Archivo de diciembre 2013

Padres sobreprotectores, crían hijos irresponsables e intocables

ESCUELA PARA PADRES

Padres sobreprotectores, crían hijos irresponsables e intocables.

  • Algunas situaciones donde se ve muy claramente, como los padres sobreprotegen a sus hijos
  • Las 14 cosas que los padres deben hacer, para evitar la sobreprotección

3,901 Palabras. Tiempo de lectura 15:00

Algunos artículos relacionados:

Sobreproteger es un término, que empleado para determinar cuando alguien no es capaz, de vincular su mal comportamiento con las consecuencias que ello acarrea, debido a que sus padres o superiores, le han enseñado que la riqueza o el poder, originan el privilegio de no tener que cumplir las leyes y que tienen el derecho a la impunidad e inmunidad. Los abogados lo suelen confirmar, liberándoles de sus continuos errores ante la sociedad.

Están ocurriendo casos donde los tribunales, rebajan o anulan las penas de las fechorías de determinados jóvenes, debido a que los abogados se han sacado un concepto nuevo de enfermedad social. En inglés se llama “affluenza”. No encuentro en español, una palabra que signifique lo mismo o similar. La he traducido por sobreproteger, que puede significar lo mismo. Es una condición social, no siquiátrica, dolorosa, contagiosa, transmitida socialmente y consistente en la obsesión por buscar desmedidamente, la certeza de hacer las cosas sin adquirir ninguna responsabilidad. En cada cultura se les llama de diferentes formas: Fresitas, NiNi, bitongos, «señoritos», etc.

Frente a un tribunal, esta situación de superprotección, podría llegar a ser catalogada psicológica o educacionalmente como “enfermedad agobiante”. Pues el hijo sobreprotegido, ya no es responsable por si solo, de la situación en la que se ha metido, al no tener la capacidad de medir las consecuencias de sus actos. Aunque parezca una contradicción, esos hijos son maltratados psicológicamente por sus padres, al aniquilarles mentalmente el concepto del bien y del mal, pues les anulan la forma de comprender las diferencias.

Algunos abogados alegan como defensa, para sus clientes adolescentes que han cometido crímenes, que la superprotección es un atenuante o dirimente del crimen cometido, pues el adolescente estaba influenciado por la superprotección de sus padres, los cuales sistemáticamente, le habían eliminado de su mente, todo lo que estuviera relacionado con la responsabilidad que podría adquirir con sus malas acciones. En algunos casos han conseguido que los jueces atenúen las sentencias, hacia esos hijos superprotegidos.

Pero nunca se da el caso contrario, de cuando un adolescente que se ha criado  rodeado de malos ejemplos familiares o sin familia y en grupos marginados económica y socialmente, donde los crímenes, los robos, la violencia, las drogas y la falta de educación, son el eje de sus vidas. A esos adolescentes, cuando se presentan ante la justicia, no les valen ninguno de los atenuantes, ni dirimente, que tienen los superprotegidos de las clases dominantes.

Este artículo es una llamada de atención, relacionada con la sobreprotección a los hijos, que muchas veces empieza desde muy pequeños, y no termina ni cuando abandonan el hogar paterno. No es ningún panfleto, contra determinadas familias de la sociedad actual. Siempre han existido y existirán situaciones, donde el excesivo poder económico y social de la familia, influye negativamente en la educación de los hijos, cuando ese manto de la sobreprotección les cubre, frente a la sociedad de todas sus malas acciones.

Proteger, cuidar, educar y dar buen ejemplo, son las principales obligaciones de los padres para con los hijos, pero sobreprotegerlos es educarles mal. Ya que la mayoría de las veces, los hijos entienden que esa sobreprotección, es por razones económicas o sociales y que por lo tanto, nunca van a ser responsables de sus malas acciones, lo que les permitirá actuar sin orden ni contención.

Los padres siempre tienen que proteger a sus hijos, sean de la edad que sean, principalmente a los más débiles o a los que tengan alguna deficiencia. Deben evitar el desamparo, la soledad, el abandono y la inseguridad de ellos, pero de ahí a sobreprotegerlo, hay una gran diferencia real, que todos los padres deben conocer, para evitar que los hijos se sientan felices, pero que en el fondo sean unos desgraciados, durante un periodo de su vida, debido a que los padres les dan esos caprichos. La gran diferencia entre educarles bien o mal, sucede cuando los sobreprotegen, para solucionarles problemas en los que voluntariamente se han metido, evitando que asuman la responsabilidad adquirida, por sus malas acciones.

Algunos padres creen que no sobreprotegen a su hijos, que únicamente son estrictos al defenderles incondicionalmente desde pequeños, frente a cualquier situación. Pero en la protección, pasa como en las escaleras, hay varios peldaños que poco a poco, algunos padres van subiendo sin darse cuenta que llegan a límites perjudiciales para los hijos, cuando estos van siendo mayores, y lo que necesitan es corrección, en lugar de sobreprotección.

