Archivo de junio 2010

La educación de la madre y su reflejo en el éxito o fracaso de los hijos

ESCUELA PARA PADRES 

La educación de la madre y su reflejo en el éxito o fracaso de los hijos 

  • 74 Virtudes y valores humanos que la  madre debe aprender, practicar y enseñar a los hijos.
  • 3 Conceptos principales en la educación de las madres.
  • 22 Situaciones en las que las madres son criticadas por sus hijos, aunque las hagan en beneficio de ellos. 

2,827 Palabras. Tiempo de lectura 10:20 minutos 

La madre, además de sus obligaciones como cónyuge, tiene también la dedicación como institutriz, tutora, enfermera, nutricionista, chef, administradora económica, profesora doméstica, consejera sentimental, policía familiar, etc. Construye, más amores sólidos con los hijos y más sólidos los amores. No busca lo extraordinario, sino hace extraordinario lo ordinario. Actúa en el presente, para cambiar el futuro. Asume la realidad que le toca vivir, pero siempre está dispuesta a seguir luchando para mejorarla. Ayuda a lograr un amor con una base sólida, con puntos muy buenos, como el lograr sacar provecho de los conflictos y capitalizarlos. 

Cuanto más educada esté una madre, mas probabilidades de futuro éxito tienen sus hijos y por sentido contrario, cuanto menos educada esté la madre, más probabilidades de fracaso tienen los hijos. Los hijos que sobresalen, en cualquier ambiente, pobre o rico, son los que tienen una madre bien educada, que ha transmitido con su ejemplo y con buenas lecciones didácticas, lo que sabían, sentían y aprendían. 

La madre tiene que tener bien presente, que ante el desgraciado número de divorcios, cada día en aumento, tendrá que prever la posibilidad de que le ocurra a ella y de las soluciones que tiene para poder seguir, con el mantenimiento y educación de los hijos, que probablemente se quedarán con ella. Por lo tanto, tendrá que prepararse económica, profesional y socialmente, para disminuir el gran choque que supone esa nueva situación. 

La madre junto al padre, forman una unidad de destino y ambos, tienen iguales funciones, innegociables e irrenunciables, en sus obligaciones de educar a sus hijos. Podrán ceder la tarea de educar a sus hijos, pero nunca podrán ceder la responsabilidad de hacerlo. Pueden tener diferencias muy significativas en la forma, pero no en el fondo, sobre la educación de los hijos. Esas diferencias tienen que ser complementarias, pero que nunca les eximan de sus principales obligaciones. Algunas veces tendrá que actuar, como el policía bueno y el policía malo, pero siempre de común acuerdo entre ellos y en beneficio de sus hijos. 

La madre no tiene que ser tan perfeccionista, que avinagre la existencia de los hijos, por sus continuas reprimendas ante cualquier caso, por muy pequeño que sea. Debe tener el difícil criterio de saber estirar y soltar, como en la pesca de la trucha, hasta conseguir los objetivos, que como madre se haya propuesto. Tienen en sus genes la educación innata, para la crianza y para enseñar a sus hijos desde que nacen, a abrirse paso en la vida inculcándoles las virtudes y valores humanos, que la madre conozca y practique. 

La madre debe aprovechar cada fallo de los hijos, como ejemplo para conseguir dar un paso hacia la perfección de ellos. Es más importante aprovechar el fallo de los hijos, para intentar su mejora, que para ponerles un castigo que algunas veces, no lleva a que se den cuenta de las alternativas de superación que podrían obtener con ese fallo. Tiene que ser realista y que lo importante no es mediar las veces que los hijos se caen, sino las veces que ella ha contribuido, a que se levanten. Las madres tienen que poner el listón de la educación, en lo más alto posible, para que los hijos traten de alcanzarlo. Si ponen bajas las expectativas de éxito en la educación religiosa, escolar, familiar y social, desgraciadamente es casi seguro, que se cumplirán, aunque hubieran podido llegar mucho más lejos si se lo hubieran propuesto, y les hubieran guiado por el buen camino de la disciplina y la responsabilidad. 

74 Virtudes y valores humanos que la  madre debe aprender, practicar y enseñar a los hijos, con independencia de las que, como cónyuge, le correspondan: 

Abnegación. Alegría. Amabilidad. Amistad. Amor. Autodisciplina. Bondad. Diligencia. Disciplina. Carácter. Coherencia. Comprensión. Confianza. Conocimiento. Constancia. Control. Conversación. Coraje. Cordialidad. Dar. Desprendimiento. Dialogo. Discreción Educación. Ejemplo. Entrega. Entusiasmo. Escuchar. Esfuerzo. Espíritu crítico. Fe. Fidelidad. Formación. Fortaleza Generosidad. Honestidad. Humildad. Humor. Justicia Liderazgo. Madurez. Obediencia. Objeción de conciencia. Optimismo. Oración. Orden. Paciencia. Paz. Perdón. Perfección. Perseverancia. Piedad. Plan de vida. Prudencia. Pudor. Puntualidad. Rectitud. Reflexión. Religiosidad. Respeto. Responsabilidad. Sacrificio Serenidad. Sinceridad. Solidaridad. Servicio. Templanza. Ternura. Tiempo. Tolerancia. Trabajo. Verdad. Vergüenza. Voluntad. Etc. 

