Archivo de abril 2012

La impunidad y la inmunidad dentro de la familia

ESCUELA PARA PADRES

La impunidad y la inmunidad dentro de la familia.

  • 11 Situaciones relacionadas con la impunidad en la familia
  • 18 Situaciones relacionadas con la inmunidad en la familia

2,250 Palabras. Tiempo de lectura 8:00 minutos

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La impunidad y la inmunidad, con sus distintas características y grados, no es solamente un privilegio, que se han adueñado las monarquías, los políticos, los diplomáticos, los militares, los policías, los millonarios, algunas empresas y gremios profesionales, las antiguas y actuales dictaduras, etc. Está incrustada dentro de muchas familias, en la educación de los hijos y en el comportamiento de los padres.

En muchos casos la impunidad y la inmunidad, están tan mezcladas y unidas, que aunque sean distintos conceptos, la raya que las separa es tan fina, que prácticamente es imposible de definir. En la mayoría de las ocasiones, donde hay una, hay otra. Ni los padres ni los hijos, pueden tener impunidad ni inmunidad. No tienen patente de corso, ni son la policía del pensamiento familiar. Tienen que desaparecer esas frases violentas: “Lo que yo digo está bien o mal, según yo crea” (padres). “O estáis con lo que yo digo o hago o estáis contra mí” (hijos). La inmunidad es la antítesis de la justicia, la cual debe ser simple, clara e inmediata, pero compatible con la caridad y la piedad.

En la familia no hay “ombudsman” que pueda defender a los ofendidos, por la impunidad o la inmunidad que tienen, otros hermanos o los padres, pues suelen ser impuestas por los padres y aceptada, graciosa u obligatoriamente, por toda la familia.

Cuando los padres o algunos hijos, tienen impunidad sobre las obligaciones y sus consecuencias familiares, producen sobre los demás, queriéndolo o sin querer, actos de humillación, desprecio, ignominia, vergüenza, burla, agravio comparativo, etc.

Impunidad es la falta de castigo, ante una falta o delito, esporádico o continuado. En educación familiar, es una infracción de los padres, algunas veces grave según los motivos, de las obligaciones que tienen de investigar las faltas, educar a los hijos, adoptar las medidas para que no vuelva a ocurrir y en su caso, poner y hacer cumplir los castigos o correctivos proporcionales, a las infracciones cometidas. También tienen obligación de, a sus hijos, hacerles reparar los daños que hayan producido o en su caso repararlo, ellos mismos. Los padres no pueden dejar una falta impune, pues acostumbran a los hijos, a eludir las responsabilidades adquiridas, si saben que todo va a quedar impune y sin castigo y reparación, por lo que no tendrán ningún miedo o impedimento en repetirlo.

11 Situaciones relacionadas con la impunidad en la familia:

1.      Cuando en la casa faltan cosas de valor, que presumiblemente “se han perdido” y luego aparecen en las casas de empeño o en manos de los narcotraficantes y nadie dice nada.

2.      Cuando los hijos actúan y se visten, en franco enfrentamiento con sus padres.

3.      Cuando los hijos desobedecen o faltan al respeto continuamente a los padres, maestros o personas mayores en edad, dignidad y gobierno.

4.      Cuando los hijos o los padres, llegan tarde a la noche o no llegan.

5.      Cuando los hijos o los padres, no quieren explicar donde han estado y se supone que, ha sido con malas compañías.

6.      Cuando los hijos o los padres, se comprometen sin permiso familiar, en gastos no autorizados, multas, etc. que obligatoriamente tiene que pagar la familia.

7.      Cuando los hijos se pelean, constantemente con sus hermanos, o practican el “bullying” con sus compañeros.

8.      Cuando los hijos sistemáticamente, suspenden los exámenes escolares, y no les pasa nada.

9.      Cuando los padres ceden, de sus obligaciones irrenunciables de educar a los hijos y nadie les pide responsabilidades, ni sufren las consecuencias, por lo que han hecho o por lo que han dejado de hacer.

10.   Cuando los padres dan instrucciones a los maestros, para que a sus hijos no les castiguen, por ninguna faltan que cometan.

11.   Cuando los padres hacen “la vista gorda”, fingiendo que no han visto nada, o toleran que un tipo de pequeñas faltas se conviertan, poco a poco, en algo más grave, por lo que va creciendo irreversiblemente la impunidad.

Si los hijos se acostumbran a que, “hagan lo que hagan, aquí no pasa nada” los padres les estarán educando a favor de la impunidad. Después no se podrán quejar, cuando sientan las consecuencias de la impunidad, ejercida por otros. Hay familias que tradicionalmente, han concedido a sus hijos la total impunidad en sus actuaciones. No les quieren corregir porque tienen miedo, según les han dicho, a que  si les llevan la contraria, sus hijos se frustren y pierdan su autoestima.

Cuando los padres consienten y fomentan la impunidad en sus hijos, pierden su derecho y obligación irrenunciable a educarlos. Se resquebraja el concepto de leyes, escritas o habladas, que debe haber en una familia, y aparecen los mecenazgos de los padres, casi siempre sin ningún sentido, dando o quitando cuando quieren, y lo que quieren. Se producen tratamientos especiales, a cada hijo o cada situación, sin ningún orden ni concierto, solamente en función del capricho de los progenitores.

Inmunidad es el privilegio o prerrogativa, de estar exento de ciertos deberes, obligaciones y responsabilidades familiares. Suele estar adquirida por la fuerza, por la costumbre tradicional o por la concesión voluntaria, incluso algunas veces sin pedirla. Los padres, por mucha inmunidad que hayan conseguido ellos o les hayan concedido, no pueden tener el monopolio de las irresponsabilidades familiares, y trasladarla a sus hijos.

18 Situaciones relacionadas con la inmunidad en la familia:

1.      Cuando alguno de los cónyuges o los dos, retienen para su uso personal, dinero de sus ingresos sin entregarlo al fondo común familiar.

2.      Cuando alguno de los cónyuges o los dos, tienen una doble vida matrimonial secreta o pública, y no sufren las consecuencias de sus actos.

3.      Cuando dentro de la familia las mentiras, los engaños y la falta de ética, son monedas corrientes, y los padres e hijos se sienten inmunes, a las consecuencias y castigos de sus actuaciones.

4.      Cuando el dinero de la familia, tapa todas las malas acciones de los padres e hijos, y sus correspondientes responsabilidades, produciendo inmadurez en sus actuaciones e invulnerabilidad, ante los compromisos, deudas y obligaciones. Son las personas que la inmunidad les hace sentir “más allá del bien y del mal”, tengan la edad que tengan y hayan hecho, lo que hayan hecho.

5.      Cuando en la familia hay culpables sin castigo y castigo sin culpables, producto de la inmunidad o de la impunidad. Eso es una situación impredecible de consecuencias y de suerte aleatoria.

6.      Cuando la familia entera o alguien en particular, es tan violento, que nadie se atreve a poner reglas de convivencia, por lo que todos, son inmunes a todo lo que sea orden familiar.