Hay algunos segmentos de la sociedad, donde los padres solamente aparecen, para solucionar las consecuencias de los hijos, cuando estos se han metido en graves problemas con la ley. Entonces surgen sistemáticamente, para que no se manche el nombre de la familia y para que no quede ninguna huella de sus problemas, en el historial delictivo de los hijos y así puedan seguir la carrera política, social o empresarial de los padres. La sobreprotección es una lacra inevitable y debilitante, en determinadas familias poderosas.

Esta sobreprotección de los padres, produce en los hijos un sentimiento y realidad de impunidad e inmunidad, a todos sus actos. Saben que sus padres pagarán sus multas o llamarán a sus amistades, para que todo quede borrado. Esto hace que se sientan pertenecientes a una elite social, donde las malas acciones, no tienen ninguna consecuencia y por lo tanto, pueden hacer lo que quieran en su comportamiento social, legal y de estudios. Si no aprueban este año, ya aprobarán el siguiente, y en el peor de los casos sus padres moverán unos hilos misteriosos, para que les faciliten los títulos académicos necesarios y así, puedan entrar en la gran sociedad a la que dicen que pertenecen.

El que hayan sido educados en ese ambiente blandengue y de superprotección familiar y social, no debería ser óbice, obstáculo, impedimento, valladar o atenuante jurídico, para disminuir o eximir sus responsabilidades con la sociedad, ni de las penas que les correspondan. Todos tenemos que ser iguales ante la justicia, haciéndoles saber, que no se pueden creer que sean de otra casta social de personas, a las que el brazo de la justicia no les alcanza.

Desconocen el concepto de responsabilidad, porque nunca han tenido ni que pensarlo. Sus responsabilidades han sido absorbidas por sus padres. No entienden que toda acción u omisión, tiene la responsabilidad de pensarla y aceptar las consecuencias. Eso no va con ellos. Están tan acostumbrados a que les solucionen sus cosas, ni llegan a pensar que tienen que solucionarlas ellos mismos.

El problema de la sobreprotección a los hijos, empieza cuando éstos desde muy niños, ven como sus padres les están inculcando con hechos la sobreprotección. Entonces ya no tendrán remedio y quedarán marcados para toda la vida, al pensar que alguien les tiene que solucionar sus problemas. Ya será muy difícil controlar a los hijos y llevarles por el buen camino, de la responsabilidad personal.

Algunas situaciones donde se ve muy claramente, como los padres sobreprotegen a sus hijos:

1.     Cuando los padres creen o han oído que otro niño ha ofendido a su hijo y arremeten contra el niño, con los padres de éste o al mismo colegio, por haberlo consentido o ignorado.

2.     Cuando los padres exigen que a sus hijos, les pongan en los equipos deportivos, ya que aportan muchos donativos al colegio.

3.     Cuando los padres pagan las multas, impuestas a sus hijos por sus malas conductas.

4.     Cuando los padres presionan para que acepten a sus hijos en las universidades privadas, no por sus calificaciones, sino porque son familias económicamente fuertes o poderosas.

5.     Cuando los padres se enfrentan a los profesores, desautorizándolos, tengan o no tengan razón, para exigir que a sus hijos sean tratados como los padres quieren.

6.     Cuando los padres se oponen desaforadamente, a los árbitros deportivos, porque creen que han perjudicado a sus hijos.

Sobreproteger a los hijos es blindarles ante la sociedad con una muralla fortificada, con dinero, poder y cumplimientos especiales ante las leyes, que les de la seguridad de que pueden hacer lo que quieran, cuando quieran y como quieran. Para eso tienen la red de seguridad de sus padres, que les respaldan en todas sus acciones.

En todos los países hay familias de apellidos muy conocidos, que tienen mucho poder económico y social: Monarquías, castas de poder político y social, empresarios, etc., que denominaré como familias XYZ. Crían a sus hijos dentro de un sistema, que generación tras generación, casi siempre dentro de la misma burbuja social, donde todo está preparado para que sean intocables por la sociedad. Los hijos tienen que estar por encima de todos, ya que genealógicamente pertenecen a esa familia y en la historia, no ha habido nadie que les obligara a cumplir con las leyes sociales ni jurídicas, ya que sus abogados, se las han arreglado para solucionar cualquier mala situación.

Cuando esos hijos se tienen que enfrentar a la verdadera vida social, se encuentran indefensos ante ella, si no tienen la superprotección de la familia XYZ. Están acostumbrados a hacer lo que quieren y no entienden, ni pueden entender, que ellos tengan que hacer las cosas de otra forma, que la que les apetece.