Los hijos no heredan de la madre solamente sus rasgos genéticos, sino también una gran parte de la buena o mala educación que tiene ella. Me refiero a la educación como conjunto de formación académica, religiosa, de virtudes y valores, familiar, social, artística, etc. La madre representa las raíces familiares y hace que todo el entramado del árbol familiar, tenga sus sustentos en esas raíces. Por eso dejan una impronta imborrable en la educación de los hijos, que se va consolidando a medida que van pasando los años, donde la madre ejerce su función insustituible de educar a los hijos. Pasan los años y se siguen acordando de la mayoría de las cosas que les dijo su madre. El espíritu y la educación de la madre dominan en los hijos, principalmente hasta la adolescencia, creando los cimientos necesarios, para la vida que va a tener que llevar. A partir de la adolescencia la figura del padre, de ordinario más razonable y menos instintiva, empieza a afianzarse en los conceptos educativos, realizados por la madre.

Es fundamental que la madre esté perfectamente equilibrada, en los campos espiritual, físico y mental, para que su educación y la que proyecte, sea la más provechosa para sus hijos. Si nota o le notan algún fallo en estos equilibrios, por el buen fin de sus hijos, tienen que poner los medios para corregirse o que se los corrijan.

Según todos los estudios multidisciplinarios internacionales, está perfectamente demostrado hasta la saciedad, la gran influencia positiva, que tienen las madres en el éxito o fracaso de los hijos. El éxito moral, económico y profesional de los hijos, depende principalmente de la educación de las madres. Desgraciadamente, muchos padres solamente se dedican a proveer de medios económicos a la familia, (cosa muy importante e imprescindible) pero son las madres, las que transmiten a los hijos la educación. Los padres tienen otras funciones muy importantes, que complementan y equilibran las relaciones familiares. Entre otras practicar el ejercicio de poner límites y asegurar, que la educación que transmite la madre, sea puesta en práctica.

Es muy importante que las madres tomen conciencia del papel tan vital, que juegan en la vida de sus hijos, para que a su vez se cuiden y se mantengan bien espiritual, física y sicológicamente. Han sido, son y serán siempre, las multiplicadoras de la felicidad y del bienestar de los hijos. Una madre estable, educa hijos estables. 

3 Conceptos principales en la educación de las madres: 

Espiritual: La madre en la educación religiosa y formación de costumbres, desde la cuna, es su principal inculcadora en los hijos. Cuando les reza una oración sencilla al levantarles, acostarles, darles de comer, salir de la casa, etc. pues ellos la van memorizando y así cuando empiezan a balbucear, vayan formando sus palabras. E introduciéndoles, poco a poco las virtudes y valores humanos, para que se conviertan en costumbres, posteriormente en hábitos y finalmente, pasen a ser una parte importante del quehacer diario de los hijos. 

Físico: Cuidar su propia salud, su aspecto físico y alimentación, mirando bien los conceptos nutricionales, para poderlos utilizar con sus hijos en las prácticas alimentarias y en el mantenimiento de su salud, para que vayan cogiendo el habito de las buenas costumbres alimenticias, incluyendo el disfrute de los buenos alimentos. 

Mental: Buscar un buen equilibrio mental, para que se pueda reflejar en los hijos, evitando las alteraciones y posiciones fuera de control emocional, porque los hijos absorben todo y aprenden inmediatamente lo que ven y sienten, reflejándolo posteriormente en su comportamiento externo. Una madre sana mentalmente, va a promover también la salud mental en sus hijos y el amor incondicional, lo que les permitirá enfrentar la vida con fortaleza. 

La madre es el comienzo del maravilloso milagro de la vida. También tiene que ser la fuente de las virtudes y valores humanos, que alimente esa vida. Para poder hacerlo, tiene que estar llena esa fuente, de lo que los hijos necesitan para desarrollarse y triunfar. 

Las madres no tienen preferencia por determinados hijos. Tratan a todos por igual, aunque algunas veces parezca que por su trato diferente, ofrecen alguna diferencia a favor de determinado o determinados hijos. Suele interpretarse como diferencia de trato, lo que en realidad es adaptar su dedicación, en función de las necesidades o características especiales de cada hijo. No ponen la misma cantidad de comida a todos los hijos, la ponen en función de sus necesidades físicas. 