7.      Cuando las personas que tienen que imponer las normas, y exigir que se cumplan, ellas mismas no las cumplen.

8.      Cuando los castigos y premios, son selectivos o desproporcionados, según las personas que los hayan hecho.

9.      Cuando los hijos deciden convertirse en NiNi y consiguen de sus padres, quedar inmunes de las reglas universales, pues no quieren, ni estudiar ni trabajar.

10.   Cuando los padres conceden la inmunidad a alguno de los hijos, aunque violen las condiciones de la convivencia familiar, debido a que quieren regirse por sus propias normas

11.   Cuando no hay o no se han dicho, reglas de comportamiento claras, concretas y ciertas, por lo que no se pueden aplicar, ni exigir su cumplimiento.

12.   Cuando no se puede decir, ni mandar hacer nada a un hijo, que proviene de un matrimonio o relación anterior, debido a que es demasiado protegido, por uno de los cónyuges.

13.   Cuando por miedo a la violencia física o emocional, a las represalias y castigos, se otorga involuntariamente la inmunidad.

14.   Cuando se exime de todas las obligaciones, a un miembro de la familia, porque es el proveedor económico y se teme a sus represalias.

15.   Cuando se tiene que conceder la inmunidad, obligatoriamente, por su situación jerárquica o económica, a los padrastros, hijastros o hermanastros.

16.   Cuando se tienen preferencias o diferencias injustificadas, hacia algún familiar, relacionadas con el dinero, el  trato, la edad o la llegada a la familia.

17.   Cuando sin ningún motivo importante, se exime a algún miembro de la familia, de los quehaceres y obligaciones familiares, solamente por su sexo, edad, carácter u otras condiciones irrelevantes.

18.   Cuando todo se evalúa únicamente, con el criterio de la productividad y la eficiencia, y se piensa que conviene conceder la inmunidad, a alguno de los familiares.

Cuando los padres tienen inmunidad o la conceden a alguno de sus hijos, comparativamente a los demás, les están humillando, ultrajando, abusando y sobre todo produciendo injusticia, iniquidad, arbitrariedad, maldad, etc.

Los padres no deben tener privilegios, que les produzcan inmunidad familiar, sobre sus actos. Tienen la autoridad que les confiere su cargo de padres, pero también tienen la responsabilidad irrenunciable de ejercerlo. Los hijos les deben un gran respeto, pero el hecho de tener respeto a los padres, a estos no les confiere el derecho, a estar inmunes a las consecuencias de sus acciones familiares. Los padres se deben a su familia y por lo tanto, a ella le tendrán que dar tarde o temprano, cuentas claras, muy claras de lo que hagan o dejen de hacer. No vale alegar: Como somos los padres hacemos lo que queremos, pues nos hemos auto concedido la inmunidad total.

Los hijos se dan cuenta, inmediatamente, cuando existe la inmunidad para los padres o para algún miembro de la familia, por lo que también ellos, van a querer tener inmunidad para todos sus actos, si es que los demás la tienen. Ya no son épocas de vencer, sino de convencer y en todo caso negociar, pero nunca discutir o reñir acaloradamente. Ya no se puede decir: Esto lo haces porque soy tu padre. Si los padres o los hijos tienen inmunidad de hacer o no hacer determinadas cosas, la familia irá al traste.

La autoridad de los padres y los derechos y obligaciones de los hijos, no deben quedar anulados o supeditados, por la inmunidad que haya en la familia, por mucha costumbre que exista de tenerla. Las solidad reglas de convivencia familiar, todos las tienen que respetar, pues tranquilizan, moderan, ordenan y protegen a la familia. Así todos saben a qué atenerse, para evitar las injusticias, abandonos y separaciones.

No debe haber inmunidad para nadie en la familia. Las reglas de comportamiento, los castigos y los premios, deben ser muy claros. Los hijos deben saber, desde que son muy pequeños, que “A toda acción, corresponde una reacción”, «El que la hace, la paga». Así se irán acostumbrando, a ser responsables de sus acciones. No habrá esa sensación de que, se pueden hacer mal las cosas o no cumplir las reglas, porque se tiene inmunidad. No puede haber travesuras, ni malos comportamientos, que no conlleven las reprimendas consecuentes.

¡Solo hacia falta que mi princesita, tuviera que hacer esto! Eso se queda para otros, ella no tiene por qué hacerlo, pues le he concedido la inmunidad total, a hacer las tareas que a ella no le guste. No quiero que pase todos los sufrimientos que yo he pasado. Los hijos o padres que están protegidos por la impunidad o inmunidad familiar, se comportan y actúan con insolencia, arrogancia, ignorancia, irresponsabilidad, descaro, debilidad, violencia, etc.

La Ley Familiar todos la tienen que cumplir. En la familia no debe haber impunidades, inmunidades, ni privilegios desafiantes, a las normas establecidas, aunque no estén escritas en piedra. No se puede seguir diciendo, lo que tanto se oye a algunos padres: “Son travesuras, y los niños, niños son”. “No les digas nada, no se vayan a frustrar y se rebaje su autoestima. Déjalos sin llamarles la atención”. Esa Ley, como las civiles de cada país, todos la tienen que cumplir, sin jugar con los límites, para no ser descubiertos, denunciados, corregidos y castigados proporcionalmente. Las travesuras, temeridades, barrabasadas e informalidades, no pueden quedar impunes, por mucha inmunidad o impunidad que tenga quien las hace. El no castigarlas con las correspondientes penas, genera la impunidad.

Luchar contra la impunidad y la inmunidad familiar, solamente molesta a los que la disfrutan, máxime si se la han concedido graciosamente. Pero los que la sufren, quieren que se haga justicia, pues nadie tiene que estar por encima de la Ley Familiar. Alguien se puede imaginar a un padre o a un hijo, llevando un cartel como en las antiguas ciudades, que según las leyes romanas, tenían derecho a demostrar públicamente, su condición de impunes e inmunes. ¡Vaya ridículo ante la sociedad actual!

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La avaricia en los niños y adultos

ESCUELA PARA PADRES

La avaricia en los niños y adultos.

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La avaricia es el deseo inmoderado y desordenado de adquirir, acaparar, poseer y atesorar, riquezas o bienes materiales temporales. El pecado de la avaricia está relacionado con la codicia, el robo, el fraude, la injusticia y las prácticas abusivas en los negocios. Termina, donde empieza la cartera del prójimo.

El pecado de la avaricia junto al de la usura y al de la codicia, entran plenamente en el Décimo Mandamiento de Ley de Dios que dice: No codiciar los bienes ajenos. Y está encadenada a muchos vicios, por ejemplo: La codicia, la usura, la ambición desmedida, la lujuria, la gula, la deslealtad, el soborno, la traición, la estafa, el robo, la violencia, el engaño, la simonía, la corrupción, la tacañería, el egoísmo, la mezquindad, la avidez, etc. Por lo que los padres tiene que enseñar a sus hijos, primero con el ejemplo y después con instrucciones claras y concretas, sobre la relación que tiene la avaricia con el resto de los pecados capitales.