Los padres sobreprotectores, eliminan de sus hijos la “cultura del miedo” a su mal comportamiento. Ya no les importa nada, saben que sus progenitores les sacarán de cualquier responsabilidad, en la que pudieran haber caído. Sus padres para reafirmarles en su actitud, les comentan los éxitos de otros cachorros de la familia XYZ que tuvieron problemas, pero que el clan familiar se las arregló, para conseguir que no les pasara nada, dejando el paso libre a otras nuevas acciones, que ellos saben que no tendrán repercusiones, ni consecuencias en sus vidas.

Los hijos de las familias XYZ aunque sean mayores de edad, tienen la certeza, si así les han educado, que pueden hacer los negocios sucios que quieran, pues sus familias tienen las suficientes conexiones políticas, económicas o sociales, para impedir que la justicia o la policía les pida cuentas. Han visto lo que históricamente ha sucedido en su familia y saben que los malos actos de sus predecesores, han sido borrados incluso de los archivos de la sociedad.

Padres sobreprotector ha habido siempre, pero eso es cada vez más un signo externo de nivel social y económico. Con su mal ejemplo, se convierten en padres sordos, ciegos y mudos, en los temas relacionados con la educación de las virtudes y valores humanos de sus hijos. Son expertos en solucionar los problemas en los que se meten sus “cachorros”. No vaya a ser que alguien toque o quiera tocar a uno de la dinastía.

La sobreprotección, no es solamente patrimonio de las familias denominas XYZ, también se da en muchos padres, ajenos a la posesión de riquezas o influencias que, para no ser menos ante la sociedad, se hipotecan para siempre en lo social y en lo económico, para emular lo que hacen otros.

Luchar en todas y cada una de las difíciles trincheras que tiene la educación de los hijos, puede provocar una pérdida de perspectiva y en consecuencia, la visión de conjunto de lo que es la educación integral. La educación, se ofrece íntegra o se deja. No hay medias tintas, como para ponerle parches, ni componendas. La educación no es un supermercado o bufet de comida, donde cada uno compra o consume la parte que quiere. Es menú único, pero muy completo.

Cuando los hijos llevan tiempo, viviendo dentro de su “zona de confort” y se ven sorprendido por una contrariedad o decisión ajena a su voluntad, se frustran y les entra el estrés, la depresión o las dos cosas a la vez. No estaban preparados para que alguien les pidiera cuentas de lo que habían hecho y les exigiera que se sometieran a las consecuencias.

La superprotección de los padres, también supone la pérdida del concepto de la responsabilidad, frente a las obligaciones contraídas en las relaciones sexuales con terceros. No les importa tenerlas, ni sus consecuencias negativas, pues saben a ciencia cierta, que sus padres se las solucionarán. La familia no va a permitir a sus hijos, aunque sean las ovejas negras del clan familiar, que tengan un problema de embarazo extramatrimonial y que por ese motivo se introduzca un extraño en el clan familiar. Ya encontrarán un procedimiento para liberarle del problema.

Con la sobreprotección familiar, el concepto de responsabilidad de los hijos queda totalmente anulado para:

1.     Conducir automóviles bajo los efectos del alcohol.

2.     Consumir drogas.

3.     Entrar en negocios sucios o ilegales.

4.     Participar en los juegos o apuestas peligrosas o prohibidas.

En estos casos siempre habrá unos buenos abogados o conexiones sociales, que solucionen los problemas que surjan, y en el peor de los casos, un centro de desintoxicación o rehabilitación, lo más parecido a un balneario, donde pasar una temporada. Pero tienen la seguridad, que a la cárcel no van a ir.

En los adolescentes, la soberbia y la ignorancia, inducidas o aprendidas por comodidad, son muy malas consejeras e insultantemente atrevidas, sobre todo, cuando por sus consecuencias se tienen que enfrentar ante la sociedad. Muy pocos son los que salen indemnes totalmente de sus actos, aunque sus padres les sobreprotejan.

Los padres tienen que recalcular el tipo de educación y sobreprotección que dan a su hijos, darles la vuelta como a los calcetines, sacarles de su “zona de confort” o no permitir que entren ella y se mantengan allí, hasta esperar las consecuencias por sus malas acciones. No deben confundir el amor verdadero a los hijos, con utilizar el poder material para permitirles que hagan lo que quieran, cuando quieran y donde quieran, porque sus padres les van a solucionar las consecuencias que tengan.

Esa sobreprotección se suele basar en actitudes paternas procedentes de orgullos personales, en amores construidos con materiales de desecho, como son:

  • A mis hijos no les toca nadie.
  • Mis hijos están por encima de todas las cosas, incluso de la sociedad.
  • Quiero que mis hijos sean más que yo.
  • Voy a dar a mis hijos lo que nunca he tenido yo.