Está demostrado que las familias monoparentales, dirigidas por la madre, son las que mejor sacan adelante a los hijos. La madre, en su caso, se encarga de educar y si fuera necesario, comparte el trabajo fuera de la casa con el familiar. En la mayoría de los casos en los que el padre es el cabeza de la familia monoparental, suele ser un desastre familiar y los hijos, tienen muchas menos probabilidades de éxito en la vida.

Hoy encontramos a muchos padres, ejerciendo funciones reservadas hasta hace poco, solo a las madres. Actualmente, algunos padres son los que dan la comida, cambian pañales, van al colegio y al médico, leen cuentos y están pendientes a toda hora de sus hijos. Esto está bien, siempre y cuando el niño no termine con dos ‘mamás’ y sin nadie que ejerza la labor de padre. Los cónyuges, con funciones diferentes, son los que mejor crían a los hijos, puesto que esto les da más equilibrio a los niños y facilita el papel que juega cada padre. Es también importante para los hijos, saber qué esperar de cada uno, pues les tranquiliza.

La madre siempre da lo mejor de sí. Lo hace con gran amor y entrega, sin contar las horas, el esfuerzo, ni esperar nada a cambio. De ahí viene la frase: «Madre no hay más que una». También hay la contra frase de los hijos: «Madre no hay más que una, porque si hubieses dos, no hay quien aguante» Pero al final, es siempre como broma. Realmente la madre quiere de una forma especial. De ahí que su ausencia en la crianza de los hijos, sea tan dolorosa.

Es muy importante que las madres, tomen conciencia del papel tan vital, que juegan en la vida de sus hijos, para que a su vez se cuiden y se mantengan bien física y sicológicamente. Recordemos que las madres, serán siempre las multiplicadoras de la felicidad y del bienestar. Una madre estable, educa hijos estables. Si las madres avanzan, por el camino de los valores, los hijos reflejarán sus enseñanzas y a su vez, serán buenos miembros de la sociedad.

La madre en la educación religiosa. Esa maravillosa costumbre de agradecer, por lo que recibimos, se mantendrá toda la vida y se practica en todas las religiones. Así se adquieren las virtudes y valores humanos, a los que desde niños se van acostumbrando y posteriormente perduran. También los hijos enseñan a rezar a las madres, cuando les recuerdan que no lo han hecho. Incluso ayudan a las madres a practicar las virtudes y valores humanos, principalmente la paciencia, la constancia, las cuales al verlas en la madre, junto a la austeridad, marcan las bases de su carácter futuro. 

La madre en la educación preescolar, va enseñando mientras juegan, lo que marca una gran diferencia para los niños, que se traduce en un mejor rendimiento escolar, en la futura educación y a lo largo de su vida intelectual. No es necesario que la madre sea una intelectual, ni con gran preparación académica, lo importante es que inculquen lo básico en cada edad y sobre todo, la atención que les presta.  La maternidad da un sentido especial a las madres, para actuar en cada momento. Solo tienen que escucharlo. 

La madre educa en la nutrición familiar, pues debe de formarse e  informarse muy bien, sobre los alimentos que prepara y organiza, incluso transmitiéndolo a los hijos, pues una buena alimentación, ayuda a los hijos a crecer más y más fuertes. Sin embargo, comer bien, no sólo favorece el desarrollo físico, pues en el equilibrio de los nutrientes esenciales que asimila nuestro organismo, también están los que contribuyen al desarrollo intelectual y emocional. Así se consigue una familia sana y un mejor rendimiento escolar y profesional, de toda la familia. El desconocimiento en torno a la nutrición es un grave riesgo y en muchas ocasiones, aunque sepan de la existencia de determinados alimentos, forma de prepararlos y puedan adquirirlos, si ignoran los beneficios que éstos tienen, sobre el crecimiento físico e intelectual de los hijos, están creando un problema futuro. 

La madre educa en la economía familiar, desde que los hijos están en la cuna, aunque los medios sean muy limitados, utilizando su formación, entrega, interés y sentido materno.    

