ESCUELA PARA PADRES
10 Condiciones mínimas para otorgar el perdón en el matrimonio
1,795 Palabras. Tiempo de lectura 6:50 minutos
Algunos artículos relacionados:
- El perdón explicado a los hijos (II)
Voy a poner énfasis en el perdón en los casos graves de: Infidelidades, maltratos físicos o emocionales, abusos infantiles, adicciones a las drogas, juegos, alcohol, derroches económicos, etc. Ejercitar la virtud del perdón es una decisión tanto para la esposa como para el esposo, pero en algunos párrafos me referiré al perdón más usual que es el que ofrecen las esposas a los esposos, ya que esta situación es la más comentada actualmente.
Todos tenemos que perdonar no solamente siete veces, si no setenta veces siete, que quiere decir que hay que perdonar siempre, máxime si queremos los demás nos perdonen a nosotros. La convivencia diaria origina pequeños roces que muchas veces requieren el inmediato y sincero perdón, sin más explicaciones. En otro artículo comentaré como el perdón tiene muchas más ventajas para el que lo otorga que para el que lo recibe, ya que aunque el verdadero perdón es una opción voluntaria, también es un proceso que hay que irlo fomentando poco a poco.
10 Condiciones mínimas para otorgar el perdón en casos de faltas graves.
- Que el perdón se solicite antes de otorgarse y que se pida clara, concreta y sinceramente.
- Que el ofensor demuestre sin equívocos ni dobleces un firme arrepentimiento.
- Que el ofensor exprese claramente el propósito de no volver a repetir la ofensa, bajo la condición de “tolerancia cero” a la más mínima veleidad.
- Que se intente restañar las heridas o cicatrices producidas, todavía abiertas o ya cerradas.
- Que se proponga un plan con sus fases y fechas para poner los medios necesarios y razonables para evitar las causas que motivaron la culpa grave por la que se pide el perdón. Quien evita la ocasión evita el peligro.
- Que haya un proyecto perfectamente claro de seguimiento y control de los medios a emplear y de la consecución de los propósitos u objetivos establecidos, expresándose en “banderas rojas” que avisen con antelación suficiente las modificaciones sobre lo pactado o que avisen la llegada de peligros.
- Que haya un nuevo acuerdo de mínimos para la convivencia, como una hoja de ruta, expresada en todos los conceptos: Económicos, religiosos, civiles, sociales, «amorosos», familiares, etc. Como si fuera unas capitulaciones prematrimoniales.
- Que quede bien establecido que no habrá nuevas oportunidades de reconciliación si se repiten las faltas graves.
- Que se acepten claramente las graves consecuencias que han supuestos para los otros miembros de la familia, en el presente y supondrán en el futuro las acciones tomadas que ahora se discuten, con el fin de proteger en el futuro de esas malas acciones a los mas indefensos y si es posible repararles el daño causado.
- Que se comprometan solemnemente ambas partes a eliminar el rencor, el resentimiento y la desconfianza y a intentar sustituirlos por el amor, la educación y la feliz convivencia.
No es negociable la repetición de las faltas graves, se pueden perdonar pero hay que extirparlas, sea como sea, «por la razón o por la fuerza» como dicen los chilenos. Hay muchas formas de hacerlo, sin ruido pero con energía. Nadie debe convivir con el enemigo en casa, tiene que haber un -hasta aquí hemos llegado- o un -basta ya- Las hogueras hay que apagarlas totalmente enterrándolas, no vaya a ser que quede algún rescoldo y resurja el problema. De nada habría servido el perdón.
En casos graves otorgar el perdón sin ninguna contraprestación es un acto interno lleno de buena voluntad y gran satisfacción para el que lo otorga, pero que no surte ningún efecto externo si no conlleva para el culpable las condiciones comentadas en el párrafo anterior. Si el culpable se siente perdonado sin hacer ningún esfuerzo por su parte, no tendrá muchas ganas de cambiar de actitud y seguramente repetirá las faltas graves tantas veces como le parezca conveniente.
La infidelidad y otras faltas graves son errores que producen daños irreversibles. Pero todo el mundo puede tener don y privilegio de poder ejercer el perdón supeditado a las condiciones anteriormente indicadas. Otros, antes que nosotros nos han dado el maravilloso ejemplo de ejercer el don del perdón, incluso por causas mucho mayores.
El perdón es para comenzar un nuevo camino prometedor, mucho más importante si se tienen hijos dependientes. Ellos tienen amor por sus padres y quieren, necesitan y tienen derecho a ver a sus padres unidos, felices y sin rencores. El perdón otorgado con amor, inteligencia y sin rencor enaltece a la persona que lo otorga aunque sea la agraviada, además que le libera de las cadenas que los odios y rencores atan al pasado y no permiten disfrutar del presente ni del futuro.
La resiliencia es un concepto que emplean los técnicos para demostrar resistencia, flexibilidad y no rotura y es lo que se necesita practicar en muchos matrimonios. Las palmeras resisten a los huracanes, la mayoría de los otros árboles se caen. Un matrimonio sólido y bien formado puede sentarse a dialogar para encontrar soluciones a los graves problemas matrimoniales. Un matrimonio sin formación religiosa, social y humana es muy difícil que puedan llegar a acuerdos que conlleven un firme perdón.