El buen ejemplo de los padres es fundamental, pero la sobreprotección a los hijos, les deja a estos mutilados para vivir en la sociedad. La justicia no debería perdonar o atenuar su peso, a los hijos que han obrado mal, por mucho que sus padres les hayan acostumbrado a sacarles de todos los problemas sociales, en los que se han metido. La sobreprotección aderezada con la condescendencia, no sólo produce unos hijos injustos y privilegiados, sino que incluso sin hacerles conscientes de ello, les inculcan a creerse y alardear de que son de una raza superior.

Los padres deben inculcar a los hijos, a través del ejemplo y según sus edades físicas y mentales, la práctica de las virtudes y valores humanos, donde está perfectamente definido lo que es protección, lo que es sobreprotección y cuándo, dónde y cómo debe hacerse. Aunque no puedan o no quieran sobreprotegerlos, en todas las cosas que no deberían, puede haber causas excepcionales donde el amor de los padres se refleje en alguna ocasión y bajo condiciones muy estrictas, pues algunos hijos, bastante tienen con sobrevivir ellos mismos, en los segmentos sociales donde viven.

Hay una sobreprotección razonable y necesaria de padres e instituciones, para aplicar obligatoriamente ante verdaderas necesidades, por ejemplo a:   

  • Los hijos que están rodeados de malas compañías, para evitar que por su proximidad e influencia les contagien, incluyendo la de los parientes o amigos tóxicos.
  • Las personas con capacidades diferentes, físicas, intelectuales o económicas, para que no les ocurran daños, que a otras personas es muy difícil que les ocurran.

Las 14 cosas que los padres deben hacer, para evitar la sobreprotección:

1.     No aceptar de antemano posibles limitaciones de los hijos, sin que demuestren por si solos, su capacidad de superarlas.

2.     No admitir la permisividad, como norma de educación de los hijos, para que se vean realizadas las aspiraciones, deseos e intereses de los padres.

3.     No controlar sus decisiones, para que tengan la idea de que pueden hacer lo que quieran, pues los padres les sacaran de sus problemas.

4.     No darles todo lo que quieran en asuntos económicos, permisos, relaciones, comportamientos, actitudes, etc. Exigiéndoles un esfuerzo, pequeño o grande para lo que quieran conseguir.

5.     No evitar que sean los propios hijos, los que busquen soluciones a los problemas en los que se han metido. Que no estén esperando siempre, a que sus padres se los solucionen.

6.     No hacerles ver que, socialmente son superiores a otras personas y que por lo tanto, tienen derecho a tratos diferentes por la sociedad.

7.     No impedir que se relacionen con otras personas, que no sean iguales a ellos, en cuestiones económicas o sociales.

8.     No inculcarles que solamente a través del éxito económico, encontrarán la satisfacción en la vida, con las cosas que compran.

9.     No infundirles que solamente las cosas materiales, deben llegar a dominar su tiempo y los pensamientos, en detrimento de las relaciones personales y de los sentimientos de felicidad, con el amor hacia el prójimo.

10. No neutralizar su autonomía personal, aun a sabiendas que se equivocarán y así, tendrán que aprender de sus propios errores, justificados o no.

11. No obstaculizar que sus hijos se enfrenten a las dificultades o problemas, en las que consciente o inconscientemente se han metido, contra la sociedad.

12. No poner límites en el comportamiento familiar y social.

13. No tener miedo a las críticas de la sociedad, por no haber permitido a los hijos que sigan las corrientes sociales, que van en contra de las normas familiares y morales.

14. No tratarles de acuerdo con la edad física y mental que tienen. Los padres no pueden criar hijos con normas para menores de edad, para unas cosas y mayores de edad, para otras.

La sobreprotección, que en principio parece una ayuda, termina siendo todo lo contrario, al impedir que los hijos se responsabilicen de sus actos y sigan viviendo con sentimientos de inutilidad, al pensar que los padres les solucionarán todos sus problemas. Puede convertirse en la enfermedad de la opulencia, trasladada al estilo de vida.

Hay una gran cantidad de hijos educados, en un mundo de sobreprotección, que tendrán que aprender a sobrevivir, a medida que los padres pierdan su poder social o económico. Nadie tiene ese privilegio en propiedad, para toda su vida y para todas las ocasiones. Por mucho que les cueste, en algunas ocasiones, tendrán que irse acostumbrando a ser como los demás ciudadanos, tanto en su comportamiento, como en la ausencia de privilegios.

A los padres sobreprotegedores, no les importa que prevalezcan su orgullo, su mentira o su propio interés, para que la justicia no se aplique a sus hijos, ni que éstos se conviertan en “hijos ping-pong”, yendo del problema, a la inmunidad e impunidad, y vuelta a seguir en lo mismo. Piensan que lo que le pasó a su hijo, no le debió de haber pasado y que solamente fue por su mala suerte, ya que no tuvo nada que ver con su estilo de vida, pues no había nada malo en hacer lo que hacía, aunque la sociedad opinara lo contrario. La buena crianza de los hijos, hay que trabajarla día a día, no solamente cuando haya que solucionar sus problemas.