22 Situaciones en las que las madres son criticadas por sus hijos, aunque las hagan en beneficio de ellos: 

  1. Cuando se empeñan en conocer a los familiares de la casa, donde sus hijos van a visitar, a pasar la noche, o el fin de semana.
  2. Cuando ponen reglas a los hijos y les preguntan a dónde van a ir, con quién van a estar y a qué hora regresarán.
  3. Cuando hacen saber a los hijos, que determinados amigos, no son buenas compañías.
  4. Cuando investigan en el Internet y en el teléfono, las páginas y personas que visitan o con las que mantienen relaciones.
  5. Cuando trasgrediendo un mal entendido derecho de privacidad de los hijos, revisan sus habitaciones, mochilas y ropas, en busca de cosas delatoras de actividades no permitidas y peligrosas para ellos.
  6. Cuando no permiten llevar determinadas ropas, tatuajes y perforaciones, que atentan contra los valores morales y de salud, enseñados en la familia.
  7. Cuando cuestionan la procedencia de dinero, ropas u objetos que poseen los hijos.
  8. Cuando limitan los programas y tiempos, para ver la televisión y la permanencia en las pantallas electrónicas, sin supervisión.
  9. Cuando hacen volver a  la tienda a pagar los objetos, golosinas o revistas, que los hijos han sustraído y les obliga a que reconozcan, públicamente, su mala acción para que no reincidan.
  10. Cuando se pasan dos horas de pies, presenciando como los hijos arreglan su habitación, aunque esa tarea la podía haber hecho ella, en quince minutos.
  11. Cuando lloran decepcionadas de la conducta, por las cosas que hacen mal los hijos. 
  12. Cuando permiten que los hijos asuman las responsabilidades de sus acciones, aunque las penalidades, sean tan duras, que les parten el corazón.
  13. Cuando dicen que no a los hijos, aun a sabiendas que los hijos no le comprenderán y le odiarán por no haberles complacido.
  14. Cuando ganan las batallas en beneficios de los hijos, que al final son las mismas batallas que les beneficiarán a ellos.
  15. Cuando ponen para almorzar carne, pescado, legumbres, arroz, verduras, huevos, frutas, cereales etc. y para beber agua. Pero otros amigos comen con más frecuencia, de lo conveniente para la salud, “comida chatarra” pizza, hamburguesas, patatas fritas, golosinas, helados, etc. y para beber coca-cola.
  16. Cuando quieren conocer a los amigos de los hijos, y qué hacen en los ratos en que están juntos, exigiendo que siempre digan la verdad, porque la madre sabe leer el pensamiento.
  17. Cuando piden a los hijos que traigan a sus amigos a casa, para conocerlos mejor, antes de darles permisos de salida.
  18. Cuando no dan permiso para salir por la noche, hasta que demuestren su responsabilidad en horarios, comportamiento, amistades y dominio de las cosas peligrosas.
  19. Cuando se levantan por la noche, a la llegada de los hijos, para saber si la fiesta había estado bien y para conocer el estado físico de los hijos.
  20. Cuando impide que los hijos adolescentes, cometan experiencias desagradables, que puedan estar relacionadas con las drogas, alcohol, robos, vandalismo, sexo, etc.
  21. Cuando no concede permisos, para ciertas cosas perjudiciales, porque las madres saben que lo hacen en beneficio presente y futuro de los hijos.
  22. Cuando no les da el mismo dinero y cosas materiales, que a los compañeros de sus hijos, porque saben que no les conviene tenerlo, puedan o no dárselo. 

Realizado con la colaboración de Pilar Maiz. 

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Cómo enseñar a los hijos a establecer prioridades.

ESCUELA PARA PADRES 

Cómo enseñar a los hijos a establecer prioridades. 

  • 20 Prioridades que deben tenerse en cuenta. 

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Prioridad es intentar realizar con antelación, en orden o en el tiempo, una cosa respecto de otra, en función de su importancia y está relacionada con las virtudes y valores humanos del esfuerzo, del orden, de la disciplina, del dominio personal, etc. Establecer y ejercer las prioridades es la antitesis del desorden, del despilfarro, del pasotismo, del autocontrol, etc. 

No se puede andar a trompicones, haciendo las cosas según apetezca o según vayan sucediendo, dejándose llevar por los instintos o acontecimientos. Hay que tener prioridades en todos y cada uno de los distintos aspectos de la vida. Pero las prioridades acordadas, deberán estar en función de los objetivos propuestos, de los medios puestos para cumplir esos objetivos y de los controles que, determinen las desviaciones ocurridas. 

Para practicar las prioridades establecidas y que las decisiones no sean hechas de forma atolondrada, impulsiva o caprichosa, deberían estar precedidas por su análisis y planificación dentro de los objetivos familiares, personales y sociales. Este análisis permitirá determinar qué es lo importante y qué es lo superfluo, para las acciones que los padres tengan que tomar, evitando que caigan en el viejo sistema de ir postergando, hasta que caen en el olvido, las cosas que no nos gusta hacer o que tienen dificultades. 

