Archivo de julio 2009

10 Condiciones mínimas para otorgar el perdón en el matrimonio

ESCUELA PARA PADRES

 

10 Condiciones mínimas para otorgar el perdón en el matrimonio

 

1,795 Palabras. Tiempo de lectura 6:50 minutos

Algunos artículos relacionados:

  • El perdón explicado a los hijos (II)

 

Voy a poner énfasis en el perdón en los casos graves de: Infidelidades, maltratos físicos o emocionales, abusos infantiles, adicciones a las drogas, juegos, alcohol, derroches económicos, etc. Ejercitar la virtud del perdón es una decisión tanto para la esposa como para el esposo, pero en algunos párrafos me referiré al perdón más usual que es el que ofrecen las esposas a los esposos, ya que esta situación es la más comentada actualmente.

 

Todos tenemos que perdonar no solamente siete veces, si no setenta veces siete, que quiere decir que hay que perdonar siempre, máxime si queremos los demás nos perdonen a nosotros. La convivencia diaria origina pequeños roces que muchas veces requieren el inmediato y sincero perdón, sin más explicaciones. En otro artículo comentaré como el perdón tiene muchas más ventajas para el que lo otorga que para el que lo recibe, ya que aunque el verdadero perdón es una opción voluntaria, también es un proceso que hay que irlo fomentando poco a poco.

 

10 Condiciones mínimas para otorgar el perdón en casos de faltas graves.  

 

  1. Que el perdón se solicite antes de otorgarse y que se pida clara, concreta y sinceramente.
  2. Que el ofensor demuestre sin equívocos ni dobleces un firme arrepentimiento.
  3. Que el ofensor exprese claramente el propósito de no volver a repetir la ofensa, bajo la condición de “tolerancia cero” a la más mínima veleidad.
  4. Que se intente restañar las heridas o cicatrices producidas, todavía abiertas o ya cerradas.
  5. Que se proponga un plan con sus fases y fechas para poner los medios necesarios y razonables para evitar las causas que motivaron la culpa grave por la que se pide el perdón. Quien evita la ocasión evita el peligro.
  6. Que haya un proyecto perfectamente claro de seguimiento y control de los medios a emplear y de la consecución de los propósitos u objetivos establecidos, expresándose en “banderas rojas” que avisen con antelación suficiente las modificaciones sobre lo pactado o que avisen la llegada de peligros.   
  7. Que haya un nuevo acuerdo de mínimos para la convivencia, como una hoja de ruta, expresada en todos los conceptos: Económicos, religiosos, civiles, sociales, «amorosos», familiares, etc. Como si fuera unas capitulaciones prematrimoniales.
  8. Que quede bien establecido que no habrá nuevas oportunidades de reconciliación si se repiten las faltas graves.
  9. Que se acepten claramente las graves consecuencias que han supuestos para los otros miembros de la familia, en el presente y supondrán en el futuro las acciones tomadas que ahora se discuten, con el fin de proteger en el futuro de esas malas acciones a los mas indefensos y si es posible repararles el daño causado.
  10. Que se comprometan solemnemente ambas partes a eliminar el rencor, el resentimiento y la desconfianza y a intentar sustituirlos por el amor, la educación y la feliz convivencia.  

No es negociable la repetición de las faltas graves, se pueden perdonar pero hay que extirparlas, sea como sea, «por la razón o por la fuerza» como dicen los chilenos. Hay muchas formas de hacerlo, sin ruido pero con energía. Nadie debe convivir con el enemigo en casa, tiene que haber un -hasta aquí hemos llegado- o un -basta ya- Las hogueras hay que apagarlas totalmente enterrándolas, no vaya a ser que quede algún rescoldo y resurja el problema. De nada habría servido el perdón.

En casos graves otorgar el perdón sin ninguna contraprestación es un acto interno lleno de buena voluntad y gran satisfacción para el que lo otorga, pero que no surte ningún efecto externo si no conlleva para el culpable las condiciones comentadas en el párrafo anterior. Si el culpable se siente perdonado sin hacer ningún esfuerzo por su parte, no tendrá muchas ganas de cambiar de actitud y seguramente repetirá las faltas graves tantas veces como le parezca conveniente.

La infidelidad y otras faltas graves son errores que producen daños irreversibles. Pero todo el mundo puede tener don y privilegio de poder ejercer el perdón supeditado a las condiciones anteriormente indicadas. Otros, antes que nosotros nos han dado el maravilloso ejemplo de ejercer el don del perdón, incluso por causas mucho mayores.