La frontera del conocimiento, tiene que ser traspasada para entender bien y separar lo que es el pecado de la avaricia, con las virtudes y valores humanos de: la humildad, la prudencia, la previsión, la frugalidad, la moderación, el ahorro, la previsión, la frugalidad, la buena administración, las limitaciones, la generosidad, el altruismo y la filantropía, que son el hábito de dar o atender a los demás con tiempo, dinero o talento sin esperar a recibir nada a cambio. Virtudes y valores humanos, que algunos tildan despectivamente, debido a que el mundo consumista de hoy, va contra lo políticamente correcto, que es gastar, consumir, derrochar y despilfarrar hasta que duela.

La avaricia de algunos padres, con su ansia desmedida de conseguir y atesorar dinero, convierte en huérfanos a los hijos, debido a que sus padres dedican todo su tiempo, a conseguir más dinero y a acaparar bienes, pero se olvidan de dedicar el tiempo de calidad a sus hijos. Han convertido el dinero en un “Becerro de oro” al que adoran, para conseguir más dinero. En la vida diaria se ven muchas familias divididas por el exceso de bienes materiales, donde cada miembro vive en la más cruda soledad, pero rodeado de todos los tesoros fríos e inertes, que su sociedad consumista ha proporcionado. Estas desdichadas familias, prósperas en dinero y paupérrimas en amor, han cambiado la riqueza presente y futura, que sólo se obtiene en la diaria convivencia familiar, por objetos perecederos.

Algunos niños no se conforman con lo que tienen, pues los padres y la sociedad, les han enseñado a querer más y mucho más, a querer acumular, a poseer, por el simple hecho de poseer, aunque no las utilicen, ni las puedan utilizar. Son los niños mezquinos, porque no quieren regalar nada, incluso las cosas que no utilizan, prefieren tenerlas en el armario, sentir su propiedad. Por eso, hay que tener mucho cuidado en sus primeros signos o avisos, principalmente en la educación de los niños con la codicia (deseo desordenado de riquezas), y la avaricia (deseo desordenado de conservar las poseídas).

Hay hijos que están tan mal enseñados por sus padres y ya dominados por la avaricia, que si no tienen todo lo que quieren y en grandes cantidades y mejores calidades, se consideran frustrados, insatisfechos y desdichados, no queriendo ni salir a las fiestas, porque se avergüenzan de no llevar la última moda, o no quieren jugar con sus amigos, porque se sienten mal, al no tener muchos juguetes o el novísimo que esté de actualidad. Aunque muchos de estos juguetes, solamente sirvan para atrofiarle la mente y la imaginación y le impidan, disfrutar de las cosas propias de su edad, que le pueden ayudar a formarse.

Los padres tienen que enseñar a sus hijos a renunciar a tener, o a tener menos. Los bienes de la tierra no son malos, se pervierten cuando se erige en ídolos y ante esos ídolos, las personas se postran. Pero se ennoblecen cuando se convierten en instrumentos para el bien, en una tarea cristiana de justicia y caridad. La avaricia como afán de poseer, también está en el consumismo descontrolado, en el gasto inmoderado, en la  falta de sobriedad a la hora de comer, beber, vestir, etc., en la ausencia de generosidad, en la satisfacción de los caprichos caros, pretenciosos, extravagantes o excéntricos, que únicamente buscan el bienestar material.

Los padres con el ejemplo, deben enseñar a sus hijos, a no dejarse llevar por los medios de comunicación, que en sus publicidades explotan todas y cada una de la debilidades, principalmente las relacionadas con  la avaricia de los jóvenes, ya que siempre les incitan a consumir más, y a poder ser de lo más caro, pues saben que no todos tienen la fortaleza, para hacer el esfuerzo de tratar de conseguir el conocimiento práctico, de lo que cuestan las cosas y se dejan, llevar por el impulso de la inmediata satisfacción.

Los padres no pueden ignorar las enseñanzas de la religión, respecto a la avaricia, aunque se sientan desbordados y derrotados, por la cultura hostil del consumismo. Si predican con el ejemplo de la largueza y lo enseñan a los hijos, inmediatamente serán tratados de retrógrados, pero habrán educado bien a sus hijos.

La avaricia es el soporte del egoísmo, pues hay hijos que practican la avaricia externándola en un fuerte egoísmo, al querer que todo lo bueno que haya en la familia sea para si mismos y nada para sus padres, hermanos y familiares. Principalmente en los casos de herencias, repartos de beneficios. No así con la contribución a los gastos, aportaciones necesarias, etc. Esta avaricia disfrazada de egoísmo, suele llevar a discusiones, enfados y riñas entre los familiares.

La avaricia no es querer ahorrar, ni querer consumir menos, por austeridad para estar a cubierto de posibles necesidades o para cumplir con objetivos sanos. La austeridad es una gran virtud, sobre todo en estos tiempos de crisis, que aunque cada vez sea menos utilizada, es más necesaria para vivir honestamente y no salirse de los presupuestos u objetivos previstos. La austeridad puede ser incluso, lo contrario de la avaricia. A los hijos hay que enseñarse a ser austeros, desde la cuna, donde no se les llene de abundancia de peluches o juguetes innecesarios y seguir así siempre, con el exceso de pertenencias. Tampoco es avaricia el querer estudiar más y acumular conocimientos, dedicar horas de trabajo para ayudar a la familia o a otros, reunir dinero para entregarlo a los necesitados y trabajar o ayudar más, a las personas de dentro o fuera de la familia.

La avaricia lleva a un proceso de mutilación sensorial, hace desaparecer hasta eliminar, cualquier vestigio que haya habido de generosidad, desprendimiento, desinterés, altruismo, etc. Embota de tal manera los sentidos, que consigue que la vida se torne en un “todo para mí y nada para los demás” y se convierta, en un deseo patológico de tener más, y más, y más. Tiene un carácter ilusorio y peligroso, pues crea un sentido de falsa seguridad.

A través de la avaricia, los bienes materiales, que sirven para muchas cosas, pueden convertirse en una obsesión y corromper las voluntades, si se olvida que son medios y se convierten en fines. Querer tener más, lo último, lo mejor, lo más caro, lo que nadie tiene, son deseos que crecen en los pensamientos, que están dominados por la avaricia, pudiendo convertirse en obsesiones dañinas y destructoras, convirtiendo al avaro en un esclavo que trabaja, lucha y sufre, exclusivamente por el ansia de aumentar continuamente sus posesiones.

La avaricia está íntimamente relacionada con el consumismo excesivo. Querer comprar todo lo que se pueda, aunque haya que endeudarse por tener más cosas. Comprar y acumular ropa, aparatos electrónicos, juguetes, etc. incluso aunque no se tenga la capacidad de usar o consumir, todo lo que se compra. Esto no es exclusivo de los adultos, también se da entre los niños y los jóvenes, que siempre quieren poseer más y mucho más.

“La avaricia del conocimiento” es la parte positiva, que los padres tienen que inculcar a los hijos. Nunca es suficiente lo aprendido, siempre tienen que intentar conocer más y mejores cosas, ya que la sociedad cada vez exige a las personas más y mejor preparación académica y social, para que puedan desenvolverse satisfactoriamente. Es detestable esa avaricia moral que tienen, los que sabiendo algo, no procuran la transmisión de esos conocimientos.