Los padres responsables y no sobreprotectores, deben controlar muy bien en sus hijos los momentos luminosos y los de tinieblas, sus luces y sus sombras, los de obediencia y rebelión. Distinguir cuando exigen sus derechos y se olvidan de sus obligaciones. La infancia y la adolescencia son claves, para la posterior evolución de los hijos, ya que es cuando aprenden lo bueno que les enseñan sus padres, pero también se dan cuenta, cuando sus acciones no les suponen ninguna responsabilidad. Esto puede crearles su futuro carácter, modificado por la sobreprotección parental. Los padres tienen que saber valorar los brotes de impunidad e inmunidad que tienen sus hijos, provengan de cualquiera de los cónyuges, para instruirles, advertirles, señalarles y trazarles pautas.

El aumento de la sobreprotección de los padres a los hijos, está relacionada con la acentuación de la desigualdad material, consecuencia de la instalación de la fiebre del lujo y del poder, de la excesiva riqueza y la estimulación de las necesidades artificiales, por la adición a la sobreabundancia, la supervaloración del concepto de posesión o percepción de fama, dinero, bienes y apariencia física y social. Principalmente en segmentos sociales donde demasiado, nunca es suficiente.

La sobreprotección de los padres hace necesaria una reeducación y rehabilitación total, para los hijos y para los padres, pues tienen que inculcar a ambos, la capacidad de poder enlazar los malos comportamientos, con las consecuencias que produzcan y que la riqueza material o el poder, no debe otorgar privilegios ante la sociedad.

Los hijos sobretegidos se convierten en tiranos, a la larga y a la corta, pues los han acostumbrado a vivir en una burbuja familiar y social. Los padres no podrán después lamentarse, de los errores realizados durante su etapa de maduración educativa, ni en la de la adolescencia, cuando tengan que enfrentarse al mundo real. Para su educación integral, el exceso de protección es tan perjudicial, como el defecto de protección. Para que den valor a las cosas, no hay que ponérselo todo en bandeja, siempre hay que darles justo, lo que necesitan.

Los hijos sobreprotegidos suelen tener muchos miedos y dificultades, para adaptarse a nuevas o difíciles situaciones, donde tengan ellos que tomar las decisiones. No se acostumbran fácilmente a la solidaridad, ni a la autonomía, ni a ejercer su libertad, ni a tener iniciativas, pues han tenido muy poca cultura del esfuerzo y del sacrificio. Nadie, ni la sociedad le ha puesto límites, y cuando se los han puesto, siempre le han consentido que los pasen. Los hijos necesitan aprender a superar sus adversidades y sus fracasos, para ello los padres tienen que prepararles para la sociedad, educándoles en el esfuerzo.

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¿Por qué algunos matrimonios tienen una tasa de divorcio del 2% y otros del 60%? Fidelidad, oración unida y planificación familiar natural.

 

ESCUELA PARA PADRES

¿Por qué algunos matrimonios tienen una tasa de divorcio del 2% y otros del 60%? Fidelidad, oración unida y planificación familiar natural.

  • Las 10 reglas de oro para fortalecer el matrimonio y evitar el divorcio
  • Los 10 principales grupos de matrimonios o uniones analizadas
  • Los 10 principales aspectos para evitar los divorcios
  • Los 6 elementos esenciales que ayudan a alejarse de las posibilidades del divorcio

2,838 Palabras. Tiempo de lectura 10:00

Algunos artículos relacionados con el matrimonio:

Algunos artículos relacionados con el divorcio:

Los matrimonios religiosos y uniones civiles, tienen un porcentaje de divorcios del 55% aproximadamente. 

Pero hay grupos de matrimonios, que su media de divorcios es del 2% solamente. Estos grupos reúnen unas características de conocimientos y prácticas religiosas, muy concretas. Dios bendice a los matrimonios que rezan juntos, para obtener un objetivo común. Esos son los matrimonios, demostrado por las estadísticas, que tienen muchas menos probabilidades de llegar a divorciarse. Los que rezan unidos, permanecen unidos.

Este artículo se refiere especialmente, a la práctica religiosa de los cónyuges y a su gran influencia para disminuir y casi eliminar, el porcentaje de divorcios, pues lo que se hace con el alma, el cuerpo lo siente. Si tiene dudas, debe consultarlo con los sacerdotes, pastores, rabinos o imanes, según la religión que cada uno practique.