 

El perdón es para comenzar un nuevo camino prometedor, mucho más importante si se tienen hijos dependientes. Ellos tienen amor por sus padres y quieren, necesitan y tienen derecho a ver a sus padres unidos, felices y sin rencores. El perdón otorgado con amor, inteligencia y sin rencor enaltece a la persona que lo otorga aunque sea la agraviada, además que le libera de las cadenas que los odios y rencores atan al pasado y no permiten disfrutar del presente ni del futuro.

 

La resiliencia es un concepto que emplean los técnicos para demostrar  resistencia, flexibilidad y no rotura y es lo que se necesita practicar en muchos matrimonios. Las palmeras resisten a los huracanes, la mayoría de los otros árboles se caen. Un matrimonio sólido y bien formado puede sentarse a dialogar para encontrar soluciones a los graves problemas matrimoniales. Un matrimonio sin formación religiosa, social y humana es muy difícil que puedan llegar a acuerdos que conlleven un firme perdón.

 

Para muchos culpables de faltas graves es muy difícil pedir perdón, debido al mal entendido orgullo humano, y en el fondo porque no tienen ni arrepentimiento ni propósito de la enmienda. También influye el que no quieren pedir perdón ni cambiar sus hábitos de vida porque saben que la esposa no tiene muchas alternativas de exigir ese perdón y poner condiciones de continuidad en el matrimonio. Saben que por la falta de preparación de la esposa y el instinto maternal hacia los hijos, si es que los hay, la esposa tendrá que asumir y aguantar las faltas graves que su marido le haga, porque no tiene donde poder ir si no es mantenida por su marido.

 

Es muy triste ver que esta situación se repite continuamente, principalmente en los grupos sociales menos favorecidos, donde las esposas no tienen la preparación para poder vivir independientemente, por lo que se ven supeditadas  aguantar las faltas graves de sus maridos sin poder rebelarse ante situaciones insostenibles. De ahí la insistencia de todos los padres de recomendar y si fuera posible exigir que los hijos no se casen sin tener resuelta previamente la posibilidad de alternativas económicas para que no tengan nadie que sufrir maltratos físicos o emocionales. También las esposas tienen la obligación de estar preparadas profesionalmente para que en el supuesto caso de que llegue un divorcio puedan continuar su vida en otras avenidas que le permitan mantenerse a ella y a sus hijos.

 

Los padres deben insistir a sus hijos que el matrimonio no es una meta a la que hay que llegar a cualquier precio, es el principio de una maravillosa situación llena de cosas buenas y menos buenas.  Si la persona esta bien formada moral y profesionalmente, tiene una extraordinaria defensa ante las posibles faltas graves de su marido. Un marido es mas proclive a cometer faltas graves si sabe de antemano que no le pasara nada, que esas faltas se las admitirán porque a la esposa no le queda mas remedio que seguir con él y por lo pronto no tendrá que mostrar ningún arrepentimiento, ni evitará la reincidencia. Sin embargo, si el marido sabe que su esposa puede ser independiente económica y socialmente sin necesidad de estar supeditada a él, tendrá mucho más cuidado en su mal comportamiento. De ahí la necesidad de la educación, principalmente de las esposas que son las mas vulnerables, en todos los aspectos de la vida.

 

Hay que intentar no mirar a los casos graves que han sucedido, aunque no se deben olvidar para que no vuelvan a ocurrir. Solamente hay que acordarse de ellas si se puede sacar alguna lección positiva. Si ha habido alguna cosa mal hecha y se puede corregir, hay que correr a hacerlo, nunca es demasiado tarde. Esposo y esposa tienen que abrir sus corazones, intentando una y otra vez dialogar hasta llegar a los acuerdos necesarios. A lo mejor el culpable o ambos están necesitando explicar los motivos de la falta grave pero bajo el prisma del perdón, del no olvido y de la tolerancia cero.

 

Tiene que esforzarse mutuamente en recomponer sus vidas. De estas desgraciadas situaciones ambos esposos siempre salen perdiendo si no han cumplido las promesas que se hicieron en el matrimonio. Si el o ella han sido unos miserables frente a la heroicidad de la otra parte que ha mantenido la fidelidad, deben demostrarse que el perdón les hará mas fuertes, tan fuertes como para perdonar sin tomar venganza, para rehacer una vida juntos, pero también, si es necesario, para romper las relaciones, sin ninguna nueva oportunidad de reconciliación. El matrimonio no necesita mártires obligados.