“La voluntad del no saber” choca frontalmente con “la avaricia del conocimiento”, que es la tendencia que tienen algunos, que pregonan que cuanto menos sepan ciertos segmentos de la población, más fácil será para otros gobernarlos, como se pastorea a los rebaños de ovejas, que les llevan donde quieren, cuando y como quieren. Intentan convertirlos en “ignorantes funcionales”.

La avaricia, que está muy relacionada con la gula, es la atracción desordenada, hacia la comida o bebida. También está presente en los bufets de comida, cuando se llenan los platos hasta desbordarse, aun sabiendo que todo, no lo van a poder o querer comer y van a tener que dejar y tirar la mitad no comida. O al pedir en los restaurantes muchos platos, incluso sabiendo que no los podrán terminar y los restos los echaran a la basura.

La avaricia, representada en la gula, la glotonería y el abuso, causa daños a la propia salud, desequilibra los presupuestos familiares y crea  injusticias sociales. Los avariciosos y glotones se hacen esclavos de la riqueza y del dinero, del comer y del beber, hasta el extremo de convertirse en una maldición para sí mismos, una náusea para la naturaleza y una infección y mal ejemplo, para el género humano.

En la vida como en las ensaladas, hay que ser avaro con el vinagre, porque irrita el paladar, pero generosos con el aceite, que lo suaviza.

La avaricia y la usura llegan a todas partes, pues hay algunas personas avariciosas, que retorciendo las leyes mercantiles o contraviniéndolas, ponen negocios usureros e inmorales, para hacer mucho dinero aunque sea ilegalmente, dejando a un lado la moral y la ética de los negocios, sin darse cuenta que a la larga “la ética paga en dividendos”

12 Formas actuales de avaricia: 

1.      Acumulando objetos innecesarios, por el simple hecho de poseer muchos, aunque no puedan usarlos, para demostrar poder ante terceros.

2.      Apoderándose de las riquezas naturales de otros países, para no consumir las suyas propias, a través de “gánsteres económicos” o de supuestos programas de cooperación, la mayoría de las veces innecesarios, que algunas naciones practican, dejando un mundo en el que debido a la avaricia de unas naciones, consiguen la penuria de otras, para poderlas dominar.

3.      Aprovechándose de las personas más humildes, incultas e ignorantes, para ofrecerles y darles préstamos, con intereses y condiciones abusivas, sobre propiedades muebles o inmuebles, futuro cobro de nóminas, hipotecas, algunas  tarjetas de crédito, etc. La avaricia de unos pocos, está dejando a la mayoría al margen de la historia. Para evitar estos robos, hace muchos años la Iglesia Católica instituyó los altruistas Montes de Piedad, para combatir a los prestamistas avaros y usureros.

4.      Engañando al vender servicios de espiritismo, astrologías,  adivinanzas, amarres, limpias, etc.

5.      Los ludópatas que por su avaricia, se llegan incluso a arruinar, creyendo que sin esfuerzo, se van a hacer ricos con los juegos de la lotería, casinos, bingo, apuestas, etc. No quieren darse cuenta, que aprovechando su avaricia otros, inventan juegos para sacarles el dinero, incluso con esos juegos, que en principio parecen inofensivos.

6.      Los que a través de mentiras divulgadas por los medios de adoctrinamiento de masas, y con una clarividencia impávida y apabullante, intentan hacerse con las mentes y el patrimonio de los más débiles. Esto suele ocurrir cuando enmascaran con argumentos técnicos, aparentemente irrebatibles, los esquemas de fraude financiero, también llamados pirámides tóxicas, ofreciendo beneficios astronómicos, que solamente pueden aceptar los ignorantes o las imaginaciones enfermas por la avaricia.

7.      Los que por avaricia juegan alevosamente, con la esperanza de los enfermos, mintiéndoles descaradamente, sobre los beneficios de determinadas medicinas, cirugías o tratamientos.

8.      Los que quieren hacerse ricos inmediatamente y sin tener en cuenta otra cuestión, que no sea la de atesorar, con la denominada “cultura del pelotazo” que no mira el daño que hace a terceros, con tal de enriquecerse cuantiosa y rápidamente. Entre los negocios más llenos de avaricia están el narcotráfico, la pornografía y todos los relacionados.

9.      Maniobrado a través de monopolios de compra o de venta, para que haya escasez y alza de precios de productos o servicios, imprescindibles o de primera necesidad.

10.   Produciendo, transportando o traficando productos, que son nocivos para la salud como son drogas, alcohol, tabaco, etc. sabiendo que matan o enferman a los consumidores.

11.   Traficando con la prostitución, los emigrantes y el dolor de las personas.

12.   Vendiendo los llamados “productos milagros”, que no sirven para nada, e incluso algunas veces son nocivos y engañan con sus promesas, a muchos ignorantes confiados.

La angustia educativa en las virtudes y valores humanos, es un padecimiento que tiene algunos padres y no saben como curarlo. Esa angustia solamente se cura con una buena educación de los padres, para que puedan transmitirla a sus hijos y estos a las siguientes generaciones. No es avaricia querer suprimir el “analfabetismo religioso”, por una copiosa formación religiosa y humana, que enseñe el camino para librarse, entre otros, del pecado de la avaricia.

La avaricia del conocimiento, tanto de la forma de educar, primero con el ejemplo y después con las sabias enseñanzas, y la avaricia de ser educado, no tienen limites reales, solamente tienen los límites, que tanto los padres como los hijos, quieran imponerse. En este sentido cuanto más avaros sean, más y mejor educados estarán ambos y se sentirán mejor al actuar, con esa noble avaricia de querer ampliar la capacidad de afrontar las dificultades, de educar y ser educado.

Nuestra inteligencia directiva, si está bien educada en las virtudes y valores humanos, es la que debe encargarse de regir y encauzar, todas las capacidades humanas y eliminar, las que conduzcan a la práctica de los otros pecados capitales. También tiene que tener como propósito y objetivos a corto y lago plazo, hacer proyectos, utilizar los conocimientos, gestionar las emociones, mantener el esfuerzo, tomar decisiones que lleven al progreso de las personas y no al regreso, activar cambios que estén soportados con un rumbo y unos objetivos morales y sociales. etc.

Hay una mentalidad en varias escuelas de negocios importantes, de que la avaricia y el egoísmo son buenos, y que por ellos se deben regir las leyes del todopoderoso mercado, que todo lo gobierna. Este pensamiento mercantil, ha penetrado en algunas personas, que prefieren concentrarse en obtener el máximo beneficio posible, aunque la avaricia prevalezca a sus anchas, sin tener en cuenta la parte humana. No debemos olvidar, que los negocios se hacen para que legal y moralmente, se puedan obtener beneficios.

Avaricia no es la sana intención, de desear los bienes materiales, como un medio para poder alimentar, vestir y cuidar a la propia familia y para ayudar a los más necesitados. Pero si puede ser avaricia la forma moralmente desordenada de conseguir esos bienes, como por ejemplo hacerlo con ansiedad, por medios ilícitos y malos, dañando a la propia salud o a la de los demás. También puede ser avaricia la manera de usar esos bienes exclusivamente para uno mismo, en vez de usarlos también para los más necesitados, en obras de caridad, de sanidad, de enseñanza, etc.

