece. 

Los padres no se pueden quejar si los hijos les salen criminales, revoltosos o sinvergüenzas. Es muy posible que estén recogiendo lo que los padres han sembrado, sobre todo, si no les han educado bien. O cuando los hijos se ven obligados, a elegir circular por malos caminos, como única alternativa para salir del infierno de su casa. Los padres muchas veces, no quieren pedir perdón a los hijos, a pesar de haberlos conducido a que tomen desgraciadas soluciones, al haberlos criado en una familia, carente de los principios básicos que deben regirla. 

Es muy fácil echar la culpa a otros, de los males que nos suceden y muy difícil aceptar que esos males, han sido debido a nuestras acciones u omisiones. Desgraciadamente, las consecuencias hay que pagarlas, por no haber obrado diligentemente, como buenos padres de familia o como miembros de la sociedad. 

101 Ocasiones en las que hay que decir: Hijo, te pido perdón porque te he permitido hacer lo que querías:  

A cada una de las siguientes frases deben añadirle: pero no te decía nada, al ver que eras joven y que todos a esa edad habíamos hecho lo mismo o parecido. Pensaba que tenías que aprender a vivir” 

  1. Cuando adquiriste deudas o responsabilidades que pensabas poder pagarlas, aun a sabiendas que era casi imposible que lo hicieras, y yo acudí a pagarlas o solucionarlas en tu nombre, pero…
  2. Cuando ante la familia o los amigos, no cumplías ni con las mínimas normas de la buena educación o buenas maneras sociales, pero…
  3. Cuando aparecían en tu habitación, en tu mochila o en tus bolsillos, cosas que no te pertenecían, o no correspondían a tu edad, pero…
  4. Cuando aun siendo muy joven, me enteré que mantenías un noviazgo con actitudes externas muy deshonestas, pero…
  5. Cuando circulabas a alta velocidad con mi automóvil o con la motocicleta que te había comprado, incluso sin mi permiso, ni el de conducir, pero…
  6. Cuando con mi sobreprotección, excesiva vigilancia y coacción, te sofocaba y coartaba las alas de tu libertad, frenando tu crecimiento, pero…
  7. Cuando con rabietas rompías tus cosas, sabiendo que después te compraríamos otras nuevas, pero…
  8. Cuando contestabas desagradablemente a tus padres y familiares mayores, con insultos, sarcasmos, ironías o empleando malas palabras, pero…
  9. Cuando decías malas palabras que se habían incrustado en tu vocabulario y no te decía nada, pero…
  10. Cuando dejábamos que te alimentaras solamente con lo que tu querías, hasta que llegaste a enfermar de desnutrición, pero…
  11. Cuando el maestro te reñía o ponía malas notas y le amenazabas con decírselos a tus amigos de las pandillas, para que le rompieran el automóvil o pincharan las ruedas, pero…
  12. Cuando en tu presencia, peleaba o discutía con mi cónyuge, pero…
  13. Cuando estabas parte de la noche enganchado en las redes sociales y a la mañana, era muy difícil que coordinaras tus estudios por la falta de descanso nocturno, pero…….
  14. Cuando exclusivamente para que lo vieran los demás, aparentaba amarte y te protegía excesivamente, sofocándote y frenando tu crecimiento y desarrollo, pero…
  15. Cuando faltabas a la escuela y no te reñía o castigaba, pensando que eras joven y que todos a esa edad habíamos hecho lo mismo o parecido. Tenias que aprender a vivir, pero…….
  16. Cuando golpeabas adrede a tus hermanos, a otros niños o jóvenes, incluso a familiares mayores, pero…
  17. Cuando hacías pequeños negocios sucios o medio ilegales y te felicitaba, pues me enorgullecía que tuvieras madera de empresario, pero…
  18. Cuando he usado el pedirte perdón para manipularte o chantajearte, sobre hacer lo que yo quiero, pero…
  19. Cuando imitabas los gestos y lenguajes obscenos de algunos artistas de moda, además de poner sus fotografías en tu habitación, pero…….
  20. Cuando llegabas a casa observamos tus primeras adicciones, debido a que olías a alcohol, tabaco, marihuana u otros signos externos, malos o impropios de tu edad, pero…
  21. Cuando llegabas tarde a casa no te reñía, ni castigaba, pero…….
  22. Cuando llorabas continuamente hasta que conseguías lo que querías, te conviniera o no, pero…
  23. Cuando maltratabas a los animales por sadismo, sin preocuparte por su sufrimiento, pero… 
  24. Cuando manejabas más dinero del que te habíamos dado, pero…….
  25. Cuando mentíamos hasta en tu presencia, dándote mal ejemplo, pero…
  26. Cuando mentías en cosas importantes, como con los objetos y dinero que tenías, donde habías estado, quienes eran tus amigos, etc., pero…….
  27. Cuando mentías sistemáticamente, para obtener lo que querías, para evadirte de tus responsabilidades o para echar la culpa a otros, pero…
  28. Cuando no aprobabas las asignaturas, debido a que no querías estudiar ni aceptar que te ayudaran, pero…….
  29. Cuando no estuve a tu lado, a pesar de que entonces me necesitabas, pero…….
  30. Cuando no evité que te metieras en situaciones extremas, para llamar la atención y por esa falta de límites, tuviste esas consecuencias tan graves para toda la vida, pero…….
  31. Cuando no hacías las tareas de la escuela y te daba una tarjeta, diciendo que habíamos ido al medico, aun siendo mentira, pero…
  32. Cuando no me interesaba por los contactos que tenias en las redes sociales, aun a sabiendas, que posteriormente hacías citas con extraños, pero…
  33. Cuando no nos importaba el no inculcarte, las virtudes y valores humanos necesarios, para tu formación humana, religiosa, familiar y social, pero…….
  34. Cuando no nos querías decir quienes eran tus amigos, para que no pudiéramos hablar con sus padres, pues teníais una doble vida, pero…….
  35. Cuando no permitías que nadie entrara en tu habitación, aunque sospecháramos que allí escondías cosas peligrosas, para tu salud y vida moral y social, pero…….
  36. Cuando no querías escuchar a tus padres y no éramos capaces de convencerte, ni persuadirte para que lo hicieras, pero…….
  37. Cuando no querías escuchar a tus padres, si te recriminaban o aconsejaban, pero…….
  38. Cuando no querías ir a la escuela y permitíamos que te quedaras en casa o que fueras a casa de otro amigo, que tampoco iba a la escuela, pero…….
  39. Cuando no querías ir a la iglesia, ni a formarte religiosamente y lo consentíamos, dejándote hacer todo lo que quisieras, pero…….
  40. Cuando no supimos enseñarte a que distinguieras entre el bien y el mal, quizás porque nadie nos había dicho como hacerlo, y no intentamos aprenderlo, pero
  41. Cuando no supimos, no quisimos o no pudimos comprender, los cambios propios de tu edad y seguíamos tratándote como si no hubieras crecido, pero…….
  42. Cuando no te decíamos nada, al darte arrebatos de cólera y destrozabas todo lo que tenias a mano, pero…
  43. Cuando no te educábamos, pensando que lo malo que hacías era por nuestra culpa, eras incorregible u ocurría por circunstancias inevitables, pero…
  44. Cuando no te llamábamos la atención, permitiéndote hacer lo que quisieras en la casa o sitios públicos, aduciendo que los niños y los jóvenes son así y que hay que dejarles que tengan su espacio de libertad, aunque molesten a los demás, pero…
  45. Cuando no te llevamos a la tienda a devolver o pagar con tus ahorros, los dulces, juguetes u objetos que habías robado, pero…….
  46. Cuando no te poníamos límites a tus malas acciones y te dejábamos hacer lo que te diera la gana, pero…
  47. Cuando no te poníamos límites, de acuerdo con los valores religiosos, morales ni sociales, a tu mal comportamiento, pero…….
  48. Cuando no te visitamos en el hospital, porque habías tenido un accidente al conducir borracho, sin pensar que la culpa había sido nuestra, por consentirte hacerlo, pero…
  49. Cuando no te visitamos en la cárcel porque habías robado, sin pensar que la culpa había sido nuestra, por haberlo pasado por alto la primera vez, pero…
  50. Cuando no tuvimos la paciencia, comprensión, humildad y grandeza de espíritu, para saber que no siempre teníamos razón y no atendíamos a tus razones, olvidándonos, de lo importante que es el dialogo entre padres e hijos y el saberles escuchar, pero…….