No es propio de seres racionales hacer depender a la familia, el apoyo vital sobre el que subsistimos, de una emoción veleidosa, tal como la de perdono o no perdono. Las personas meditan inteligentemente lo que tienen que hacer, cuándo, cómo y porqué lo tienen que hacer. El amor al cónyuge es fruto de que Dios elevó este compromiso del matrimonio entre un hombre y una mujer a categoría de Sacramento indisoluble y para siempre, brindando su apoyo a los que lo reciben en estado de gracia para que puedan consagrar las nuevas vidas como elementos futuros en los que se cimentará la red humana de la convivencia. Eso no quiere decir que no habrá crisis en la vida matrimonial, que normalmente se deben a la soberbia, a la infidelidad, al orgullo, a la mala preparación, etc. 

El matrimonio se inventó como alianza, una alianza que no se puede disolver porque hay demasiado en juego. Los padres deben velar y poner los medios para que cuando la relación matrimonial se resquebraja, puedan reflotarla. Los sistemas a emplear varían, desde los buenos propósitos de mejora en aquello que importuna al otro, a acudir a profesionales como sacerdotes, pastores, rabinos, imanes, etc., según la religión que cada uno profese, que apuesten por la su pervivencia de los matrimonios a través del perdón y no por su disolución. Estos profesionales suelen estar están muy especializados en ofrecer soluciones multidisciplinarias, pues al fin y al cabo, cada separación es fuente de pobreza espiritual y económica para sus protagonistas, para la familia y para la sociedad, además de que genera pesimismo y falta de confianza social en esta institución. 

 

El perdón no es solamente de hecho y sin palabras, ni solo de palabras pero sin hechos. El verdadero perdón se manifiesta con palabras, con hechos y en los casos graves con condiciones.

 

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17 Preguntas al matrimonio, previas a un divorcio

ESCUELA PARA PADRES

 

17 Preguntas al matrimonio, previas a un divorcio

 

1,695 Palabras. Tiempo de lectura 6:12 minutos

 

Algunos artículos relacionados con el divorcio y el matrimonio:

 

 

17 Preguntas a un matrimonio, previas al divorcio. (Tanto el esposo como la esposa deben contestarlas por separado)

 

  1. Cuando se casaron, Vds. se comprometieron ante Dios y ante los hombres como matrimonio de marido y mujer, para siempre hasta que la muerte les separe, en la salud y en la enfermedad, en las alegrías y en las penas, o solamente se comprometieron a cumplir las leyes civiles, que les permiten divorciarse y volverse a casar, cuando les parezca oportuno. Esta primera respuesta es fundamental para seguir leyendo.
  2. En caso de que se divorcien, pueden cada uno mantenerse económica y socialmente por separado, sin disminuir su calidad de vida y la de los hijos si los hubiera?
  3. Hagan un listado de las 10 cosas que más le gustaban de él y de ella, que cada uno cree que han desaparecido, en el transcurso del matrimonio.
  4. Hagan un listado de las 10 cosas que actualmente menos le gustan, de él y de ella y que antes no existían o no las había visto.
  5. Cómo les gustaría que fuera su matrimonio, dentro de las posibilidades de la pareja. Enumeren los principales conceptos en cuanto a:
    1. Cantidad, calidad y forma de los tiempos de convivencia.
    2. Frecuencia de comunicación.
    3. Tratamiento íntimo y social como esposo y esposa.
    4. Administración de los ingresos de la pareja.
    5. Relaciones con las respectivas familias y amigos.
    6. Mejorar la formación profesional e intelectual.
    7. Si está de acuerdo o en desacuerdo con las previsiones económicas, sociales, profesional e intelectuales que hacen para el futuro.
  6. ¿Qué cosas han cambiado en Vds. desde que pensaron en divorciarse?
    1. En su apariencia, en el cuidado de su cuerpo, vestimenta, aspecto físico, tipos de conversaciones, estilo de vida, amistades, lecturas, programas de televisión, etc. En una palabra, si han abandonado su físico, imagen e intelecto.
    2. En el aspecto sentimental, si sus relaciones amorosas difieren de lo que podría considerarse como normales, teniendo en cuenta sus respectivas edades, apetencias y ganas de mantener el amor, que un día se profesaron y desearon.
    3. En el aspecto económico, si tienen un control normal de la economía familiar, en sus gastos e ingresos. (La causa principal de los divorcios son las dificultades, problemas o administraciones económicas).
    4. En el aspecto de administración del tiempo, si le dedica a su marido o esposa, el que le corresponde, o si dedica su tiempo a frecuentar las amistades, familiares, organizaciones sociales, políticas o religiosas u otros aspectos, que le quitan el tiempo familiar.
  7. ¿Qué cosas no le gustan a Vd. de su marido o esposa, y que antes si le gustaban o no le disgustaban, relacionadas con:
    1. Su carácter.
    2. Su aspecto.
    3. Sus relaciones intimas con Vd.
    4. Su forma de llevar la economía familiar.
    5. La relación con la familia de él o de ella.
    6. Sus amigos.
    7. Etc.  
  8. ¿Qué actividades querría hacer Vd. en pareja y cuales son las razones que esgrime su marido o esposa para no hacerlas?
  9. ¿Que opinión religiosa, moral y social tienen Vds. sobre un posible divorcio?
  10. ¿Si se divorcian, cómo se ven Vds. dentro de 5, 10 y 15 años, en relación con su calidad de vida económica, profesional, laboral, social, familiar y religiosa?
  11. Hagan un listado de los 10 principales defectos, que creen que tienen cada uno.
  12. Hagan un listado de los 10 principales defectos, que su marido o esposa le ha dicho que Vd. tiene, si es que se los ha dicho.
  13. Hagan un listado de las 10 principales virtudes que Vd. cree que tiene su marido o esposa.
  14. ¿Cuál es la relación de tiempo y afecto, que tiene Vd. con sus familiares directos?
  15. ¿Qué opinan de su esposo o esposa, familiares de Vd.?
  16.  ¿Qué tipo de relación tiene su esposo o esposa, con los familiares de Vd.? 
  17. ¿Qué está y están Vds. dispuestos a hacer, para salvar su matrimonio, antes de que sea tarde?