Para muchos culpables de faltas graves es muy difícil pedir perdón, debido al mal entendido orgullo humano, y en el fondo porque no tienen ni arrepentimiento ni propósito de la enmienda. También influye el que no quieren pedir perdón ni cambiar sus hábitos de vida porque saben que la esposa no tiene muchas alternativas de exigir ese perdón y poner condiciones de continuidad en el matrimonio. Saben que por la falta de preparación de la esposa y el instinto maternal hacia los hijos, si es que los hay, la esposa tendrá que asumir y aguantar las faltas graves que su marido le haga, porque no tiene donde poder ir si no es mantenida por su marido.
Es muy triste ver que esta situación se repite continuamente, principalmente en los grupos sociales menos favorecidos, donde las esposas no tienen la preparación para poder vivir independientemente, por lo que se ven supeditadas aguantar las faltas graves de sus maridos sin poder rebelarse ante situaciones insostenibles. De ahí la insistencia de todos los padres de recomendar y si fuera posible exigir que los hijos no se casen sin tener resuelta previamente la posibilidad de alternativas económicas para que no tengan nadie que sufrir maltratos físicos o emocionales. También las esposas tienen la obligación de estar preparadas profesionalmente para que en el supuesto caso de que llegue un divorcio puedan continuar su vida en otras avenidas que le permitan mantenerse a ella y a sus hijos.
Los padres deben insistir a sus hijos que el matrimonio no es una meta a la que hay que llegar a cualquier precio, es el principio de una maravillosa situación llena de cosas buenas y menos buenas. Si la persona esta bien formada moral y profesionalmente, tiene una extraordinaria defensa ante las posibles faltas graves de su marido. Un marido es mas proclive a cometer faltas graves si sabe de antemano que no le pasara nada, que esas faltas se las admitirán porque a la esposa no le queda mas remedio que seguir con él y por lo pronto no tendrá que mostrar ningún arrepentimiento, ni evitará la reincidencia. Sin embargo, si el marido sabe que su esposa puede ser independiente económica y socialmente sin necesidad de estar supeditada a él, tendrá mucho más cuidado en su mal comportamiento. De ahí la necesidad de la educación, principalmente de las esposas que son las mas vulnerables, en todos los aspectos de la vida.
Hay que intentar no mirar a los casos graves que han sucedido, aunque no se deben olvidar para que no vuelvan a ocurrir. Solamente hay que acordarse de ellas si se puede sacar alguna lección positiva. Si ha habido alguna cosa mal hecha y se puede corregir, hay que correr a hacerlo, nunca es demasiado tarde. Esposo y esposa tienen que abrir sus corazones, intentando una y otra vez dialogar hasta llegar a los acuerdos necesarios. A lo mejor el culpable o ambos están necesitando explicar los motivos de la falta grave pero bajo el prisma del perdón, del no olvido y de la tolerancia cero.
Tiene que esforzarse mutuamente en recomponer sus vidas. De estas desgraciadas situaciones ambos esposos siempre salen perdiendo si no han cumplido las promesas que se hicieron en el matrimonio. Si el o ella han sido unos miserables frente a la heroicidad de la otra parte que ha mantenido la fidelidad, deben demostrarse que el perdón les hará mas fuertes, tan fuertes como para perdonar sin tomar venganza, para rehacer una vida juntos, pero también, si es necesario, para romper las relaciones, sin ninguna nueva oportunidad de reconciliación. El matrimonio no necesita mártires obligados.
No es propio de seres racionales hacer depender a la familia, el apoyo vital sobre el que subsistimos, de una emoción veleidosa, tal como la de perdono o no perdono. Las personas meditan inteligentemente lo que tienen que hacer, cuándo, cómo y porqué lo tienen que hacer. El amor al cónyuge es fruto de que Dios elevó este compromiso del matrimonio entre un hombre y una mujer a categoría de Sacramento indisoluble y para siempre, brindando su apoyo a los que lo reciben en estado de gracia para que puedan consagrar las nuevas vidas como elementos futuros en los que se cimentará la red humana de la convivencia. Eso no quiere decir que no habrá crisis en la vida matrimonial, que normalmente se deben a la soberbia, a la infidelidad, al orgullo, a la mala preparación, etc.
El matrimonio se inventó como alianza, una alianza que no se puede disolver porque hay demasiado en juego. Los padres deben velar y poner los medios para que cuando la relación matrimonial se resquebraja, puedan reflotarla. Los sistemas a emplear varían, desde los buenos propósitos de mejora en aquello que importuna al otro, a acudir a profesionales como sacerdotes, pastores, rabinos, imanes, etc., según la religión que cada uno profese, que apuesten por la su pervivencia de los matrimonios a través del perdón y no por su disolución. Estos profesionales suelen estar están muy especializados en ofrecer soluciones multidisciplinarias, pues al fin y al cabo, cada separación es fuente de pobreza espiritual y económica para sus protagonistas, para la familia y para la sociedad, además de que genera pesimismo y falta de confianza social en esta institución.
El perdón no es solamente de hecho y sin palabras, ni solo de palabras pero sin hechos. El verdadero perdón se manifiesta con palabras, con hechos y en los casos graves con condiciones.
Si tiene algún comentario, por favor escriba a francisco@micumbre.com
Si quiere leer otros artículos complementarios, visite www.micumbre.com