  51. Cuando nos enteramos que hacías sexting en el Internet y en las redes sociales, con fotografías tuyas y de tus amigos, pero…….
  52. Cuando nos refugiábamos innecesariamente, en nuestros trabajos o actividades sociales, para aislarnos de nuestra primera obligación, irrenunciable e intransferible de educar a los hijos, dedicándoles el tiempo necesario en las comidas, en las ayudas de las tareas escolares y en los ratos de vivencia familiar, pero…
  53. Cuando ocultaba a mi cónyuge, lo que había observado sobre tu peligroso comportamiento, pero…
  54. Cuando para quitarte de encima y que no nos molestaras, te dábamos para que gastases todo el dinero que querías, acostumbrándote al consumismo, al despilfarro y a no valorar nada, pero…
  55. Cuando para quitarte de encima y sin que lo necesitaras, te comprábamos los últimos juguetes, aparatos electrónicos y ropa, para que presumieras ante tus amigos y otros familiares, pero…
  56. Cuando pedías permiso para ir a dormir a casa de algún amigo, y no nos preocupaba saber dónde, con quién y por qué estabas allí, pero…….
  57. Cuando pedimos perdón a un determinado hijo, pero no lo hacíamos con los otros, ni con mi cónyuge o familiares, pero…
  58. Cuando pegabas, maltratabas, insultabas o hacías bullying a otros compañeros, pero…….
  59. Cuando permitíamos que comieras lo que quisieras, cuando quisieras y donde quisieras, por eso ahora tienes tanto sobrepeso y sus derivados problemas de salud, pero…
  60. Cuando permitíamos que no tomaras las medicinas o hicieras lo que el medico te había ordenado, debido a que no querías hacerlo, pero…
  61. Cuando permitíamos que realizaras ejercicios, actividades o deportes impropios de tu edad o condiciones físicas y mentales, pero…
  62. Cuando permitíamos que te encerraras en tu habitación, ignorando lo que hacías y nunca estuvieras conversando o comiendo con el resto de la familia, pero…
  63. Cuando permitíamos que tus ropas fueran como la de los pandilleros y llevaras sus signos externos, marcando esa imagen en la escuela, en la familia y con los amigos, pero…
  64. Cuando quisimos educarte de la misma forma, que nos educaron a nosotros, sin tener en cuenta los muchos cambios que ha habido en la sociedad y que deberíamos habernos actualizado, sin perder los principios básicos de la práctica de las virtudes y valores humanos, pero…….
  65. Cuando sabiendo que no estabas bien educado, preferimos mirar para otro lado y no tuve inconveniente, incluso por satisfacción propia, a que te marcharas de la casa familiar a estudiar o a trabajar, aun a sabiendas que fracasarías, pues no estabas enseñado a luchar, ya que te había criado entre algodones o consintiendo que hicieras lo que querías, pero…
  66. Cuando salías con aquellos amigos que llevaban una mala vida, dando mal ejemplo a tus hermanos y quitando la buena imagen de tu familia, pero…
  67. Cuando salías de casa con grandes escotes, pequeñas minifaldas y vestidos deshonestos, y no te decía nada, porque pensaba que eras joven y que todas a esa edad hacían lo mismo y no queríamos que desentonaras, pero…
  68. Cuando sistemáticamente desobedecías y en todo hacías lo contrario de lo que te decíamos, pero…
  69. Cuando te burlabas de otras personas, niños o adultos, porque tenían defectos o eran más débiles que tu, pero
  70. Cuando te castigamos sin tener razón, ya que no habíamos  comprendido bien los motivos de tu falta, ni escuchado atentamente lo que nos decías. Nos habíamos dejado llevar por la indignación y no por la inteligencia, ni la justicia, pero…
  71. Cuando te comportabas de forma agresiva, impulsiva y violenta con tus hermanos, familiares y amigos, pero…
  72. Cuando te consentíamos que hicieras exhibiciones o actividades de alto riesgo, ante tus amigos o familiares, para contrarrestar tu complejo de inferioridad, pero
  73. Cuando te consentíamos que trataras mal a tus abuelos y a otros familiares o amigos mayores, a los que debías respeto, pero…
  74. Cuando te convertiste en vigoréxico por tu mala alimentación, excesivo tiempo en el gimnasio y abandono de tus obligaciones escolares, pero…
  75. Cuando te dábamos demasiada libertad, sin ningún control y que siempre terminaba en libertinaje, pero…
  76. Cuando te dábamos mal ejemplo con nuestro fatal comportamiento en casa y fuera de ella, pero…
  77. Cuando te educamos en un total analfabetismo religioso, similar o rayando en que fueras ateo o agnóstico, pretendiendo que tuvieras una conciencia infantil y sin madurar en las prácticas religiosas, familiares y sociales, pero…
  78. Cuando te encerrabas en tu habitación, con aquellos amigos o amigas raras y no nos preocupábamos de saber lo que hacíais, pero…
  79. Cuando te encontrábamos cosas peligrosas en tu habitación, y decías que se las estabas guardando a un amigo, pero…
  80. Cuando te escatimábamos los más indispensables gastos, para tus materiales escolares y formación, alegando que no teníamos dinero, mientras lo derrochábamos con amigos, en comidas, bebidas, espectáculos y otras adicciones, pero…
  81. Cuando te facilitamos las recompensas, sin que hubieras hecho ningún esfuerzo, pero…
  82. Cuando te he hablado con excesiva dureza, imponiendo mi autoridad, por encima de todo, sin mirar si yo tenia o no la razón, pero…
  83. Cuando te hiciste tatuajes, piercing y otras marcas en tu cuerpo, pero…
  84. Cuando te levantábamos el castigo impuesto o no te ponía ninguno, porque eso alteraría nuestros horarios personales o sociales, pero…
  85. Cuando te llenaste de deudas y tuvimos que declararnos en quiebra, porque no te habíamos enseñado los básicos principios de los ingresos, gastos y ahorros, pero…
  86. Cuando te llevábamos a sitios de personas mayores, para iniciarte en acciones inmorales, pero…
  87. Cuando te llevé a una escuela de alumnos perdedores, que tenía fatales referencias académicas, morales y sociales. Pero era más cómodo para nosotros, no cambiarnos de casa y tener otra escuela mejor, pero…
  88. Cuando te mentíamos para tenerte engañado o para que no te enfadaras, pero
  89. Cuando te metiste en problemas con la policía y te solucionamos la situación, evitándote que sufrieras las consecuencia de tus actos voluntarios, en vez de apoyarte y ayudarte a reconocer y resolver tus errores, pero…
  90. Cuando te mostrabas continuamente de forma maleducada, delante de la familia, amistades y en sociedad, justificándote y no reprendiéndote, pero…
  91. Cuando te peleabas con tus hermanos, abusando de tu edad y fortaleza y no te decíamos nada, pero…….
  92. Cuando te permitíamos tener en tu habitación, la televisión, el Internet y el teléfono, sin querer tener ningún conocimiento de lo que estabas viendo o hablando, pero…
  93. Cuando te pusiste obeso porque no tomabas un desayuno, ni almuerzo balanceado con fruta, cereales, leche, proteínas, vegetales y carbohidratos de calidad  y solamente tomabas, pastelería industrial, pizza, salchichas, patatas fritas, refrescos edulcorados y con cafeína, etc., pero…
  94. Cuando te reprendía o castigaba el maestro y nosotros íbamos a enfrentarnos con él y a reclamarle, por haberte reñido, poniéndonos siempre de tu parte, y a ti no te reprochábamos nada, pero…
  95. Cuando te sobreprotegíamos para que no tuvieras problemas, haciendo nosotros las cosas que tu deberías haber hecho, para que hubieras aprendido a ser un adulto, pero…
  96. Cuando te sobreprotegíamos y no te poníamos límites ni normas, para nada relacionado con tu educación, ni la convivencia en la familia, ni en la sociedad, pero…
  97. Cuando te tratábamos con violencia física o verbal, lo que hizo cambiar tu carácter y volverte más agresivo y desconfiado, pero…
  98. Cuando tenias un empleo y aunque lo necesitáramos, no aportabas nada de tus ingresos, para sufragar parte de los gastos de la casa, pero…
  99. Cuando tirabas la basura por la calle, sin ninguna conciencia ciudadana, ni de educación medioambiental, porque hacías lo mismo que nosotros, pero…
  100. Cuando veías, leías o escuchabas músicas, inapropiadas y peligrosas para tu edad, pero…
  101. Cuando vivías envilecidamente, sin moral ni principios y sin cumplir con los 10 Mandamientos de la Ley de Dios, en un puro autoengaño, pero… 