 

Para poder preparar un diálogo constructivo entre los esposos, antes de tomar cualquier decisión negativa e incluso para aclarar la situación de ambos, es necesario que ambos y por separado, escriban claramente y con sinceridad, sobre las 17 preguntas indicadas anteriormente. Es un auto examen de conciencia, actividades y actitudes, que les permitirá ver más claramente la decisión que vayan a tomar.

 

Cada uno tiene que tener muy claras y escritas fríamente, cuáles son las causas que a su juicio, le hacen sentirse dispuesto a divorciarse. Las respuestas a estas 17 preguntas u otras similares, le podrán ayudar a mantener diálogos constructivos entre los esposos, así como consultarlo con los especialistas elegidos entre sacerdotes, pastores, rabinos o imanes que conozcan. Estas personas, suelen tener una gran experiencia y siempre están dispuestos a escuchar las inquietudes, con mucha paciencia y dar buenos consejos, basados en lo que dicen en cada religión sobre el matrimonio, el divorcio y la familia.

 

El comienzo del diálogo entre los esposos, no es ofrecer una retahíla de quejas ni de exigencias, es exponer con amor, humildad, sinceridad, claridad y honradez, la verdadera situación del interior de cada uno, tratando que afloren las auténticas carencias y necesidades de ambos, incluso de los hijos y familiares relacionados. No puede ser un discurso aprendido, que al final no le afecte e impacte a nadie.

 

Algunas personas se plantean divorciarse, para auto justificar su desequilibrio o ganas de explorar otros tipos de vida, porque se han hartado de vivir su matrimonio, dicen que se aburren. Seguramente habrán podido perder la mutua confianza, la ilusión, la seguridad a la hora de compartir confidencias, las ganas de estar juntos y los objetivos soñados, que ya no son los mismos que cuando se casaron, más un largo etc. En muchas ocasiones su única alegación, es que se han aburrido como esposa y como marido, por lo que ya no encuentran satisfacción en seguir casados.

 

En este articulo no comento el análisis que tiene que hacer la pareja, cuando existen malos tratos físicos, emocionales, infidelidades, etc. En estas situaciones, ni la Iglesia ni la sociedad civil, ante quienes se comprometieron, quieren que haya mártires matrimoniales. Las soluciones las tienen que prever y ponerse la venda, antes que les den la pedrada. Todo el mundo tiene derecho a una segunda oportunidad, eso está muy bien, pero siempre que haya una demostración palpable y sincera, de un profundo propósito de la enmienda, soportado con hechos y en las condiciones mínimas que los esposos negocien. Es como si hicieran unas capitulaciones prematrimoniales, pero con tolerancia cero. 