Los matrimonios, cuyos cónyuges practican juntos sus obligaciones y devociones religiosas, como la Sagrada Comunión, la Confesión frecuente, la asistencia semanal a la Santa Misa, la oración en pareja, la fidelidad y entrega total, la planificación familiar natural, etc. solamente tienen una tasa de divorcios del 2% según estadísticas, muy fiables, y es la tasa de divorcios más baja que existe.

Los matrimonios se realizan para formar una familia y no para convivir como parejas, solamente. De ahí se deducen todas las cuestiones sobre tener hijos y su número. Conocer, entender y practicar la planificación familiar natural, reduce casi a cero, el número de matrimonios que se divorcian. Las continuas demostraciones de amor, realizadas en los días de abstinencia voluntaria y la fortaleza para mantener la promesa de aplazar las relaciones sexuales, durante las fechas fértiles de la esposa, significa un dominio de los cónyuges, que también se manifiesta, cuando tienen diferencias en sus formas de ver y sentir la convivencia.

Al practicar la planificación familiar natural, se elimina el consumo de anti conceptivos y de esta forma, se suprimen las posibilidades de embarazos no deseados y los consiguientes abortos. Los abortos son otro de los grandes motivos, que inducen a los divorcios. Los anticonceptivos que están diseñados, para que las mujeres crean que no van a quedar embarazas, hacen que las relaciones sexuales sean más frecuentes y por lo tanto, lo que por una parte impiden los embarazos, por otra parte, debido a la mayor frecuencia, los aumentan. Sugiero que lean: El peligro de los preservativos, explicado a los hijos | Mi Cumbre. Este articulo es aplicable también ente los cónyuges, que quieran reducir las probabilidades del divorcio.

Si los cónyuges siguen el Mandamiento de la Ley de Dios: Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo, se da por hecho que amar al cónyuge, es amar al prójimo más próximo. Y este amor a Dios y al cónyuge, es el que juntándolos en la oración, hacen que el matrimonio persevere en su fidelidad y se aleje, de la plaga de los divorcios. Por eso los matrimonios que practican juntos la oración, son los que tienen la tasa de divorcio más baja.

El factor religioso, es la clave para alejarse de las posibilidades del divorcio. Si cada cónyuge no descubre, juntos o separados, la importancia de la religión, para mantener el vínculo adquirido, será muy difícil que puedan mantener la capacidad, para enfrentarse a los problemas de la vida conyugal, disfrutar de ella y formar una familia duradera y feliz.

Poner a Dios en el centro del matrimonio, es la gran diferencia entre los que se divorcian y los que no lo hacen. Si ponen énfasis en lo físico, temporal y económico, no podrán tener la determinación necesaria, para afianzar la estabilidad de su unión, darle el rumbo adecuado y no darse por vencidos, al intentar solucionar sus posibles conflictos, familiares y sociales.

Conocer la religión y practicarla conjuntamente entre los cónyuges, es todo un proceso que hay que ir recorriendo: Creer y profundizar en el conocimiento del cónyuge, porque el conocimiento lleva al entendimiento, y el entendimiento al diálogo, y el diálogo a la convivencia, y la convivencia al amor, y el amor a la oración conjunta. La ignorancia religiosa nunca es buena, aunque al principio parezca hacer la vida más fácil, sencilla o apetecible.

El divorcio es una de las principales fuente de sufrimiento, para las familias. Todos tienen que hacer un frente común, para poner las defensas necesarias y así poder alejarse de él y evitarlo. La abstinencia por amor, en los casos de seguimiento de la planificación familiar natural, la fidelidad y la vida saludable sexualmente, son la auténtica vía segura, para alejarse del grave problema de los divorcios.

Las 10 reglas de oro para fortalecer el matrimonio y evitar el divorcio:

1.     Apoyarse, animarse y tratar mutuamente, para estar unidos y así descubrir, comprender y satisfacer, hasta los pequeños detalles o las necesidades más profundas del cónyuge.

2.     Auscultar, discernir e interpretar los sentimientos y calidad de vida del cónyuge, para corregir lo que se necesario, en su beneficio y en el de la familia.

3.     Celebrar la felicidad emocional, física y espiritual de la convivencia, para sentirse cada vez más apreciado por el cónyuge.

4.     Considerar que las omisiones, de las obligaciones comprometidas, son tan nefastas, como las malas acciones conyugales.

5.     Entregarse incondicionalmente, como cónyuge, prometiéndose fidelidad en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad y todos los días de la vida.

6.     Huir de los espejismos que engañan, haciendo creer que la felicidad terrenal, está fuera del propio matrimonio y de la familia.

7.     Perdonarse mutuamente, declarando y admitiendo los errores u ofensas cometidas, para volver a ser aceptado por el cónyuge.

8.     Perseverar en el mutuo amor, en las situaciones fáciles o difíciles, sin dejarse llevar por fantasías, que siempre conducen al divorcio.