O se es avaro o no se es, no existe el medio avaro o un poco avaro. A la avaricia no puede haber una adhesión incompleta, pues absorbe y contamina la mente, pidiendo cada día más y mucho más, nunca dice basta. Algunas veces, incluso disfrazada de una falsa virtud de la caridad con uno mismo, o de un ficticio ahorro, al decir: “Si doy a los demás me quedo sin nada para mí y mi familia”. Incluso se habitúan a convertir su dinero y propiedades en ídolos.

            Cuando los avaros se dan cuenta, que la avaricia preside o incide en sus vidas tan fuertemente, se encuentran con una gran desazón interior, una enorme intranquilidad y unas enormes ataduras difíciles de romper, a no ser con un gran esfuerzo colectivo familiar, religioso y social.

La avaricia, junto al deseo de una apropiación injusta e inmoderada, de los bienes terrenos y la ambición desordenada, nacida de la pasión exagerada de las riquezas y de su poder, está prohibida por el Décimo Mandamiento de la Ley de Dios. Que también condena el deseo de cometer injusticias, que dañen los bienes temporales del prójimo. Esa inmensa, infinita y jamás saciada codiciosa sed de tener cosas, que pertenecen al prójimo, al final convierten a los avaros, en esclavos de los bienes materiales y económicos, siempre perecederos y efímeros, por no ponerlos en su lugar y en su propia dimensión, como medios y no como fines de forma de vida.

El Decimo Mandamiento de la Ley de Dios también prohíbe desear, codiciar y envidiar los bienes materiales, con un deseo consentido y desordenado, pues estos están para que servir a la propia felicidad y no para la destrucción de la persona, la familia o la sociedad. En la ética social debería estar prohibida la codicia, la usura y la avaricia.

La avaricia destruye la estabilidad y felicidad de la familia, que es el cimiento de la sociedad. Hay que respetar a la familia y blindarla moral y legalmente, ante cualquier tipo de avaricia, defendiendo sus bienes necesarios para que sobreviva, e incluso para que pueda compartir su riqueza, con los más necesitados.

Al avaro no le importa agotar lo que haya disponible, con tal de atesorar y satisfacer su vicio, aunque tenga suficiente y otros lo necesiten. No acapara por necesidad, acumula para satisfacer su vicio de la avaricia, nada le hace feliz, siempre quiere más. Quieren vivir una “libertad sin ley” y caen en una “ley sin libertad”, la del ansia incontenible, de tener siempre más. La avaricia, que es el deseo y apego  inmoderado a las riquezas, y que de hecho estas se convierten en ídolos, produce una adhesión de idolatría, que genera la envidia, la cual puede conducir al hombre, a cometer los mayores crímenes.

No es necesario ni aconsejable, despreciar los bienes materiales, ni renunciar a las riquezas mundanas, pero teniendo en cuenta la no esclavitud de los bienes y el desprendimiento de lo superfluo. Siempre practicando la virtud y valor humano de la generosidad ante tanta necesidad actual. Hay derecho a disfrutar de lo bonito y bueno del mundo, pero sin tener que estar angustiado por acumular riquezas. Todavía no han inventado “ataúdes con bolsillos” para meter las riquezas y utilizarlas después de la muerte, pero si se pueden llevar las obras buenas realizadas, que nos servirán como pasaporte de entrada en el Cielo.

La avaricia es desear las riquezas por ellas mismas, como un fin y no como un medio, para poder vestir, alimentar y educar a la propia familia y para atender las necesidades de la sociedad. Pueden ser pasajeras o efímeras, pues hoy se tienen y mañana se pueden perder. Se suele decir “Torres más altas han caído” y la “Codicia es la idolatría del dinero”. Donde hay avaricia, desaparece la amistad, el amor, la paz, la tranquilidad, la sabiduría, la integridad moral, etc.

Los avaros sufren de ansiedad, lo que les daña su propia salud, la del prójimo y la de la sociedad e incluso, por su deseo inmoderado de conseguir riquezas con fines egoístas y medios injustos, recurren si es necesario a la violencia, al engaño doloso, al perjurio, al fraude en los negocios y hasta la traición a las personas.

La avaricia, tomada con “ardor guerrero” termina en adicción y sobrepone el interés propio, sobre el bien común, convirtiendo la acumulación de dinero y objetos en fetiches, en vez de medios para servir a la familia y a la sociedad. Llega a convertirse en una forma de vida, que incapacita para dar, aunque se pretenda justificar esa actitud, con un inmoderado afán de seguridad, de temor a exponerse, de riesgo. Esto se traduce en llevar la vida sin compromiso ni ilusión.

La avaricia jamás hace una sociedad mejor, pues impide tomar riesgos, aunque sean bien estudiados. Algo siempre hay que arriesgar, porque “el riesgo más grande en la vida, es no arriesgarse”. No arriesgarse es perder la vida por completo. Los que no arriesgan nada, no hacen nada, están encadenados por sus miedos, la codicia o la avaricia, son esclavos de ellos, han perdido su libertad. No importa perder una batalla, si se puede ganar la guerra.

26 Sentencias sobre el pecado de la avaricia:

1.      Al pobre le faltan muchas cosas, al avaro todas.

2.      El avaro carece tanto de lo que tiene, como de lo que no posee.

3.      El avaro es su propio enemigo y ese es el justo pago de su maldad.

4.      El avaro experimenta a un tiempo, todas las preocupaciones del rico y todos los tormentos del pobre, por lo que nunca está satisfecho.

5.      El avaro hará todo por dinero y si pudiera vendería su alma al diablo.

6.      El avaro se roba a sí mismo. El pródigo insensato, a sus herederos.

7.      El avaro visita su tesoro, por traerle a la memoria que es su dueño y carcelero de sus bienes.

8.      El fin, nunca justifica los medios empleados para conseguirlo.

9.      El ojo del avaro no se satisface con su suerte, la avaricia seca el alma.

10.   En arca de avariento, el diablo yace dentro.

11.   En la avaricia no hay piedad.

12.   Era tan avaro que tenía cama y dormía en el suelo. para no gastar las sábanas.

13.   Es locura manifiesta, vivir precariamente para poder morir rico.

14.   Es más fácil hacer un agujero en el agua, que obtener una moneda de un avaro.

15.   La avaricia de poseer, es opuesta al deseo de dar y compartir.

16.   La avaricia es vivir siempre en la pobreza, por temor a la pobreza.

17.   La avaricia hace perder la sensibilidad, hacia la desgracia del prójimo.

18.   La avaricia produce ansiedad, decepción y desesperanza por poseer más.

19.   La avaricia rompe el saco.

20.   La avaricia se ha adueñado de tal manera de los hombres, que en vez de ser ellos los que poseen las riquezas, parecen ser éstas, las que los poseen a ellos.

21.   La bebida apaga la sed, la comida satisface el hambre, pero el oro y la plata no sacian nunca la avaricia.

22.   Los demás hombres son dueños de su fortuna; el avaro es esclavo de la suya.

23.   Para la avaricia, lo mucho es poco; para la necesidad, lo poco es mucho.

24.   La avaricia es la raíz de todo mal, por ella se miente, se roba, se mata, se engaña, se abusa, se embauca, se corrompe, se contamina, se destruye el medio ambiente, se depredan los recursos, se vende la democracia, etc.