 

Tienen que hablar muy claro entre los esposos, de que son y quieren ser los de siempre, los mismos que se prometieron amor incondicional, cuando se casaron. Pero tiene que hablar también muy claro, de cuales son los mínimos de confianza que tienen que mantener y sobre todo, dejar bien claras las cosas que no son negociables.

 

Ningún árbol nace torcido, se tuercen porque normalmente no los cuidamos bien. Cuando las personas llegan al matrimonio, están llenas de buenas intenciones, luego las circunstancias internas o externas, no bien entendidas o pensadas, les llevan a cometer errores irreversibles y a cambiar de actitud.

 

La primera recomendación es, que no pierdan la cercanía y comunicación entre los esposos, hijos si los hubiera, familiares y amigos, de modo que se mantengan abiertos, todos los posibles cauces de comunicación.

 

Para tomar alguna decisión importante, tendrán que llegar a acuerdos difíciles sobre las futuras relaciones personales como pareja. Incluso puede pasar que en esos momentos, no les apetezca empezar a negociar o que prefieran dejarlos aparcados en un cajón, creyendo que el tiempo va a hacer su trabajo. Eso deben saber que no es cierto, y que los acuerdos a los que tengan que llegar, si es que tienen que llegar a alguno, mejor los hacen ahora, que más adelante. En todos los buenos acuerdos, las dos partes sufren mucho, sobre todo en los que hay un horizonte de posible divorcio, ya que algunas veces, tienen que desnudarse el alma y dejar jirones de lana en la alambrada y eso no es agradable.

 

Cuando dos personas deciden unirse y convivir, adoptando el estado matrimonial, los objetivos y resultados, deben estar bien claros para ambos. Deben examinar profundamente, si han llegado a cumplir lo que en su día se prometieron realizar. Es decir, si han puesto los medios y han conseguido que su unión les haya hecho crecer en su amor, en la mejora religiosa y en las prácticas que conlleva, en la mejora económica, en la mejora profesional, en la mejora social, en la mejora del conocimiento, en la mejora de las previsiones de su futuro, en crear una familia unida que marche al mismo ritmo, etc.

 

Es necesario entender que el matrimonio, hace que dos personas juntas, puedan realizar mucho más para cada uno de éllos, que si lo intentan hacer por separado, a no ser que los objetivos de su unión, estén circulando en otra dirección, que los medios que han dedicado para cumplir esas mejoras, los han distraído a cosas ajenas a su unión y que solamente, han puesto énfasis en la parte lúdica de su nueva vida. Tienen muchos sistemas para medir y enterarse, de los objetivos propuestos y de los resultados obtenidos. Deben hacer un balance que mida dónde estaban, dónde están y dónde seguramente estarán, en los próximos tiempos.

 

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El diálogo, explicado a los hijos

ESCUELA PARA PADRES

 El diálogo, explicado a los hijos 

1,583 Palabras Tiempo de lectura 7:45 minutos

 

Definición: Conversación o comunicación entre dos o más personas, que alternativa y educadamente, manifiestan sus ideas buscando avenencia, con coherencia lógica y prestándose atención. Dialogar no es discutir, ni disputar, ni avasallar, ni imponer, ni emplear la violencia, ni reñir. Dialogar tampoco son los monólogos de las partes enfrentadas delante de las bocas de sus armas para gritar sus ideas. Eso se llama “echar un pulso” o “tour de force” para ver quien presiona e impresiona más a la parte contraria, como es el caso de algunos mal llamados diálogos políticos. 

Hay matices muy importantes entre el concepto de dialogar, conversar y hablar con los hijos. También muchas diferencias entre estas acciones, si van acompañadas de agresividad, malas formas o se han convertido en monólogos, que impiden llegar a acuerdos o entendimientos.

 

Los padres tienen que tener un diálogo muy fluido con sus hijos, pues les servirá como enseñanza, la cual será proyectada  para que en el futuro, puedan dialogar con facilidad en todos los órdenes de la vida. Pero es muy difícil para los padres dialogar con los hijos y enseñarles a dialogar, si previamente entre el matrimonio, no se han acostumbrado a dialogar con corrección y mucha educación.