Los padres deben hacer, y enseñar a hacer a sus hijos, el formidable ejercicio de su auto conocimiento, que consiste en hacer un listado de las prioridades, que se tienen en cada uno de los principales conceptos, que conforman la vida en cada una de las etapas, empezando desde que tienen la edad del discernimiento. Los hijos nunca son demasiado pequeños para enseñarles a que comprendan, cuales son sus prioridades y a que hagan las cosas en función de ellas, sin que confundan prioridades con caprichos. Tienen que enseñarles a distinguir, según su importancia o necesidad, lo que hay que hacer ahora, luego o mañana. 

Las prioridades en la familia deben ser examinadas, dialogadas, determinadas y compartidas, primeramente entre los cónyuges y cuando sea posible, entre los hijos y los padres, para que juntos poder afinarlas y realizarlas, intentando previamente fijar y planificar los objetivos, medios a emplear y los controles, para conocer si se están llevando a cabo. Esta participación servirá también, para que nadie confunda los deseos con las realidades. Así aparecerán los puntos fuertes y los puntos débiles, de cada uno de la familia y entre todos, podrán ayudar a mejorarla en los aspectos que sean necesarios. 

Para cumplir las prioridades establecidas, todos tenemos los días de 24 horas, nadie los tiene de 23 o 25 horas, pero hay que saber administrar esas horas, con buen criterio para poder hacer primero, lo primero. Primero lo que necesito, después lo que quiero, por eso es muy conveniente preguntar: Si lo quiere o lo necesita. No haciendo caso a cuando nos quieren presentar la mentira como verdad, y la verdad como mentira. 

Es imprescindible hacer una lista de las prioridades, en cada una de las actividades presentes y futuras a plazo corto, medio y largo, para poder administrar bien las energías, manejar bien las situaciones, no sentirse abrumados y con estrés, al querer hacer muchas cosas a la vez. Saber separar las cosas que son importantes y las que son secundarias, de acuerdo con los objetivos previstos y las prioridades establecidas, dando la atención necesaria, a cada cosa y un tiempo para cosa. 

20 Prioridades que deben tenerse en cuenta, poniendo una a una, en orden de importancia, de mayor a menor, las cosas que en la vida familiar verdaderamente importan. Separando la paja del trigo, las que se deben hacer y las que no se deben hacer, relacionadas con: La familia en conjunto, las relaciones personales y conyugales, las relaciones con los hijos, familiares, amigos y sociedad. También las relacionadas con la realización religiosa, la salud, el trabajo, la profesión, la escuela de los hijos, la formación académica y realización profesional de los padres, las actividades políticas, la vivienda, el presupuesto de ingresos, gastos, ahorros, etc. La lista de conceptos puede ser tan larga, como lo sean los principales temas de la vida familiar, pues es allí, donde se invierte el tiempo, los medios y las energías, para conseguir una familia fuerte. En cada uno de estos temas, habrá una prioridad y un orden de hacer las otras cosas, en función de las posibilidades familiares. 

Hay que tener muy buen criterio, para definir bien cual debe ser la prioridad, en cada uno de estos conceptos, teniendo mucho cuidado en no mezclarlos, ni ir dando bandazos de un concepto a otro y muchos menos, haciendo lo primero lo que tendríamos que hacer lo segundo, llevados por impulsos caprichosos o carentes de razón. Solamente se deberán alterar las prioridades, cuando haya una situación de fuerza mayor o por razones muy justificadas. Definir las prioridades, permite enfocar todas las energías, para cumplir las actividades acordadas y minimizar, todo aquello que esté en segundo plano. 

Definir las prioridades es una tarea muy importante, pero no muy difícil. Deben quedar a poder ser escritas, así como sus objetivos, medios y controles. No tienen por qué estar escritas en piedra, pues deben admitir una cierta flexibilidad, que permitan ser cambiadas según determinadas circunstancias familiares o por hechos externos, ajenos a nuestra voluntad. Es posible que realizar las prioridades, obligue a la familia a cambiar su estilo de vida, hasta conseguir ponerse en el camino, para alcanzar las acordadas, que permitan obtener los objetivos propuestos. 

Los padres deben que tener coherencia, entre sus principios, palabras y obras. Si no tienen muy claras las prioridades en cada tema, la ambigüedad se convierte en uno de los rasgos principales, que desgraciadamente caracterizan a la vida de muchos padres y por ende, a la sociedad. Los padres no pueden estar continuamente moviéndose o jugando a las medias verdades, a las medias mentiras y a los intereses personales, no siempre confesables, ante la familia. La vida de una persona integra y coherente, no puede andar oscilando, según sus propias conveniencias o circunstancias, entre el sí y el no. Aunque duela, en las prioridades el sí, tiene que ser sí y el no, tiene que ser no. La incertidumbre, eventualidad y provisionalidad de muchos acontecimientos en la vida, deben hacer reflexionar y replantear nuestra vida y nuestro compromiso con la misma. Procurar el bien y hacer el bien, nos hace mucho bien. 