25.   Rico no es quien mucho tiene, sino el que poco necesita.

26.   Un avaro llega a ser rico, aparentando ser pobre; un derrochador se hace pobre, a fuerza de parecer rico.

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Cómo manejar los secretos con hijos pequeños y con adultos

ESCUELA PARA PADRES

Cómo manejar los secretos con hijos pequeños y con adultos.

3,698 Palabras Tiempo de lectura 14:00 minutos

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4 Objetivos de este artículo:

1.      Educar a los hijos para que, por el bien de ellos, no tengan secretos con sus padres, que son los que tienen que guiarles en la vida.

2.      Educar a jóvenes y adultos, para que no revelen sus secretos personales, a no ser para pedir consejos a los profesionales o personas formadas y de mucha confianza.

3.      Educar a jóvenes y adultos, sobre la obligatoriedad de mantener y no divulgar los secretos graves que les han confiando, visto, oído o leído, pues pueden producir daños irreparables a sus propietarios, tanto en su vida familiar, como social.

4.      Educar a revelar o no revelar los secretos, según las circunstancias de cada caso.

El secreto es el conocimiento, noticia, propiedad o procedimiento, que cuidadosamente se conserva de manera reservada y oculta y se mantiene en sigilo y sin divulgar, no debiendo revelarse, para no incurrir en delito o para no molestar o herir a otras personas, aunque suponga una gran curiosidad y admiración.

Los padres tienen que educar a sus hijos y en su caso persuadirles, de que no tengan secretos con ellos. Tener secretos los separa de la confianza que tienen que tener, para poder recibir una buena educación. Si los hijos saben o tienen cosas, que no se atreven o no quieren comentar con sus padres, de muy difícil manera los padres podrán educarles y ayudar a solucionarles, algunos de los problemas, que muchas veces empiezan porque han querido mantener un secreto. Después cuando ya es tarde y no les queda mas remedio de decirlo a los padres, es posible que la solución sea más difícil.

Algunas personas adultas con buena o mala intención, dicen cosas a los niños y les aconsejan que no se las comenten a sus padres. Eso es un grave error, pues es todo lo contrario a lo que tienen que aconsejarles. A los niños hay que fomentar, que digan a sus padres todo lo que les pasa o sienten, para que así los padres puedan aconsejarles y educarles bien. Decirles que tengan secretos con sus padres, es irles inculcando el rompimiento con esas relaciones fraternales, cariñosas y emocionales. Primero puede ser una cosa aparentemente inocente e intrascendente, después pueden ser secretos, que a los padres les interesa mucho conocer de sus hijos.  Esas personas deberían conocer que, para tener la conciencia en paz y no tener necesidad de despreciarse, tienen que reflejarse en el espejo y mirar a sus propios hijos, familiares o amigos, a los que les hayan aconsejado mal.

Esos adultos pretenden con esa manipulación, tratar de atraerse a los niños, para crear una dependencia soportada con algún secreto. Eso es malsano y si en alguna ocasión se enteran los padres, de que ha sucedido esa petición de secreto, tienen la obligación de llamar la atención seriamente a ese adulto. Si el adulto persiste, deben separar a su hijo de esa persona, por mucha relación familiar o de amistad que tenga, pues no le conviene mantener relaciones con nadie, que pudiera separar a los hijos de los padres.

Los padres tienen que educar a sus hijos, a que les cuenten sus secretos, si es que los tienen. Además tienen que enseñarles a rechazar e inmediatamente contarlo a los padres, cuando otras personas, adultos o jóvenes, familiares, amigos, compañeros, etc. se empeñan en decirles, que deben mantener secretos, alegando que es su derecho a tenerlos, dentro de su espacio íntimo y su libertad personal. Normalmente estos comentarios, están faltos de conocimiento y muchas veces son de consecuencias perniciosas.

Los padres tienen que persuadir o en su caso investigar, si sus hijos tienen secretos que les puedan perjudicar o hacer difícil la vida, a corto o largo plazo. Normalmente esos secretos suelen ser inducidos por personas mayores sin escrúpulos, incluso familiares con buena intención, o por amigos que buscan enganchar a los niños en actividades, no permitidas por los padres. Si no, no tendrían ningún interés en manipularles, para que no lo digan a sus padres. Hay excepciones como cuando están organizando una fiesta “secreta” para agasajar a alguno de los padres, hermanos o amigos. Esta es la parte blanca de la situación, de fomentar el que los niños no cuenten las cosas a sus padres.

A medida que los hijos van creciendo, les suele entrar la tentación de no querer contar determinadas cosas a sus padres. Normalmente estas cosas no suelen ser de las muy buenas y por eso no las quieren contar. Incluso no cuentan cuando son manipulados por otros jóvenes o por personas mayores, que se quieren aprovechar de ellos. Por eso siempre hay alguien que les insiste, en que no lo cuenten a sus padres, pues esas cosas tienen que quedar entre ellos.

Es muy difícil guardar los secretos, sean familiares, de amigos o profesionales. Guardar secretos, es una virtud que se tiene que adquirir y fomentar desde niños, para no traicionar o defraudar a los que los han depositado en nosotros, o les hemos comentado nuestras cosas secretas.

Todo el mundo tiene derecho a que se le mantenga su fama y a que por ningún motivo se le destruya, contando sus secretos o intimidades. La fama se puede tardar muchos años en conseguirla, y pocos segundos en perderla, dependiendo de si alguien intenta destruir la fama de otros y airea cosas o hechos, que deberían permanecer en secreto, mucho más si son mentira o si no se tienen evidencias claras de su veracidad.

Cuando verdaderamente se presenta un problema grave de conciencia, es cuando se conoce algún secreto, que su divulgación pudiera cambiar las cosas gravemente. Por ejemplo si uno conoce, porque se lo han dicho o porque lo ha visto y porque tiene evidencias, de que alguien esta haciendo una cosa en perjuicio de otra persona, familia o sociedad. Silenciar ese secreto puede suponer que los daños continúen y otras personas, se vean gravemente perjudicadas. Entonces es deber de conciencia, divulgar ese secreto, pero intentando hacer el menos daño posible, empleando la virtud de la caridad, la confidencialidad y a poder ser hacerlo en privado.

No tiene la misma magnitud ni consecuencias, propalar los secretos graves, que hacerlo con lo que se llaman chismes, cotilleos, comidillas, cuentos, habladurías, etc. y que hoy en día, es el alimento de muchas personas incultas o de determinados grupos sociales, que están todo el día pendientes de la televisión, radio y revistas, especializadas en sacar los trapos sucios, de lo que han dicho, hecho o dejado de decir o hacer, los artistas, deportistas, políticos y demás personajes públicos. Las buenas noticias no trasciende, solamente trascienden los secretos bien aireados, comadreos, patrañas, alcahueterías, habladurías, delaciones, falsedades, enredos, etc.