¡Padres! El análisis de estas 101 situaciones, les puede ayudar a comprobar lo que están haciendo bien, lo que están haciendo mal, lo que no están haciendo y lo que deberían mejorar, en relación con la educación de sus hijos. Así podrán tomar la decisión, de continuar haciendo lo que están haciendo o de enmendarlo, para conseguir una mejor educación de sus hijos y cumplir con la responsabilidad de Vds. y de sus hijos. Si lo hacen, al final ambos saldrán ganando y mucho más unidos. 

¡Padres! Aprendan a educarse Vds. los primeros. Tienen que ser muy buenos alumnos de la educación para poderla enseñar posteriormente a sus hijos. Nadie nace sabiendo, y mucho menos las asignaturas imprescindibles para dar una buena educación a los hijos, como son las virtudes y valores humanos. Pedir perdón, solamente es el primer paso de enmendar los errores cometidos.

Los padres que no piden perdón a los hijos, cuando deberían hacerlo, se suelen encontrar con una gran angustia, motivada por lo que han hecho o por lo que deberían haber hecho y no lo hicieron. El no pedir perdón, suele producir a las personas, enfermedades mentales y emocionales, hasta deprimirlas y volverlas neuróticas, sicóticas, sicópatas, etc. Máxime si esa dejadez, es el origen de problemas graves, en los que estén metidos los hijos. 

Los padres no deben buscar, fuera de sus propias actitudes personales, la explicación a los problemas, fracasos, frustraciones y circunstancias adversas de los hijos. No pueden alegar que ellos educan, como lo hace la sociedad actual o como les educaron a ellos. Eso es buscar chivos expiatorios o factores externos a los que culpar, por las propias acciones. No deben argumentar, que como ellos han sufrido una mala educación, que la sufran otros también, y que como nadie nos ha pedido perdón, por habernos educado mal, nosotros tampoco pedimos perdón a nadie y menos a nuestros hijos. Esto es ser vengativos, egoístas y fracasados, al devolver ojo por ojo, incluso a las personas que más deberíamos querer. 

Los padres que tienen la actitud, de negar su propia responsabilidad educativa, viven encerrados egoístamente, en la propia autosatisfacción del beneficio y gratificación personal, sin tener en cuenta, que se dañan a sí mismo con heridas morales y emocionales, todavía más dolorosas que las físicas. Heridas que van empeorando con el tiempo, especialmente cuando las atesoran, las esconden y no las curan con arrepentimiento, el cual debe estar complementado, con el propósito de la enmienda y la decisión de pedir perdón y perdonar. 

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El embarazo voluntario de las adolescentes, utilizado para escapar de la violencia familiar

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 El embarazo voluntario de las adolescentes, utilizado para escapar de la violencia familiar

 2,734 Palabras Tiempo de lectura 10:00 minutos

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La violencia familiar puede ser física o psíquica, producida entre los padres, o de los padres contra los hijos, de los hermanos contra los hermanos o todos contra todos, es uno de los orígenes de gran número de embarazos entre las adolescentes. Cuando la violencia está incrustada en la familia, también suelen estar las adicciones y las infidelidades. Por esas razones, los hijos suelen intentar marcharse de la casa, aunque sean menores de edad o no tengan donde ir. Los padres tienen legalmente el derecho de retenerlos en ese infierno, ejerciendo la patria potestad hasta los 18 años o hasta que consigan la emancipación legal. 

Los hijos menores de edad, necesitan el permiso de sus padres, para abandonar la casa familia y contraer matrimonio, si los padres no se lo otorgan, los hijos pueden solicitarlo a los jueces para que se lo concedan, en función de las circunstancias que concurran, en cada caso y las leyes que haya en cada país, estado o ciudad. Una de las circunstancias que más aducen las adolescentes ante los jueces, es que están embarazadas y quieren casarse con el supuesto padre biológico. Estas situaciones deben consultarlas exclusivamente, con los abogados especializados, que son los encargados de recurrir ante la justicia, para hacer valer las leyes. En cada caso particular, aplican las leyes de que podrán emanciparse y contraer matrimonio, las mujeres que tengan edades superiores a los 14 años y 16 años para los varones, aunque está demostrado, que todavía no tienen la madurez suficiente, física, ni mental, para tomar esa decisión. Aunque puedan declarar el nacimiento de sus hijos, recién nacidos ante el Registro Civil, sin que medie autorización de sus progenitores, representantes o responsables. 

Para salir del infierno en vida de la violencia familiar, las hijas, algunas veces, utilizan el recurso de buscar un novio, para quedarse embarazadas, y así poder solicitar ante un juez, el permiso para abandonar la casa paterna, pues sin una orden judicial, no pueden ni casarse, ni abandonar la casa familiar. Para conseguir la orden judicial, tienen que demostrar que están embarazadas y que pueden vivir por su cuenta, o que van a casarse con el supuesto padre biológico, si es que éste accede a casarse. 

No piensan que casi siempre es “saltar de la sartén al fuego”, pues esos embarazos premeditados, con el consentimiento o sin él, del posible padre biológico, tienen muchas probabilidades de que éste desaparezca o no se responsabilice de la criatura que va a venir, a no ser que también se le exijan responsabilidades judiciales de manutención. Es egoísmo y manipulación, que siempre termina mal. 