9.     Protegerse mutuamente de las amenazas visibles e invisibles de la sociedad, contra el matrimonio, construyendo un sentimiento de seguridad y estabilidad dentro de la familia.

10. Renovar periódicamente el amor, para fortalecer el mutuo compromiso de crecimiento y entrega, ilimitada y absoluta.

La comodidad en los matrimonios, es un monstruo que arrastra con todo. El matrimonio es entrega total e incondicional al cónyuge, por lo que, el que hace las cosas a su única manera y se asienta en su comodidad, sabe que el monstruo del divorcio, devorará su matrimonio.

No todo lo que es posible hacer, es moralmente aceptable. Algunos creen que en esta dictadura del relativismo, todo está permitido. Por eso los desvaríos en los matrimonios, que arrastran al divorcio, están representados en el aborto legal, la infidelidad, las enfermedades sexuales y en todo cuanto implique renuncia y contrariedad, a las virtudes y valores humanos.

Se debe pedir a Dios con sinceridad y con hechos reales, no con promesas, (A Dios rogando, pero con el mazo dando) para que ayude a los cónyuges a quererse mucho, a entregarse mutua e incondicionalmente y sin esperar recibir compensación alguna. Si se pide insistentemente por los hijos, es seguro que Dios no los abandonará. Mucho menos si esa petición y esos hechos, los realizan conjuntamente los cónyuges, pidiendo y deseando llegar, a los mismos objetivos de amarse mutuamente, y de soportar todas los problemas que puedan surgir.

Los peligros de llegar a los divorcios, son muchos, y están enumerados en los artículos adjuntos. Pero los principales frentes que hay que luchar, para tener matrimonios felices y duraderos,  son los siguientes: El dinero, cómo ganarlo y administrarlo bien. La planificación o no, de la concepción de los hijos y su relación con la sexualidad de los cónyuges. La crianza de los hijos, de forma que unan y no separen al matrimonio. Las relaciones entre los cónyuges, en sus aspectos de afectividad, educación, respeto, etc. Los aspectos sociales, los culturales, los legales, los políticos, las costumbres familiares y grupales, las situaciones externas, etc.  Estos conceptos bien llevados, se pueden solucionar en gran parte, pidiéndole a Dios su ayuda, juntos.

Hay muchas y muy diversas estadísticas, sobre el porcentaje de divorcios de los matrimonios y uniones civiles. No puedo ni debo entrar a juzgar la calidad, ni las técnicas empleadas, ni sus objetivos buenos o manipuladores.

Algunas estadísticas están hechas técnicamente, pero otras tienen muy poco valor estadístico. Hay tantas variables en esos grupos demográficos y sus circunstancias, que son muy difíciles determinar, los porcentajes de divorcios en cada una de ellos, ya que dependen enormemente de muchos factores, aunque el principal sea el religioso.

Los 10 principales grupos de matrimonios o uniones analizadas: Dependiendo también de ciudades, naciones, personas, circunstancias, etc.

1.     Cónyuges de diferente o igual sexo.

2.     Duración de la unión previa al divorcio.

3.     Duración del procedimiento de divorcio (exprés o tradicional).

4.     Edades de los cónyuges.

5.     Estado civil, al contraer la unión.

6.     Nacionalidad de los cónyuges.

7.     Segundas uniones.

8.     Uniones interreligiosas.

9.     Uniones intersociales (razas, orígenes, culturas, educaciones, estudios, economías, edades, etc.).

10. Uniones sin hijos o con hijos y sus diferentes edades.

Todos tenemos que ayudar y estar junto a los cónyuges y sus familiares, que pasan por los malos momentos, donde se oigan “tambores de guerra”, o cuando aparezcan banderas rojas, avisando de las posibilidades del divorcio.

Los 10 principales aspectos para evitar los divorcios:

1.     Administrar conjuntamente los ingresos, gastos y ahorros familiares.

2.     Asistir juntos a los actos religiosos y rezar unidos en el hogar, mucho mejor, si es delante de los hijos.

3.     Haber preparado muy bien, desde el noviazgo, el futuro matrimonio, o complementado posteriormente, lo que no se había previsto.

4.     La comunicación continua, sincera, generosa, educada e íntima, incluso cuando llegan los problemas, graves o leves.

5.     Mantener en todo momento, una total fidelidad conyugal.

6.     Mantener una planificación familiar natural. Eso requiere mucho amor, para cuando sea necesaria ofrecer la abstinencia sexual, como un acto de amor incondicional, hacia la persona amada. Esta continencia, es fruto de la virtud de la templanza y de la castidad matrimonial.

7.     No tener relaciones sexuales, prematrimoniales.

8.     Practicar las virtudes y valores humanos, evitando la manipulación, el egoísmo y la violencia familiar.

9.     Saber perdonar los errores ajenos y aprender a reconciliarse.

10. Tener la capacidad para saber resolver los problemas que se presenten, antes de que crezcan o se compliquen, marchando los dos cónyuges, en la misma dirección.