La discreción es una virtud, que en determinados grupos sociales, no tiene cabida. Las patrañas, embustes, calumnias, etc. dichas como secretos, siempre tienen malas intenciones: La mentira, la intención de perjudicar y la forma de decirlo en secreto, para que trascienda más.

El matrimonio no es el lugar idóneo para mantener secretos, aunque los cónyuges tengan el pleno derecho, a no auto incriminarse o inculparse, contando algunos secretos personales pasados, que pudieran perjudicar las relaciones matrimoniales y familiares, cuando esto suponga un grave perjuicio para las relaciones conyugales. Pero en los matrimonios que haya secretos, sobre los ingresos y gastos de cada uno de los cónyuges, tiene la tendencia a que se fomenten otros secretos relacionados, como son las amistades individuales peligrosas, una vida paralela y secreta, etc.

Todos los colaboradores de un negocio, tienen la grave obligación de mantener cualquiera de los secretos, que como tales les hayan confiado, hayan oído o visto. Revelar esos secretos, dependiendo el daño que pudieran hacer, es tan grave como robar.

Los niños son muy dados a contar sus secretos a los abuelos, si estos se han ganado la confianza de sus nietos. Contar esos secretos puede servirles para desahogar sus penas y pedir consejos, sobre situaciones difíciles que no saben como solucionarlas. Pueden ser los únicos depositarios de sus confidencias, pues a lo mejor sus padres son muy estrictos o no tienen mucho tiempo para escucharles. Es otro de los servicios que hacen los abuelos, en beneficio de los nietos.

Guardar un secreto propio y respetar los de los otros, es una virtud relacionada con la sensibilidad y la autodisciplina o autodominio. Los que carecen de la práctica de esas virtudes y valores humanos, demuestran que no están preparados, ni moral, ni mentalmente para guardarlos, incluso les suele importar muy poco las malas consecuencias, que pudieran ocasionar si los revelan. Revelar un secreto, que pudiera tener consecuencias graves, siempre conlleva secuelas también graves, para el que lo ha hecho, pues como dice la historia: “Roma no paga traidores”. Solamente es cuestión de pensarlo profundamente, pues es una simpleza tan propia de los genios, como de los idiotas.

No se deben confiar los secretos personales a nadie, que previamente no haya demostrado una conducta intachable en este tema. Hay que tener una buena estrategia de clara percepción y buen juicio, a la hora de escoger un confidente. Previamente a elegirlo, discretamente se le puede someter a un hábil interrogatorio, para que demuestre fehacientemente si tiene la lengua larga o corta, pues tiene que ser tan meticulosa, en mantener los secretos como Vd. lo haría con el suyo.

Nunca confíe los secretos suyos, a quien previamente le ha contado los de otras personas, pues por pura lógica de reciprocidad, los que difunden secretos, dañan su honor y su reputación y quedan descalificados automáticamente, para la guarda del sigilo que se les pide. No se quieren dar cuenta, que contar secretos de otras personas puede humillar y hacer daño a seres queridos y deleitar a los enemigos propios o ajenos.

Un secreto puede significar poder, si no traspasa los límites de su dueño, pero es un puñal, si pasa a manos de otros. El que revela un secreto personal o profesional, está mancillando o dañando el honor de su propietario y se está perjudicando a si mismo, pues también se está desprestigiando y descalificando ante terceros, para el resto de su vida. Quedarán marcados para siempre, como alcahuetes, correveidiles, soplones o chivatos. Es mucho más inteligente, no contarle a otros los asuntos privados, especialmente los que sean pecaminosos u ofensivos. Máxime si las otras personas, no pueden aportar nada en relación con el secreto personal o profesional. Desgraciadamente, algunas veces se cuentan los secretos personales o de otros, para satisfacer la vanidad o el ego.

Los secretos nunca se deben regalar a nadie, pues forman parte del patrimonio de cada persona. Si se hacen públicos, aunque sea vistiéndolos de secretos, automáticamente dejan de ser secretos y normalmente “Se vuelven las cañas lanzas”. Cuando se tenga necesidad de comentar un secreto, por ejemplo, para pedir un consejo sobre una situación importante o grave, hay que buscar la persona adecuada, que pueda aportar alguna solución o consejo, que suponga una guía para el futuro o un descanso de la mente o del espíritu. Los padres son los mejores consejeros, para confiarles los secretos que les atribulen sus vidas, y para los adultos son los sacerdotes, pastores, rabinos o imanes, según la religión que practiquen. El verdadero premio de guardar un secreto, es la satisfacción del deber cumplido.

Si es un secreto personal y quieres que nadie lo sepa, no se lo digas a ninguno, pues hay muchas posibilidades de que ese secreto, trascienda a otros. Es muy difícil guardar un secreto, incluso cuando es propio, pues se requiere una gran fuerza de voluntad, determinación y autodisciplina. Por eso se debe sopesar, qué es lo que se gana, y qué es lo que se pierde, si se cae en la tentación de tener ese minuto de gloria humana y se revela. En estos casos, sugiero aplicar el contenido el contenido del artículo titulado 10 Ocasiones para inculcar, fomentar y practicar el “minuto heroico”. Sus valores y virtudes No vale la pena, que por una debilidad momentánea, meterse en un problema, que puede uno salir perjudicado. Esto aplica también en la decisión de no divulgar los secretos ajenos.

Si los involucrados en mantener un secreto grave, no lo hacen, casi siempre se implican en alguna clase de riesgo, que suele estar proporcionalmente relacionado, con la gravedad del secreto, principalmente si está conectado con la fama, el honor, el dinero, el trabajo, el negocio, el castigo o el premio de otras personas. Si el secreto es decir algo peyorativo de otra persona, solamente podrá revelarlo, si es por una situación muy grave y que pueda prevenir un daño importante a un tercero, inocente o a la misma persona, que tiene el secreto, a la familia, a los amigos o la sociedad. Por ejemplo ante un posible matrimonio, la concesión de un préstamo, amistades toxicas, enfermedades contagiosas, posibles crímenes, etc.

Revelar los graves secretos confiados, peca de lleno contra el Octavo Mandamiento de la Ley de Dios que dice “No robar”, ya que con la revelación o divulgación de un secreto o de una promesa, se ofende, hiere o roba su fama o propiedades, al dueño de ese secreto. La gravedad del pecado, estará en proporción al daño u ofensa causados, y no se perdonarán si la ofensa no es restituida y reparada, de la mejor manera y rapidez posible, aunque el responsable, tenga que humillarse o salir perjudicado.

Mantener los secretos ha causado muchos problemas, incluso hasta las torturas y la muerte. Ejemplo de ello es como han defendido o salvaguardado, a lo largo de la historia los Sacerdotes Católicos, el secreto oído en el Sacramente de la Confesión. Han preferido ser torturados o hasta incluso morir, antes que desvelar algo, de lo que han oído en la Confesión.

Las personas admiran y confían, en los que saben guardar secretos, pues se dan cuenta de la lucha que han tenido que hacer, contra las motivaciones para revelarlo. Revelar los secretos resulta un acto vergonzoso, propio o ajeno, incluyendo la falta de la promesa hecha de guardarlo, y el haber traicionado a la conciencia personal.