El analfabetismo religioso, la infancia espiritual, la falta de principios morales, la mala educación, familiar, escolar y social recibida, el mal ejemplo de los padres, las costumbres asentadas en determinados grupos sociales, la pobreza, los malos ejemplos de personajes célebres, los medios de comunicación, la inestabilidad familiar de los padres, relacionada con los múltiples divorcios, parejas de hecho, familias monoparentales, etc. son los principales factores que fomentan la violencia familiar y por ende, las consecuencias que lleva adosadas. Este analfabetismo religioso, la mayoría de las veces, está fomentado desde las propias familias y hacia las familias, por las mismas instituciones políticas, económicas y sociales. 

!Padres! Con esa violencia familiar y la mala educación ofrecida a los hijos, están originando o forzando a que su hija adolescente, tome esa desgraciada solución, de buscar un embarazo a destiempo, sin amor, sin responsabilidad y sin conocimientos, que destroce para siempre su vida y la de su futuro hijo, para salir del infierno de su familia. Examinen con profundidad, si están cuidando la calidad de vida dentro de su familia, no la conviertan en un infierno para sus hijos. 

Hace años, algunas hijas adolescentes, huían de sus casas tras un hombre, por amor o por evitar estar encerradas o pisoteadas en su dignidad humana. Han pasado muchos siglos y las cosas, siguen igual en algunas familias. Padres, traten de que sus hijos sean felices al ofrecerles el refugio y centro educacional, que tiene que ser una familia. Con esa violencia familiar, los padres pueden ser los responsables de que sus hijos, primero, deserten de los estudios, después, se integren en las bandas delictivas, y en el camino tengan relaciones sexuales fuera del matrimonio, que terminen en embarazos no deseados, con todas las consecuencias de abortos, madres o padres solteros, rupturas familiares, enfermedades contagiosas, etc. 

El hecho de vivir bajo la violencia familiar, induce a las hijas a buscar a un mercenario sexual, para padre biológico de su embarazo. Cómo va a ser eso amor, lo que saque a la hija adolescente, de vivir bajo la violencia que producen sus padres. El amor no es una conquista, sino un descubrimiento. Se ama al otro, en la medida que se sigue buscando y descubriendo motivos para amarlo. El amor es un sentimiento, pero también es una opción. Es la decisión de ser un buen prójimo y no pasar al lado de las necesidades del otro, sin importar tener que ensuciarse, ni dar el tiempo, ni el talento, ni el tesoro propio. El amor no es poesía, ni son palabras o regalos, el amor es el día a día, es paciencia mezclada con comprensión, es capacidad para esperar, es poner lo mejor de cada uno, es pensar en el bien de todos, es interés sincero por el otro, es saber escuchar, es dedicación, es acompañar aunque dé la sensación de estar perdiendo el tiempo, es cuidar, es saber exigir sin dejar de motivar, es rezar los unos por los otros, es, en definitiva, estar dispuesto a dar la vida por el otro. 

Uno de los principales problemas asentado en algunos grupos sociales marginales, es la violencia familiar, motivada entre otras cosas, por la falta de educación en las virtudes y valores humanos, de los padres y de los hijos. Y una de las muchas y muy graves consecuencias de la violencia familiar, es la enorme cantidad de embarazos de adolescentes, muchas veces, buscado expresamente por las adolescentes, que sufren esta violencia familiar. Gravísimo problema que contamina, tanto a la futura madre, como la mayoría de las veces al engañado, sorprendido y utilizado padre biológico, y todos los familiares relacionados. 

Las madres solteras y las familias monoparentales,  son una desgracia para ellas y para la sociedad. Cuantas veces se les olvida a los padres o no quieren reconocer, que su hija se convirtió en madre soltera, debido a la violencia que ellos ejercieron en la familia. Ellos son los responsable, de la desgraciada situación que su hija eligió o que fue obligada a elegir, para salir del infierno de su casa. Cuántas veces tendrían que pedir perdón, los padres a los hijos, por haberlos conducido a que tomen esas desgraciadas soluciones, por haberse criado en una familia carente de los principios básicos que deben regirla. Ese pedir perdón, solamente se puede hacer, si previamente hay un pleno conocimiento de lo realizado, un fuerte arrepentimiento, un firme propósito de la enmienda y la certeza de poner los medios, para que no vuelva a ocurrir, además de resarcir los daños producidos a los hijos. 

La violencia familiar, protagonizada por los padres, desgraciadamente puede obligar a esas adolescentes, a buscar con premeditación y alevosía su embarazo, creyendo que es la única solución para salir de la miseria económica, física y emocional, están destruyendo sus vidas y las de todos los de alrededor, incluyendo la del niño que va a nacer, si es que nace y no  abortan y que en el mejor de los casos, crecerá casi siempre en una familia disfuncional, casi siempre igual de la que, la adolescente ha tenido que huir y que tendrá como escenario de nuevo: Una nueva familia rota, la violencia, la deserción escolar, la pobreza, la violencia familiar, la adicción a las drogas legales o ilegales, el hacinamiento, la falta de autoridad, el desorden, etc. Ese círculo vicioso, del que se entra fácilmente y casi nunca se sale, lo demuestran las estadísticas. 

Al huir de la violencia familiar, los hijos se suelen refugiar en llevar vidas licenciosas, practicando lo que está a la orden del día, como es el uso de los anticonceptivos, los abortos y las píldoras del día después. Incluso los cambios de pareja, hasta que encuentran algún posible padre biológico, que muchas veces no se entera de donde se ha metido. Creen esos adolescentes, que ese libertinaje, es un juego que no trae malas consecuencias personales, ni sociales, y que con un aborto, todo se termina. 

Algunas adolescentes sometidas a la violencia familiar, suelen encontrar normal los embarazos juveniles, debido a que también sus abuelos, padres, tías, hermanas, vecinas, amigas, etc. sufrieron la violencia familiar de la misma manera y buscaron la solución en los embarazos adolescentes, pues tampoco tenían o lo perdieron, la educación en el concepto moral de la vida. 

Es posible que sus padres tampoco hayan recibido una buena educación familiar, religiosa, moral, fisiológica, etc., por lo que no han tenido los motivos, la voluntad, la religión o el conocimiento suficiente, para mantenerse vírgenes hasta el matrimonio. 

Cuando hay violencia familiar, a los hijos se les quitan las ganas o motivaciones para asistir a la escuela, puesto que además esa violencia, suele conllevar un descontrol de la educación familiar. Ante esos condicionantes, no es de extrañar que deserten de la escuela, a la primera de cambio. Lógicamente al desertar de la escuela, se encuentran que tienen demasiado tiempo libre, mucha facilidad para emplearlo en lo que quieran, sin ningún control, pero normalmente, con el inconveniente de muy poco dinero para gastar. Esto origina que estén abiertos a hacer cualquier trabajo, legal o ilegal, para cubrir los gastos de estar tanto tiempo en la calle.

Estando en la pubertad o adolescencia, embarazadas o no, sin suficientes estudios, formación, ni experiencia, nadie les va a contratar para trabajar en ningún sitio, puesto que no sirven para trabajar, por lo que no pueden acceder, ni a los trabajos de los salarios mínimos. Tienen que vivir de lo que puedan ganar en las actividades que encuentre, sean buenas o malas. Indefectiblemente, pronto se darán cuenta, que no pueden vivir independientemente, máxime con las nuevas obligaciones que lleva su embarazo y el bombardeo de la publicidad, de las cosas buenas que podrían conseguir si tuvieran dinero. 