La prioridad de los padres, es formar una familia fuerte y definir muy claramente las prioridades, en cada una de las actividades y objetivos de esa familia y de cada uno de sus componentes. En cada caso particular, son los que tienen que decidir lo que conviene a sus hijos, mientras son menores de edad, en función de las posibilidades, apetencias, capacidades, etc. Tienen que buscar todos los asesoramientos y consejos posibles, para adquirir los conocimientos, técnicas y medios disponibles y así poder definir, el estilo de funcionamiento y educación de ellos mismos, de su cónyuge e hijos,  para poner en marcha las prioridades imprescindibles, que les lleven a conseguir el buen fin de su familia, así como la prevención y resolución de los conflictos familiares. La definición y cumplimento de las prioridades, permiten tener iniciativas y adelantarse, con la prevención de los problemas familiares, que se quiera o no, siempre surgen. 

Cada familia es soberana con sus determinaciones, pero también es responsable de lo que haga, en contra de la educación de sus hijos, ya que algunas decisiones, pudieran ser irreversibles. Para ello cuentan con los inmejorables consejos, que ofrecen los expertos en familia, como son los sacerdotes, pastores, rabinos, imanes, maestros y otros orientadores. En algunos casos especiales, también pueden consultar con médicos, pedagogos, psicólogos o trabajadores sociales. Así como en las bibliotecas públicas, páginas de Internet especializadas, etc. donde encontrarán, amplios conocimientos familiares, criterios de orientación y técnicas educativas, adaptables a cada circunstancia familiar. 

Los padres tienen que educar a sus hijos en muchos conceptos, pero hay unos muy importantes, relacionados con las prioridades. Deben enseñarles a distinguir, para que se puedan definir, entre lo que es importante y lo que es superfluo, lo que quieren y lo que necesitan y si tiene que ser ahora mismo, en este mismo instante, cuando sea conveniente o cuando se pueda. 

Los hijos en las escuelas o colegios, tienen marcadas las actividades y deben cumplirlas, pero en su tiempo libre o cuando salen de la escuela, pueden tener la posibilidad de fijar sus propias preferencias. Ahí es donde tienen que conocer perfectamente las prioridades, entre estudios, familia, diversiones, amistades, etc. por lo que no pueden ir dejando las cosas importantes, para cuando sea el momento de cumplir con otras obligaciones. 

Las prioridades tienen que estar soportadas, por unos objetivos bien definidos y una estrategia, una táctica y unos planes, bien diseñados en función de los medios y capacidades disponibles. Definir y realizar en orden las prioridades, para que sean eficaces, conlleva disciplinar el propio temperamento, realizando un esfuerzo sistemático, continuo y medido. El auto dominio, el auto control y la auto disciplina, son partes muy importantes y casi imprescindibles, para tener éxito en la fijación de prioridades. De lo contrario, cada uno, hará lo que quiera, cuando quiera y como quiera. 

Nunca se debe aplazar lo que cuesta hacer, ni dar prioridad a las cosas que gusten más o exijan menos esfuerzo. No se debe dejar el trabajo para mañana, si se puede hacer hoy. La prioridad no debe relegarse a otras posiciones en el tiempo o en el lugar, dejándose llevar por la falsa excusa de la comodidad, conformándose con vanas disculpas. Hay que hacerlo cuando hay que hacerlo, ni antes, ni después. No vale hacer como que se hace, evitando hincar el diente al problema, o haciendo algo superficial para salir del paso, dejándose arrastrar por razonadas sinrazones. 

Las prioridades, sobre todo en la educación de los hijos, tienen que ser más cerebral y menos visceral. Las prioridades de los padres, tienen que estar constantemente presididas, por la primera obligación de los padres. “Los hijos, siempre lo primero”.

Las prioridades deben estar establecidas de forma muy clara, pocas, pero muy definidas, principalmente las que sean en beneficio de la familia. Las que estén relacionadas con los gastos, sobre todo cuando están definidos como necesarios o superfluos. Los padres tienen que ser realistas, para distinguir y separar los deseos de la realidad. Valorando bien las posibilidades, para hacer lo que sea correcto, sin que importe lo que otros piensen. 

Los padres deben entender que, son los primeros actores de la familia y por ende de la sociedad. Que cuando educan bien a sus hijos, en las virtudes y valores humanos, están ayudando también con su propio ejemplo y el de sus hijos, a educar a los demás niños, participando en una empresa grande, bella y multiplicadora de beneficios. Producen una “inteligencia emergente compartida” que es una verdadera, práctica y real red educativa, no teórica. 