 

El diálogo es para compartir ideas entre dos o más interlocutores. En los diálogos salen a relucir lo mejor y lo peor de los caracteres de los interlocutores, pues las palabras dichas, revelan las intenciones, estados de ánimo y conocimientos de cada uno de ellos, que de otra forma se mantendrían ocultas. El diálogo tiene que estar presidido por el criterio de apertura, hacia las ideas del interlocutor y siempre con una gran disposición, si fuera necesario, a modificar los puntos de vista propios. Si no existen estos dos grandes conceptos, el diálogo se convierte en discusión o monólogo. Sirve para que ambos interlocutores, no solamente se oigan, sino también para que se escuchen. En el diálogo deben prevalecer las formas más sutiles de civismo, educación y buenas maneras, evitando la prepotencia y el desprecio, teniendo claro que no se debe dialogar de forma contraria, a la que a cada uno le gustaría percibir.

 

En el diálogo se deben tener en cuenta también, los puntos fuertes y los débiles de cada una de las partes, pues si se ocultan, se convierte en una posición de intento de dominio o de faltar a la verdad. El diálogo es para buscar la verdad, aunque haya que contemplar diferentes y contradictorias opiniones, sin tenerlas que aceptar. La retórica es para intentar persuadir, convencer y manipular a los interlocutores, con las propias opiniones. El objetivo del diálogo, no es que todos se queden felices y conformes, sino la búsqueda de la verdad, aunque ésta sea desagradable. Dialogar es buscar la verdad sin temor a los retos que conlleve su búsqueda, en pro del bienestar individual o general, reconociendo las diferencias.

 

Del diálogo constructivo pueden salir soluciones, pero con los monólogos o peroratas nunca suele salir nada bueno. Se puede conseguir mejor reconducir una situación o conseguir objetivos imposible, a través de un buen diálogo, bien preparado y ejecutado, que con un monólogo lleno de ira o falto de razón.

 

 Hay personas muy sabias, que son muy buenos oradores, pero no tienen la práctica del diálogo, ya que están acostumbradas a hablar “ex cátedra” sin que nadie les discuta, comente o contradiga sus palabras. Cuando les plantean un diálogo, se encuentran faltos de la agudeza y gimnasia mental necesarias, para mantener diálogos constructivos, que beneficien a los interlocutores. Es imprescindible aceptar que existen otras opiniones diferentes, saber rebatirlas con argumentos sólidos, y saber callar para conseguir mejor y más información, para aplicarla posteriormente. No es justificable socialmente el hablar en una sola dirección, sin dar a otros la oportunidad de dialogar o responder.

 

Dialogar no es descargar con agresividad una serie de palabras, sin dar lugar a que el otro pueda responder. Dialogar no es hablar sin que las otras personas puedan cuestionar, lo que el interlocutor está diciendo. Como ejemplo los políticos en sus discursos, los maestros en las escuelas o universidades, los sacerdotes, pastores, rabinos o imanes desde el pulpito, etc.

 

Las técnicas del diálogo son muchas y hay libros muy interesantes para explicarlas. Ya los antiguos sabios de Grecia, Aristóteles, Sócrates y Platón, daban una gran importancia a los diferentes tipos de diálogos que practicaban. Dialogar es un arte que se tiene que aprender, poco a poco y practicarlo muchas veces y con diferentes interlocutores, para poderlo aplicar en las diversas situaciones de la vida, en la familia, en los estudios y en la sociedad. El diálogo tiene unas fases de realización muy claras: La preparación del tema, la exposición, el saber escuchar con paciencia, el saber discernir lo escuchado, el responder adecuadamente sin herir a la otra u otras personas, etc.

 

Las tertulias es el mejor ejemplo del diálogo colectivo. Mucho mejor si son especializadas en temas concretos, pues de esa forma, todos aprenden mucho. Hay grupos sociales, donde las tertulias forman una parte muy importante de la vida social. Otros grupos sociales, se limitan a escuchar, contemplar o leer pasivamente, los comentarios de los medios de comunicación.