Al abandonar la casa familiar, porque no pueden resistir más la violencia imperante, tienen que buscar alguna salida a su situación y esa solución, pasa por encontrarse con algún otro desesperado, normalmente de los que tienen muchas horas libres, porque tampoco asiste a la escuela, anda por los mismos lugares y tiene los mismos estilos de vida, le embarace y quiera casarse o convivir con ella y de su futuro hijo. Esto lo suelen conseguir premeditadamente y como única salida, a la situación de violencia familiar. 

Cuando el supuesto padre biológico, se entera de su posible e irresponsable paternidad, lo primero que suelen hacer es ponerla en duda, acusar a su novia gravemente y después desaparecer, antes de que nazca el hijo, para evitar las pruebas de ADN o nada más nacer, para evadir los posibles pagos de manutención. Muy pocos de esos jóvenes, aceptan las consecuencias de los actos realizados, entre otras cosas, debido a su escasa o nula formación religiosa y social. 

Las que huyen de la casa familiar y se quedan embarazadas como madres solteras, tienen que tener mucha entereza, para no caer en la rueda de conseguir embarazarse de otro posible novio. Y así sucesivamente, hasta que consiguen encontrar a uno que acepte la paternidad de su probable hijo y la de los otros, que la madre tenga. A veces tiene la idea equivocada de que ya con el hijo, la relación con el padre biológico, será más estable, pero no se dan cuenta, que esos tipos de padres se van, huyen de la responsabilidad, inmediatamente de que se enteran de que ellos han sido los causantes o acusados, del embarazo. 

Hay estadísticas aterradoras, clasificadas por ciudades, edades, razas, grupos sociales, culturas, edades, etc. que demuestran, que la violencia familiar indefectiblemente, lleva al abandono de la casa familiar, a la deserción escolar, a los embarazos de adolescentes, a las madres con varios hijos y con diferentes padres biológicos, de esas criaturas, pero que al final viven solas con los hijos, pues nadie quiere cargar con la prole de otros padres. La única solución para mantenerse, suele ser vivir de los programas de caridad pública. 

Si esos padres violentos, se dieran cuenta de las desgracias que producen en sus hijos, tendrían que pedirles perdón de rodillas. Pero no seria suficiente, si junto al perdón no hubiera un firme propósito de arrepentimiento, un fuerte propósito de enmendar su comportamiento y una forma concreta, de resarcirles el daño que les han producido, irreversible y para siempre. No son suficientes unas buenas palabras de arrepentimiento. 

Las adolescentes embarazadas, además de enfrentarse a la misma situación que cualquier otra mujer embarazada, sufren una mayor desprotección social y económica, teniendo  que aguantar, muchas más y mayores preocupaciones sobre su salud y la de su hijo, de manera especial, en países con escasa atención médica y nula protección social, para la adolescente embarazada. 

Si los padres no ponen solución a la violencia familiar, existen muy pocas posibilidades de que los hijos, no se vayan de la casa o se busquen otro concepto de familia, la cual casi siempre, son las gangas o pandillas. En algunos segmentos de población y comunidades, hay un fuerte estigma social de los embarazos de adolescentes, fuera del matrimonio. 

Algunos padres, a pesar de ser muy violentos, aseguran con mucha frecuencia que en su casa no hay violencia familiar y que por lo tanto, sus hijas adolescentes, no tienen que recurrir al embarazo para salir de la crisis. Por ser los causantes de esa violencia ni quieren, ni saben, ni pueden educar a sus hijos, pues ofrecen un ejemplo nefasto. 

La mayoría de las hijas adolescentes que quedan embarazadas, provienen de hogares disfuncionales y muchas veces, inician las relaciones sexuales a edad muy temprana, porque están buscando amor, cariño, atención que en casa no tienen. Creen que es verdad lo que su «novio» les dice, sobre que las ama. Pero no entienden que lo que esos novios fortuitos quieren, es poder tener relaciones sexuales con ellas y que para evitar problemas, usen preservativos o métodos que les garanticen la esterilidad. Solamente las aman si son estériles, para no dejarles problemas, nada de amor, con entrega incondicional. 

La mayoría de los embarazos de adolescentes, son debido a que ni ellas ni ellos, tienen una buena formación moral y creen que pueden hacer lo que les de la gana con su cuerpo, porque son libres de hacer lo que quieran. Eso se lo enseñan, continuamente, en la familia y en la sociedad. Una libertad mal entendida, donde la moral no aparece en la educación. Solamente el hacer lo que quieran, cuando quiera, con quien quiera y cuantas veces quiera. Nadie les habla de las obligaciones con su propia persona, todos les hablan de los derechos que tienen sobre su cuerpo. 

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Padres, sepan escuchar a sus hijos

ESCUELA PARA PADRES 

Padres, sepan escuchar a sus hijos 

  • 18 Conceptos para escuchar bien a los hijos
  • 15 Reglas para mejorar el saber escuchar a los hijos
  • 10 Aspectos que facilitan la oportunidad de escuchar
  • 10 Ejercicios para aumentar la capacidad de escuchar a los hijos
  • 22 Sentencias sobre escuchar bien a los hijos  

4,214 Palabras Tiempo de lectura 15:00 minutos 

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Padres, escuchen a sus hijos. Los hijos continuamente están mandando mensajes de que quieren y necesitan ser escuchados, no sólo ser oídos. Mensajes que suelen ser enviados con el lenguaje corporal, con su comportamiento bueno o malo, utilizando a otros integrantes de la familia, etc. Piden continuamente un tiempo íntimo para poder preguntar, pues tienen demasiadas cosas para decir. Cuando los padres no les conceden ese tiempo, aunque desgraciadamente sea algunas veces muy corto, se encierran en si mismos y ya no quieren saber nada de abrir su boca, para explicar sus inquietudes. Posteriormente vienen los lamentos de los padres, aduciendo que sus hijos no son comunicativos, pero no se habían dado cuenta, de que llevaban mucho tiempo pidiendo unas migajas de convivencia con sus padres, para que les escuchen. 

Padres, estén muy atentos a cualquier señal, por muy pequeña que sea, que sus hijos quieren ser escuchados. Ofrézcanles todo el tiempo de calidad que puedan darles, para poder escucharles bien, con atención, sin prisas, ni agobios. El tiempo de calidad no es completo, si no está acompañado de unos buenos espacios para escuchar. Llevarles al cine o, al campo de fútbol, etc. lleno de ruido y con la atención puesta en lo que sucede externamente, está muy bien, pero no es lo mismo, que estar en un sitio privado de la casa, llevarles a un restaurante o a pasear al campo, para poder escucharles con detenimiento, pues escucharles es mucho mas, que simplemente oírles teniendo la cabeza puesta en otra cosa. Solamente después de escucharles con atención de mente y cuerpo, es decir con los cinco sentidos muy alertas, se puede empezar un buen dialogo.

Está muy bien que los padres salgan con sus hijos a pasear, al cine, al restaurante, al campo de fútbol, a pescar, etc. pero si no aprovechan los tiempos de soledad e intimidad con los hijos, para escucharles, están cumpliendo solamente una pequeña parte de lo que debe ser la educación integral de los hijos. Esta educación pasa por tiempos de confianza y apertura para escucharles y poder saber que es lo que quieren, lo que no quieren, sus angustias, sus alegrías, sus amores, sus problemas, sus esperanzas, sus inquietudes, sus dudas y un largo etc.