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La virtud de la confianza para mejorar la familia

ESCUELA PARA PADRES 

La virtud de la confianza para mejorar la familia 

  • 10 Situaciones para tener, desarrollar y fomentar responsablemente la virtud de la confianza.
  • 20 Sentencias sobre la virtud de la confianza. 

2,037 Palabras. Tiempo de lectura 7:25 minutos

La virtud de la confianza es la firme seguridad, apoyada en la virtud de la esperanza, que se tiene en uno mismo, en alguien o en algo. Aunque también podría ser una propia, errónea y vanidosa presunción infundada. Puede existir el peligro del abuso de confianza, o recibir una confianza inapropiada, en el trato con excesivas familiaridades. La confianza puede ser el primer paso hacia el descuido, pero también el primer escalón del éxito. Confiar en todos y en todo es insensato, pero no confiar en nadie ni en nada, es un error.

La confianza bien sentida, produce una gran paz en las personas. Para demostrar confianza o para percibirla, no basta la buena fe, hay que sopesarla, estudiarla y acostumbrarse a practicarla, pues es el sentimiento que se genera en nuestro interior, de poder creer en uno mismo, en una persona o en una cosa. La confianza es un sentimiento imprescindible y una hipótesis, sobre la propia conducta futura y la de otros.

10 Situaciones para tener, desarrollar y fomentar responsablemente la virtud de la confianza: (En próximos artículos desarrollaré cada una de estas situaciones)

  1. La confianza en la familia, recíprocamente ofrecida a, y por los hijos, cónyuge y familiares. Aceptando la unidad familiar, en la pluralidad de los hijos y de los cónyuges. Al ser la familia una unidad de destino de la sociedad, la mutua confianza se convierte en uno de sus principales soportes, para que ésta prospere en todos los aspectos religiosos, económicos y sociales.
  2. La confianza en la economía propia, debe estar soportada con el control de los ingresos, gastos y ahorros, en función de los presupuestos y objetivos establecidos, teniendo en cuenta las posibles variantes externas locales, nacionales e internacionales.
  3. La confianza en la esperanza, aumentando la confianza en Dios y haciendo humanamente lo que se pueda, pero sin olvidar “A Dios rogando pero con el mazo dando”. Valorar y congratularse de nuestras capacidades y posibilidades, pero afrontando los retos y riesgos con prudencia y sensatez.
  4. La confianza en la salud física. Cuidando el cuerpo y la mente, que son el espejo del alma. Constatando las limitaciones propias, para saber ser realistas. Dejar de lado la tensión y el control continuo.
  5. La confianza en la sociedad. Iniciar y mantener relaciones de calidad, donde la comunicación abierta, positiva y sincera sea una constante.
  6. La confianza en las amistades, fomentando las que se pueda confiar e intimar, incluso dándoles una segunda oportunidad de confianza, pues nadie somos perfectos. A los amigos los elige uno, la familia Dios te la da.
  7. La confianza en los negocios, principalmente entre extraños, deben hacerse soportados por la mutua desconfianza. Deben ser especificados, documentados, analizados, comparados y medidos en función de sus circunstancias, costos, riesgos, funcionamiento y resultados. Para eso están los contratos, las cartas de crédito, los avales y las inspecciones.
  8. La confianza en los políticos y oficiales electos, no se les debe otorgar, mientras no demuestren fehacientemente, que cumplen con sus promesas en beneficio de sus votantes.
  9. La confianza en uno mismo, no puede tenerse de forma ciega, tiene que estar  sustentada en el conocimiento personal, pues permite mostrarnos tal como somos, sin tapujos ni máscaras o escudos, ya que permite recorrer los caminos de la vida, sin miedo. Mantenerse activos  opinando, eligiendo, escogiendo, significándonos. Los que no tienen confianza en si mismo, posponen las decisiones importantes, dando largas a los asuntos difíciles, dejando regueros de cosas sin hacer, por lo que es muy difícil confiar en ellas. Dicen: No hagas hoy, lo que puedas hacer mañana.
  10. La confianza espiritual, como valor religioso y humano, tenemos que aprender a confiar en Dios, porque es nuestra fortaleza, sustento de nuestros ideales, solución a nuestras inquietudes y antídoto contra nuestros males, miedos y dudas. Si depositamos toda nuestra confianza en Dios, nos sentiremos mucho mejor, sin olvidar que debemos obrar responsablemente, por amor al prójimo y por civismo. Pero es muy importante aprender y practicar la confianza en El.

La confianza debe conllevar una gran seguridad, sencillez y llaneza en el trato. Pero estando siempre alertas, para que no se produzcan infidelidades o desconfianzas, motivadas por haber dado excesiva confianza o haber demostrado inexperiencia, afecto, bondad o descuido. 