 

Las denominadas mesas de diálogo entre naciones, políticos, empresarios y trabajadores, representantes de religiones, negocios, etc., son muy difíciles de organizar y realizar. Previamente a su convocatoria, se estudian con precisión y profesionalidad, todas las posibilidades, desde los lugares donde realizarlas, número y clases de personas, vestimentas, horarios, orden del día, preguntas y respuestas previsibles, etc. El lenguaje y las técnicas del diálogo, hay que aprenderlas y mejorarlas continuamente, para conseguir hacerlo serenamente, pues no es una actitud que se obtiene por arte de magia, es un valor que se conquista diariamente, con mucho esfuerzo, conocimientos y tenacidad. El dialogo se emplea en todos los términos de la vida, entre los distintos componentes de las familias, en situaciones de la política, entre países amigos o enemigos, entre dirigentes, entre las iglesias y entre las empresas.

 

El diálogo religioso, con independencia de las creencias que cada uno tenga, comienza con saber dialogar con Dios, con uno mismo, con la conciencia bien abierta, internamente, en la soledad, en silencio y en Paz.  Hay que saber dialogar con Dios para que El, también dialogue con nosotros.

 

No es solución reconciliarse a través del diálogo, si posteriormente no se vive como reconciliados, a través del diálogo realizado. Hay que aprender a convivir con el prójimo, deseándole lo mismo que deseamos para nosotros. Hay que administrar los resultados de los diálogos, pues si uno reconsidera su posición y acepta la de su contraparte, ninguno debe pensar que ganó y el otro perdió, simplemente, deben entender que llegaron a un acuerdo de mutua conveniencia. La contraparte en el diálogo, no debe ser vista como un enemigo, aunque sea una actitud muy metida en nuestra interioridad, la que muchas veces ha sido programada para desconfiar.

 

En el diálogo se debe considerar que la otra parte, busca llegar a acuerdos y entendimientos y no verla, como un obstáculo para nuestros intereses, ya que el diálogo no es solamente para afirmar la propiedad de las ideas de las partes, sino para no romper las mutuas relaciones. A la contraparte hay que considerarla, aceptarla y valorarla en su justo valor.

 

12 Principales aspectos a tener en cuenta en el diálogo:

 

  1. Centrar los temas del diálogo, mantener su concordancia evitando la dispersión, dejando muy claro lo que son falacias y sofismas, que alteran el sentido del dialogo.
  2. Definir o advertir previamente los objetivos, si son para divertirse, convencer, persuadir o engañar y así, poder fijar las posiciones de ambas partes.
  3. Determinar los tiempos que correspondan a cada dialogante, dando a todos sus correspondientes oportunidades.
  4. Emplear la máxima moderación, naturalidad y paciencia posible.
  5. Formas externas, ademanes, espacios, volumen de voz, sin engolamiento ni gritos, procurando mantener una buena sonrisa.
  6. Intentar utilizar las palabras adecuadas, dentro del nivel y contexto, utilizando los sinónimos y antónimos adecuados.
  7. Mantener la verdad, pues las palabras pueden hacer más daño que las espadas.
  8. Mantener un lenguaje fonético y corporal, que corrobore lo dialogado.
  9. No intentar tener razón, a toda costa.
  10. Pensar antes de hablar y administrar bien los silencios.
  11. Ponerse en la situación de las otras personas dialogantes, ofreciéndoles el máximo respeto posible.
  12. Tener un gran sentido del ridículo

 

14 Sentencias relacionadas con el diálogo

 

  1. Desciende al nivel de tu interlocutor, para no humillarle o desorientarle.
  2. Dialogar, enriquece siempre.
  3. Las tres mejores formulas para hallar la solución a los problemas de la pareja, de la familia y de la sociedad, son: Dialogar, dialogar y dialogar.
  4. El diálogo entre sordos, es el que ninguno de los dos interlocutores escucha.
  5. El dialogo de besugos, es que cada uno habla de cosas distintas.
  6. Para dialogar preguntad primero; después… escuchad.
  7. Que el diálogo de las armas, deje lugar a las armas del diálogo.
  8. Dialogo mucho conmigo mismo, porque soy el hombre que tengo mas a mano.
  9. Para saber dialogar, hay que saber pensar, escuchar y callar a tiempo.
  10. Al dialogar hay que procurar que las palabras, sean mejores que los silencios.
  11. Dialogar es ante todo, saber escuchar.
  12. En los diálogos, la calidad de las palabras vale más que la elocuencia.
  13. Los hombres muy locuaces, destruyen el placer del dialogo.
  14. En el dialogo más vale una palabra a tiempo, que cien a destiempo

 

Habrá un próximo artículo sobre el diálogo en la familia, entre los esposos, entre los padres y los hijos, entre los padres y los abuelos, etc.

 

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