Los padres tienen que emplear las técnicas adecuadas, para fomentar la escucha, para que se dispare el gatillo de los hijos y que empiecen a hablar. A cualquier edad, los hijos tienen muchas cosas para decir y muy pocas personas adecuadas, a quienes decírselas y que quieran escucharlas. Los padres tienen que intentar que los hijos, no busquen sustitutos inadecuados, para que les escuchen. Tienen que estar en primera fila, para cuando les necesiten, pero mucho mejor sería, que fuera antes de que los necesiten.

Para los padres, muchas veces, ponerse a escuchar, es un verdadero acto de valentía, pues saben de antemano, que lo que seguramente escucharán, les va disgustar, a arañar sus entrañas, pues vendrá de quienes más quieren. Pero escuchar a los hijos, es un acto de valentía irrenunciable. Enfrentarse a la realidad, por muy cruda que sea. No escuchar es un acto de traición a sus hijos, pues si escuchan a los hijos, tienen la posibilidad de solucionarles los problemas, o al menos ayudarles a clarificar sus ideas.

Las redes sociales, suelen sustituir a los padres que no escuchan, algunos hijos, que no tienen quien les escuche, prefieren contar sus solitarias penas en las redes sociales, donde están convencidos que alguien les escucha, aun a sabiendas que pueden caer en manos de los depredadores para pervertirles. Esto pasa muchas veces, incluso estando cerca de los padres, que no les quieren escuchar, cuando les gritan su soledad o angustia. También optan por decírselas a sus amigos, sean estos buenos o malos, pues tienen que encontrar a alguien que les escuche.

Escuchar a los hijos, no es lo mismo que hablar a los hijos, cada cosa tiene su momento adecuado, para que no termine el hablar, sin escuchar, en un monólogo de los padres, echándoles una pesada bronca.

18 Conceptos para escuchar bien a los hijos:

  1. Comunicar a los hijos que los padres, a todas horas y bajo cualquier circunstancia, siempre quieren y están dispuestos a escucharles y de forma muy positiva, para que se produzca un verdadero intercambio de sentimientos y no de interrogatorios o monosílabos, que la mayoría de las veces quieren decir, “déjame en paz y cállate”.
  2. Hacerles participes en los temas familiares, de las alegrías, penas, discusiones, objetivos, planes, presupuestos, situación económica, etc. Esto les acostumbrará a ir dando sus opiniones, a ser cada vez más abiertos a darlas, y a los padres a tener que escucharles por haberles preguntado.
  3. Demostrarles confianza al pedirles su opinión, y si es conveniente delegarles responsabilidades y decisiones, procedentes de sus opiniones.
  4. Contarles cómo nos sentimos ante determinadas situaciones, en las que ellos estén implicados o no, para que vean que no es difícil expresar los sentimientos, opiniones, alegrías, cansancios y dificultades y que se adquiere una gran paz interior, cuando se comparten las cosas a su debido tiempo, circunstancias y personas.
  5. Hablarles de que todos queremos ser escuchados, pero sin tener que ser juzgados y sentenciados continuamente, por nuestros actos u opiniones. Si los hijos tienen bien claro, que les vamos a escuchar sin juzgar, seguramente estarán más dispuestos a hablar, que a quedarse callados. Los padres deben fomentar estas situaciones, para escucharles con mucha atención. Es muy bueno empezar desde pequeños, con temas a su alcance mental, para crear costumbre.
  6. Ponerles más atención cuando hay algún problema grave, que pueda ser por un mal comportamiento de los hijos, por un problema de los padres o de la familia en conjunto. Hay que escucharles muy atentamente, lo que quieren decir y cómo lo quieren decir.
  7. No retrasarse en preguntar lo que haya que preguntar, aunque no quiera escuchar lo que supuestamente va a escuchar. Es preferible ser un padre que escucha, aunque duela, a ser un padre que ignora.
  8. Exija escuchar las explicaciones que los hijos deban darle, quieran o no quieran, les guste o no les guste hacerlo. La autoridad paternal en materia familiar, moral y social, no debe ser disminuida, excluida, anulada ni abolida bajo ningún concepto y mucho menos, en función de lo que los padres tienen y deben escuchar.
  9. Escuchen los cónyuges a los hijos, por separado o unidos, con la misma línea de amor y de exigencia hacia ellos, principalmente en las normas transcendentales de obligado cumplimiento personal, familiar, moral y social.
  10. Escuchen bien a los hijos, pero tengan mucho cuidado, si los hijos les tienden la trampa de “divide y vencerás” o si ya conocen los puntos flacos de cada uno de los cónyuges, y siempre se dirigen hacia el más débil, para conseguir lo que con el otro cónyuge, no conseguirían. Si fuera necesario, escuchen como hacen los policías, haciendo uno de bueno y otro de malo, pero siempre unidos, por el bien de los hijos.
  11. No tengan miedo de escuchar a sus hijos lo que tengan que decirles, pues como padres, tienen que estar a las duras y a las maduras. No hay nada entre padres e hijos, que con buena voluntad no pueda solucionarse. Las causas de los miedos y sus efectos devastadores, suelen ser productos de las dudas, justificadas o no. Pero los miedos la mayoría de las veces desaparecen, cuando se saben los verdaderos motivos que los han causado.
  12. Dialogar con el lenguaje del silencio, suele ser muy efectivo. Muchas veces es necesario escuchar, sin hablar, ni una sola palabra, dejando paso a que los hijos se expliquen o desahoguen, sin interrumpirles en lo más mínimo. No se preocupen si los hijos empiezan con un monólogo, poco a poco irán abriéndose cada vez más, al pedir ellos mismos respuestas a sus preguntas.
  13. Tengan en cuenta que las palabras dichas de más, enredan las que se han dicho justas, y las dichas de menos, confunden con lo que falta por decir.
  14. Olvídense del orgullo equivocado, que no sirve nada más, que para crear o mantener enconos, pues los oídos de los padres, se han hecho para entender con amor y son la puerta de los grandes abrazos.
  15. Tienen que aprender a perder un poco para ganar un mucho, aunque nada más oiga medias respuestas.
  16. El secreto de saber escuchar bien, sirve para saber hablar bien.
  17. Por muy amargo que sea el tener que escuchar, la clase de veneno que han elegido para suicidarse, poco a poco o muy deprisa, siempre se les podrá dar soluciones u opciones, para salir de los infiernos, que producen determinadas adicciones.
  18. Si el tema que escuchan requiere una respuesta inmediata, y si esta es muy grave o difícil, no duden en pedir un aplazamiento para estudiarla, consultarla y armarla antes de decirla. Si la dicen con precipitación, a lo peor ya no tiene remedio y se convierten en “esclavos de sus palabras y no, en dueños de sus silencios”

El lenguaje corporal de los hijos puede ser contradictorio, afirmativo o complementario de lo hablado, por lo cual los padres, para interpretar muy bien lo que les quieren decir, deben estar muy atentos cuando escuchan a sus hijos y entonces, para poder escucharles bien, aplicar las mejores técnicas que hayan entrenado. Una buena forma de demostrar los padres, que están escuchando a sus hijos, es hacerles preguntas cruzadas o de final abierto, que eviten los monosílabos de sí y de no en las respuestas, y esto solamente se consigue con mucha práctica.

Para poder escuchar bien y que haya un dialogo profundo y bien dirigido, tiene que construirse una buena disposición por ambas partes. Los padres tienen que demostrar con hechos, que están dispuestos a escuchar y los hijos tienen que estar motivados para hablar. Es todo un arte, que hay que dominarlo con inteligencia y mucho amor por ambas partes.