El divorcio es una verdadera epidemia, pero hay muchas herramientas, para enfrentarlo y ganarle la guerra. Conocer y practicar las virtudes y valores humanos entre los cónyuges, es otro de los índices que hace disminuir, la posibilidad de divorcio. El buen ejemplo dado y recibido, de religiosidad convivida entre los cónyuges, es otra de las armas que sirve, para luchar contra el divorcio.

Hay que alegrarse de los progresos logrados frente al divorcio, entre los cónyuges que practican conjuntamente sus relaciones religiosas, desde el contexto humano de la educación en el amor. Además de entre otras cosas, tener siempre un férreo control, sobre las conductas ligadas a la infidelidad.

Uno de los conceptos que agravan, el porcentaje de divorcios, son las enfermedades de transmisión sexual, producidas por las infidelidades. Los cónyuges que mutuamente son fieles, tienen ganado mucho terreno, ante el flagelo del divorcio.

Las infidelidades traen las consecuencias de las infecciones, las graves explicaciones obligatorias, el rechazo a continuar en unión, el mantener los secretos, que muchas veces son a voces, las obligaciones que se contraen con las infidelidades, etc. Todas estas situaciones son, las que hacen acercarse cada vez con más intensidad, hacia la decisión voluntaria u obligatoria del divorcio. Si se evitan esos peligros, se aumenta la distancia hacia el divorcio.

Cuando se quieren y se entregan total e incondicionalmente los cónyuges, ninguno de ellos debe permitir que el otro, tome riesgos relacionados con las prácticas sexuales legitimas matrimoniales. El uso de los anticonceptivos, son riesgos para los que los usan, que algunas veces por un amor mal entendido, por comodidad o por imposición, lo hacen sin percatarse de las graves consecuencias. Ese egoísmo, puede alertar a la otra persona, que no hay un verdadero amor incondicional y que por lo tanto, esos cónyuges, entran en el camino de la autodefensa, que puede terminar muy fácilmente en el divorcio.

Cada uno de estos conceptos es un sumatorio, en el índice de los porcentajes de los matrimonios que se divorcian. A mayor exposición ante los anticonceptivos, las infidelidades, los abusos, etc. mayores serán las posibilidades de divorcio, mientras que los que rezan juntos y llevan una buena planificación familiar natural, el índice de divorcios disminuirá, hasta llegar casi al cero por ciento.

La fidelidad al cónyuge es lo que le hace ser más grande y la fidelidad a la práctica de las virtudes y valores humanos, es lo que le hace ser único, para uno mismo y para el otro cónyuge. La fidelidad se consigue, formando la conciencia día a día, con el amor, la reflexión, la educación y el estudio. De ahí la importancia que tiene cada día, el dedicar unos minutos para cultivar buenos y rectos pensamientos, para que ayuden a conservar la fidelidad.

Los 6 elementos esenciales, que ayudan a alejarse de las posibilidades del divorcio:

1.     Amar incondicionalmente a quien se debe amar, por voluntad propia y por el compromiso irrenunciable adquirido, por el bien del cónyuge. Amor racional y amor espiritual, no amor instintivo, ni sensible, ni egoísta, ni acomodado. Amor alejado de los sucedáneos, como la permisividad y los caprichos.

2.     Estar alerta de los signos internos y externos, que pudieran perjudicar al matrimonio, preguntando, observando, dialogando, utilizando la inteligencia y la voluntad, para mutuamente encauzarse, orientarse, motivarse y limitarse.

3.     Fomentar los hábitos de conducta, constructivos y virtuosos, de la constancia, la decisión, la voluntad y el esfuerzo, para que el matrimonio se oriente con la brújula de la religión.

4.     Saber distinguir el bien del mal, lo bueno de lo malo, lo correcto de lo incorrecto, lo que suma al matrimonio y a la familia y lo que le resta, lo que lo hace sólido y lo que lo hace líquido.

5.     Tolerancia total entre los cónyuges, unida a la generosidad, al mutuo sacrificio, a la renuncia del yo y dedicación al tú, a la fortaleza disciplinada y a la bondad, que es la capacidad de hacer el bien.

6.     Unidad absoluta y para siempre, en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad. En la educación de los hijos, en la administración de los bienes, en la solidez y criterio de las decisiones familiares, en la mutua guía y apoyo, como referencia al bien común, para tratar de conseguir una familia sana, fuerte y fructífera.

Para eliminar las posibilidades, de caer en el complejo e irreversible problema del divorcio, se necesitan mentes que sepan realizar síntesis lúcidas, inteligentes y condensadas en lo esencial, ante las claras señales de advertencia, que emiten los actos, que llevan indefectiblemente al divorcio.

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