Mantener un secreto tiene los conceptos de importancia, espacio, tiempo y situaciones y circunstancias. No es lo mismo el secreto del formato de un almuerzo u homenaje familiar, al secreto dicho a personas que desconocen totalmente, el motivo de un secreto importante, que ni conocen a las personas implicadas, ni en los sitios donde no haya ninguna relación geográfica, con el lugar donde haya sido visto, oído o hablado. En la custodia de secretos graves, tiene que tenerse muy en cuenta, a quien perjudica y a quien beneficia revelarlo.

Si alguien quiere contar a otro un secreto, este tiene el derecho a preguntar: Durante cuanto tiempo debe guardarlo, dónde, cuándo, a quién sí y a quién no, puede o no puede revelarlo, bajo qué condiciones, etc.

Para mantener un secreto, lo mejor es no decir a nadie que se tiene. Así se evita que haya curiosidad por parte de terceros, que podrían llegar a sonsacarlo con una operación de “acoso y derribo”, hasta conseguir arrancarlo, por las buenas o por las malas. Empleando técnicas de persuasión, a través de preguntas cruzadas, o con el procedimiento de preguntas, que requieran respuestas de si o no.

Mantener un secreto, es un ejercicio del intelecto que funciona plenamente, como lo atestiguan los sacerdotes católicos, con el secreto de lo escuchado en el Sacramento de la Confesión, los abogados, médicos, periodistas, contables, etc. con el secreto y la ética profesional. Para que el secreto no trascienda, lo único que funciona es no decir nada a nadie, ni que se posee un secreto, ni nada. Si es posible intentar olvidarse mentalmente, de que se conoce ese secreto.

El que tiene un secreto propio y lo cuenta voluntariamente a otra persona, está dando a entender, que si como dueño del secreto, no ha sabido mantenerlo, tampoco el que lo ha escuchado, tiene la obligación de guardarlo.

Guardar un secreto, la mayoría de las veces, es un sacrificio tan grande, que es preferible no haberlo conocido, para no pasar esos malos ratos de luchar contra uno mismo, para no revelarlo. Pero lo que vale la pena, siempre cuesta.

Si alguna persona u organización, presiona mucho para que revele un secreto, sobre un tema grave y personal, porque creen que Vd. lo conoce, Vd. tiene pleno derecho a calmadamente, ponerse a la defensiva y negarse a contarlo, acogiéndose a las leyes que le permiten no incriminarse, inculparse o acusarse, incluso tiene el derecho a mentir, como ultimo recurso, aunque las mentiras suelen funcionar como los “bumerangs”, que vuelven donde el que los lanzó.

No es recomendable empezar una conversación, en la que directa o indirectamente, pudiera estar involucrado el tema del secreto. Si no se puede evitar y para no aparentar ser esquivo, huidizo o desabrido y evitar sospechas, pase por encima del tema como si fuera de puntillas y en cuanto pueda, discretamente cambie de tema.

Una medida muy acertada, relacionada con la obligación de mantener los secretos, es intentar no conocer ningún secreto, cuando sea solamente por curiosidad, fisgoneo o entremetimiento, pues “El que evita la ocasión, quita la tentación”. Cuando alguien se acerque a querer contarle un secreto, debe decirle que si se lo cuenta a Vd. ya no es un secreto, y que si él no ha sabido guardar ese secreto, como pretende que Vd. lo guarde. También puede decirle que a Vd. le es muy difícil guardar secreto, y que por lo tanto es mejor que no se lo cuente.

La discreción es una virtud y valor humano, muy especial y difícil de guardar. Ser íntegro, discreto, honorable y de confianza con el prójimo y con uno mismo, son cualidades muy valiosas. La imagen proyectada sobre familiares, amigos y sociedad, de persona discreta y digna de confianza, se puede estropear en cuanto se sepa, que ha divulgado algún secreto importante que le habían confiado.

Hay que estar muy bien entrenado, con la utilización de algún mecanismo mental, para saber que se está a punto de revelar un secreto, debido a la presión externa o a las ganas de aparecer como importante. En este caso, tiene que tomar alguna de las decisiones acordadas, por ejemplo, cambiar bruscamente la conversación, o tocar un anillo, pulsera u objeto, que le recuerde para no caer en esa tentación, incluso aunque otras personas, se puedan dar cuenta de su gesto de precaución. Cualquier cosa antes de revelarlo.

Se tiene la obligación de revelar un secreto, aunque sea grave, cuando alguien dice algo, incluso bajo condición secreta, que va a hacerse un daño grave a si mismo, como es la mutilación, el suicidio, o va a hacer un daño grave a otras personas. Siempre, antes de divulgarlo, hay que ponerse en la situación de los que saldrán perjudicados, analizando profundamente las posibles consecuencias, positivas o negativas de la indiscreción, y cómo se sentiría cada uno, si estuviese en su lugar. Todos tienen derecho a guardar sus secretos, con una única e irrenunciable excepción, aquellos de los que dependa su vida, su futuro, su felicidad, ésos tienen derechos y obligación de contarlos, para evitar las consecuencias irreversibles.

Algunos, inconscientemente o como autodefensa de sus propios defectos, cuentan secretos, chismes o habladurías de otras personas, sin percatarse del ridículo que están haciendo, pues “Ven una paja en el ojo ajeno, y no ven la viga, que tienen en el suyo”.

20 Sentencias sobre los secretos:

  1. Aunque para otros sea un secreto a voces, no debemos revelarlo.
  2. Cuando el alcohol entra, el secreto sale.
  3. El inteligente es secreto en sus planes y en sus acciones. 
  4. El que revela el secreto ajeno es un traidor, el que revela el secreto propio es un imbécil.
  5. El secreto de la libertad, radica en educar a las personas, mientras que el secreto de la tiranía, está en mantenerlos ignorantes.
  6. El secreto de los padres cuando educan, es hacerlo de tal manera, que los hijos no se den cuenta de que están siendo educados, hasta que ya es demasiado tarde.
  7. El secreto de una buena vejez no es otra cosa, que un pacto honrado con la soledad.
  8. El secreto es tu esclavo, pero te conviertes en su esclavo si lo divulgas.
  9. El secreto para vivir en paz con todos, consiste en el arte de comprender a cada uno, según su individualidad.
  10. El verdadero secreto de la felicidad, consiste en exigirse mucho y muy poco de los otros.
  11. Es un necio el que le cuenta a otro un secreto y le pide encarecidamente que lo calle.
  12. La humildad es el secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento.
  13. La mejor manera de guardar un secreto, es no contarlo a nadie, o ignorarlo.
  14. Las tres cosas más difíciles de esta vida son: guardar un secreto, perdonar un agravio y aprovechar el tiempo.
  15. Reprende al amigo en secreto y alábalo en público.
  16. Si lo saben más de dos, ya no es secreto.
  17. Si quieres que tu secreto sea guardado, guárdalo tú mismo.
  18. Si revelas tus secretos al viento, no lo culpes por revelarlos a los árboles.
  19. Tres pueden guardar un secreto, si dos de ellos se mueren.
  20. Una de las razones más poderosas para divulgar un secreto, es la vanidad de decir que nos lo han confiado.

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