Escuchar es tan o más importante que hablar, pues algunas veces solamente escuchamos lo que queremos oír, sobre todo si tenemos prejuicios o ideas prejuzgadas o premeditadas.

Escuchar es muy diferente que oír, pues escuchar es cuando se ponen los cinco sentidos en hacerlo, poniendo el corazón en ello y empleando la atención, los sentimientos, la comprensión, etc. Escuchando se aprende mucho, pero también fatiga y consume muchas energías. Si no, que se lo pregunten a los profesionales que se pasan una gran parte del día escuchando, como los sacerdotes, pastores, rabinos, imanes, tutores, médicos, maestros, sicólogos, policías, abogados, etc. Oír es solamente percibir sonidos. Hay muchos profesionales, que cobran enormes cantidades de dinero, por escuchar a los pacientes o clientes, pero también hay otras personas, que siempre están depuestas, gratuitamente, a escuchar los problemas de otros y a dar buenos consejos, espirituales y sociales.

Hay muchos hijos, que no tienen quien les escuche, ni con quien hablar, ni a quién contarles sus penas, alegrías y sentimientos. Darían algo de su vida, por unos padres que les escucharan y seguramente, se evitarían muchos problemas si alguien les escuchara.

Hay que aprender bien y entrenarse mucho, para a escuchar adecuadamente a los hijos. Hay muy pocas técnicas que enseñan a escucharles correctamente, aunque existen muchas técnicas, para hablar bien en público y en privado. Por eso Dios nos ha dado dos orejas y una boca, para que escuchemos, el doble de lo que hablamos. Es muy bueno hablar a Dios de los hijos, pero también es necesario escuchar muy bien, lo que El nos dice de nuestros hijos y de nosotros.

15 Reglas para escuchar mejor a los hijos:  

  1. Aprendan a controlar los tiempos para escuchar a los hijos, según sus edades y capacidades. Las horas, las situaciones personales o familiares, la duración, la soledad, la compañía, el ambiente, etc.
  2. Aprender bien de lo escuchado, para meditarlo, examinarlo y estudiarlo y que en la próxima situación, igual o diferente, sirva para poder dar mejores consejos, ser más comprensivos y tener las ideas más claras.
  3. Aunque no sepan como hacer que su hijo hable, díganle directamente que están dispuestos escucharle y que esa ocasión, es buena para hacerlo o que si prefieren otro momento, que lo proponga y que allí estarán dispuestos a escucharles, todo lo que haga falta. Hágales ver lo importante que es para los padres, escuchar a los hijos, para poderse conocer mejor y encontrar soluciones, a los problemas que puedan tener.
  4. Desprenderse mientras se escucha del autoritarismo, enfado o propensión negativa, dejando abiertos los cinco sentidos, para escuchar con tranquilidad y buena disposición.
  5. Elegir bien los momentos, tiempos y situaciones, para fomentar el escuchar ciertos temas claves, que por su dificultad, siempre suelen quedar pendientes.
  6. Evitar las distracciones internas y externas, durante las conversaciones, intentando además con mucha delicadeza, que los hijos no se pierdan o diluyan en disquisiciones ajenas a la conversación, enseñándoles a que sepan llevar bien el barco a la orilla.
  7. Fijarse bien en el tono hablado, en su lenguaje corporal y en la expresión de sus emociones.
  8. Ir haciendo un resumen mental de lo esencial escuchado, para ponerlo como énfasis en las respuestas, en el caso de que las pidan o creamos conveniente darlas.
  9. No interrumpir para evitar que se les vaya el hilo de lo que dicen o de lo quieren decir.
  10. No juzgar lo que se escucha, hasta que hayan terminado, para que el entendimiento de lo escuchado, no esté sesgado por decisiones precipitadas o incompletas, ni por ideas preconcebidas.
  11. Nunca corten la escucha. Callarse significa dominio, pues los padres que se ponen a hablar fuera de su tiempo, pueden romper ese maravilloso momento de comunicación, que el hijo estaba realizando. Solamente deben hablar, cuando sea imprescindible, para ayudar a que sigan explayándose y explicándose.
  12. Preguntar tantas veces como sea necesario, lo que no se ha entendido o comprendido muy bien, o cuáles de las posibles variantes de sus expresiones, son las correctas.
  13. Procurar sacar tiempos para escuchar individualmente a los hijos, las cosas privadas o intimas de cada uno de ellos, sin olvidar los tiempos de convivencia colectiva familiar, donde escuchar todas las opiniones, es totalmente necesario.
  14. Procuren que sus hijos no se disgreguen y que se centren en temas específicos, los que ellos tengan ganas y necesiten de hablar. Si les escuchan bien, abrirán sus bocas para que Vds. les escuchen todo lo que tengan para decirles. Los elefantes se pueden ir comiendo en pequeños trozos y veces, pero no todo, de una vez. Ya irán teniendo ocasión de ir ampliando los temas.
  15. Resumir en pocas palabras lo que nos han querido decir, haciendo hincapié en los puntos más delicados, difíciles o conflictivos.
  16. El ejemplo de saber escuchar se transmite también a los hijos, para que posteriormente ellos puedan aplicarlo en sus estudios, amigos, trabajo, sociedad y en su futura familia.

Los padres tienen que escuchar con mucha atención, aunque haya lágrimas, amenazas, amor, odio, perdón y justicia, además de otras emociones y sentimientos posibles, pero al final, los padres han escuchado y los hijos se han sentido escuchados. Puede ser que los padres tengan que llorar y derramar el indecible dolor, producido por lo que escuchan, pero muchas veces por el bien de los hijos, tendrán que mostrase estoicos, rígidos, fuertes o indiferentes, pero siempre deberán seguir escuchándoles.

No es fácil escuchar a los hijos, máxime cuando ellos no quieren o no están acostumbrados a ser escuchados, pues algunas veces cuando han empezado a hablar, los padres les han echado unas descargas emocionales o físicas, imposibles de olvidar, por ejemplo: “No tengo tiempo para escucharte”. “Siempre te escucho las mismas tonterías” “Para que te voy a escuchar, si luego tu no me escuchas a mí y haces lo que te da la gana”. Una de las primeras reglas, es hacerles entender que les está escuchando, lo que ellos quieren decir, con el cien por cien de atención, con total cortesía, sin ánimo de juzgarles y que por escucharles, no supone ya un rechazo automático a lo que dicen, a no ser que sea peligroso para ellos o su entorno.

Para los padres es muy necesario conocer, en qué situaciones específicas y temas concretos es necesario, urgente e importante escuchar a los hijos, para que en caso necesario, tener una conversación con ellos, pero que no hiera su sensibilidad y sin que se sientan acorralados e invadidos en su independencia, sobre todo cuando puedan ser importantes para su futuro.

10 Aspectos que facilitan la oportunidad de escuchar:

  1. Desdramatizar la escena de ponerse a escuchar y para hacérselo más fácil, intenten colocarse en la situación de los hijos.
  2. Escuchar con los cinco sentidos bien dispuestos, para que cualquier explicación que reciban, por muy extraña que les parezca, les ayude a buscar y encontrar soluciones.
  3. Fomentar un tono tranquilo y ameno, eligiendo bien el sitio y las circunstancias ambientales y emocionales.
  4. Mantener la prioridad en los temas que los hijos quieran hablar y los padres escuchar. Pudiera haber una línea muy fina entre ambas actitudes, y los padres deben respetarla.
  5. No olvidarse de dar a los hijos tiempo, para procesar sus ideas, para que siempre puedan mantener su independencia, integridad y respeto, evitando así que contraproducentemente, se pongan a la defensiva.
  6. No retrasar el momento, si han decidido que tienen que escuchar determinadas situaciones. Es mejor que suceda a esperar, a que sea demasiado tarde.
  7. Poner un límite a las expectativas iniciales, sobre lo que quieren escuchar, pues todo requiere un tiempo de maduración y la práctica continua, es la mejor herramienta para conocerlas.
  8. Procurar que haya intimidad en la conversación, solamente las personas imprescindibles, no los curiosos.
  9. Tener la mente abierta para escucharles y las ideas muy claras para responderles, si es necesario con ejemplos, que les sirvan de guía, para poner sus ideas en orden y que puedan expresarlas.
  10. Tomar la iniciativa de escucharles, para hacerles ver a los hijos que escuchándoles, se habrán solucionado mejor los asuntos. Si los hijos la toman, denles la completa oportunidad, para que digan todo lo que tienen que decir y que lo digan como quieran, pero sin perder las formas, ni el fondo. 

Cuando los hijos van cumpliendo años, se ven envueltos en situaciones personales y familiares relacionadas con los estudios, la salud, los amigos, los gastos personales y familiares, los horarios, la independencia, la imagen personal, de la forma de vestir, el comportase dentro y fuera del hogar, el conducir vehículos, las redes sociales, los noviazgos, el consumo de tabaco, alcohol, etc. Cada día va saliendo un tema nuevo y hay que escuchar las opiniones y sentimientos de los hijos, para poder corregirlas o negociarlas, pues todas tienen implicaciones para su futuro, y para las relaciones familiares.

Si los hijos no inician la conversación, en la intimidad o en el entorno familiar, los padres deben comenzarla, pero centrándola exclusivamente en uno o dos temas principales, de los que los padres crean más importantes, en lugar de empezar varios temas a la vez, sin olvidarse de tratar de encontrar las circunstancias, por las que no quieren hablar.

10 Ejercicios para aumentar la capacidad de escuchar a los hijos:

  1. Alejar de la mente los malos pensamientos personales, mientras escucha a sus hijos, principalmente los asuntos desagradables pendientes, conflictos, inculpaciones, rencores, venganzas, deudas, etc. Poniéndose en positivo, por muy malas noticias que reciba. Tener control de si mismo. No le importe si sus hijos son políticamente incorrectos, pues eso puede ser, cuando todavía no han cogido confianza, en saber expresarse o no saben hacerlo.
  2. Antes de empezar la verdadera sesión de escucha, hagan unos ejercicios de relajación y respiración.
  3. Consultar con expertos, leer, ensayar y rezar, son las mejores armas para escuchar bien a los hijos y así poderse enterar claramente, de lo que ellos piensan, para al fin poderles proponer soluciones racionales a sus inquietudes.
  4. Cultivar una voz agradable, matizando los tonos, el volumen, la claridad, etc., con constancia y persistencia, para ir progresando en la voz, gestos, etc.
  5. Elegir las ropas que refuercen la imagen, que quieren proyectar al escuchar.
  6. Ensayar varios gestos, posturas y expresiones alegres, serias y de enfado, si los gestos son alegres, es muy posible que sus hijos las imiten y todo salga mucho más fácil.
  7. Iniciar la situación con un beso y un abrazo muy fuerte, lleno de cariño y de aceptación. Si no tienen esa costumbre, aprenda a saludar dándoles la mano, para que sus hijos se den cuenta de los aspectos de su amor, personalidad, seguridad, firmeza, educación, etc. La mano se da completa, haciendo contacto las palmas, apretándola moderadamente,  pero sin exagerar y moviéndola un poco de arriba hacia abajo. Esta forma ofrece seguridad y vencimiento de la timidez, para reforzar las palabras. Descartar esas formas de saludo, que emplean las comunidades marginales. Esos saludos no caben entre padres e hijos.
  8. Pensar en los beneficios que esperan recibir de esta escucha, si no son para los padres, por lo menos deben ser para sus hijos.
  9. Pensar que el no escuchar voluntariamente, para ignorar lo que está sucediendo, es hacer como los avestruces, que esconden la cabeza debajo de la arena, cuando sienten el peligro.
  10. Ponerse delante de un espejo y simulen, que están escuchando a los hijos cuando les hablan, de un asunto importante para ellos y la familia. Sean críticos con los propios comentarios que produzca este ensayo, pues eso será lo que sus hijos verán.

Qué buen vasallo sería si tuviera un buen señor. Este antiguo dicho, puede traducirse hoy por: Qué buen hijo sería si tuviera un buen padre. Normalmente a padres buenos, siempre corresponden hijos buenos. Los hijos nacen buenos, se hacen malos, cuando los padres o en su defecto la sociedad, no los educa. No les escuchan lo que continuamente quieren decir, aunque lo estén gritando. Padres, estén atentos, pues algunas veces, llegan tarde a escuchar a sus hijos. Otros amigos, bandas, gangas o malévolas organizaciones, se encargan de escucharlos y hablarles, para llevarlos hacia el mal.

22 Sentencias sobre escuchar bien a los hijos:

  1. Algunos padres escuchan con las orejas, otros por el bolsillo y otros no escuchan nada.
  2. Del escuchar procede la sabiduría, y del hablar el arrepentimiento.
  3. El que realmente escucha a Dios, ya no vive para si mismo, porque el fuego de este amor, lo consumió todo.
  4. Entre las explicaciones que escuches, elige la más clara, la más elemental, la más breve y la más sincera, pero tienen que aprender a distinguirlas.
  5. Es tan importante escuchar, como averiguar el fondo de lo que se escucha.
  6. Escuchando a los hijos se les agrada mucho más, que hablándoles.
  7. Escuchar con paciencia a los hijos, siempre es una prueba de amor hacia ellos y algunas veces, más difícil que hablarles.
  8. Escuchar es una virtud relacionada con la prudencia y la paciencia.
  9. Escuchar mucho, no es fácil, pero es muy útil, para las relaciones con los hijos.
  10. Escuchen antes de hablar o fracasarán.
  11. Escuchen bien las respuestas, suelen ser más importantes que las preguntas.
  12. Escuchen con respeto e interés, dando crédito a lo que le dicen los hijos, pero sin dejarse impresionar.
  13. Los padres que gritan antes de escuchar, son unos insensatos además de equivocados.
  14. Los padres que primero no escuchan a Dios, no tendrán nada que decir a sus hijos.
  15. No hay peor sordo, que el que no quiere escuchar.
  16. Padres, escuchen lo que les dicen los hijos, por qué lo dicen y lo que sienten al decirlo.
  17. Para saber hablar, es preciso saber escuchar.
  18. Procure que las palabras que escuchen sus hijos, estén llenas de amor y sabiduría.
  19. Que predomine la escucha, en el dialogo con los hijos.
  20. Saber escuchar a los hijos, atenta y silenciosamente, les produce alivio, felicidad, sosiego, liberación, apoyo y pertenencia familiar.
  21. Si los padres ejercitan la virtud de escuchar en silencio, sabrán entender, incluso lo que no se ha dicho.
  22. Si no quieren escuchar a los hijos, no esperen que después ellos les escuchen, cuando ya sea tarde.

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