La confianza en la persona amada, tiene que estar presidida por la confianza total, porque amar y querer no es lo mismo. Se ama porque si, porque sale del corazón, por la voluntad. Se quiere por una intención regida por la voluntad y sujeta a nuestras intenciones o intereses. 

Los padres tienen que tener, mucha confianza en si mismos, en lo que hacen, en lo que no hacen y en lo que dicen, pues aunque no tengan respuestas a todas las cosas, si tienen que estar abiertos a recibir todas la preguntas. Los hijos siempre están con los ojos y los oídos muy abiertos, para captar todos los movimientos de los padres y así, evaluar la confianza que pueden depositar en ellos. Una vez que los hijos pierden la confianza en sus padres, es muy difícil que la recuperen. 

Los padres tienen que proyectar la confianza hacia sus hijos. Después podrán enseñar a los hijos, en función de sus edades y capacidades, a que la tengan en sus padres. Es imposible que los hijos confíen en sus padres, si los padres no lo tienen en si mismo y en sus hijos. La confianza es una virtud que suele tener reciprocidad, es decir, tiene ida y vuelta, pues también se trasmite externamente. Tienen que analizar honestamente el grado de la mutua confianza que existe, en los padres y los hijos, para dialogar y negociar las correcciones necesarias. Poner los medios necesarios, para no quedarse solamente en el “Si se puede” y luchar por el “Si se pudo”. Analizando continuamente, los cambios que se producen en sus relaciones, a medida que van cambiando las edades y las circunstancias. 

Los hijos necesitan percibir confianza, seguridad, atención y amor, del entorno en el que viven, pero en especial de los padres, de los familiares y de la sociedad. También necesitan a lo largo de toda la vida, ser escuchados, respetados, valorados, creídos y aceptados como personas únicas, irrepetibles y capaces. 

La confianza interna y externa, hay que trabajarlas personalmente. Nos podrán aconsejar sobre cómo tenerla en uno mismo y como difundirla, pero requiere mucho trabajo mantenerla día a día, en las buenos y en los malos momentos. En los momentos difíciles, es cuando se ve bien claro, quienes tienen confianza en si mismos y quienes transmiten y proyectan confianza. Cuando falta la confianza de los padres con los hijos y de los hijos con sus padres, provoca que imprudentemente, se asuman o se ignoren, los riesgos y decisiones cotidianas, con lo cual se va dejando de aprender, experimentar, corregir y vivir la vida. 

Los padres para generar confianza en si mismos y después, poder proyectarla en los hijos, de forma que la devuelvan con creces, necesitan practicar y demostrar continuamente las siguientes virtudes y valores humanos, pues no puede existir la virtud de la confianza, si no va precedida de ellos: Abnegación. Aceptación. Alegría. Amabilidad. Amistad. Amor Autenticidad. Autodisciplina. Ayudar. Carácter. Coherencia. Compromiso. Conocimiento. Constancia Cooperación. Disciplina. Criterio. Desprendimiento. Discreción. Ejemplo. Educación. Entrega. Estudio. Ética. Fidelidad. Formación. Fortaleza. Honestidad. Honradez. Justicia. Liderazgo. Madurez. Moral. Orden. Paciencia. Perseverancia. Prudencia. Rectitud. Respeto. Responsabilidad. Sinceridad. Solidaridad. Tolerancia. Verdad.

La confianza depositada en los hijos, tiene que estar sustentada por la veracidad y por la práctica de las virtudes y valores humanos, indicados anteriormente. Los padres pueden dar márgenes de confianza, en determinados temas negociables, pero nunca deben dar confianza a los hijos, en los temas no negociables, los cuales pudieran acarrearles situaciones con resultados graves e irreversibles. (Determinadas amistades tóxicas, dinero mal obtenido, consumo de drogas blandas, fuertes o fortísimas, estilo de vida peligroso, etc.) 

Una señal de alerta, para saber si la confianza de los padres ha sido vulnerada por los hijos, es analizar las dudas sobre qué y cómo, se han hecho o se pueden hacer, las relaciones con ellos. La vara de medir a los demás la forma de confianza, tiene que ser la misma que se debe tener para uno mismo. Y si se desconfía de uno mismo, se es escéptico con el otro, puede conducir a una visión negativa de todo y de todos. 

Es imprescindible para los padres, que exista una mutua confianza en las relaciones con los hijos y que sean, un verdadero encuentro sereno y cómodo, que posibiliten un enriquecimiento personal y familiar, que permitan vivir a la familia en un perfecto equilibrio armónico y autentico de respeto, amor y cada uno ocupando su sitio, derechos y obligaciones. Pero nunca caer en lo que ahora está tan de moda, de decir que mi hijo o mi padre es mí mejor amigo. Los hijos y los padres no son amigos, son hijos y padres. Seria devaluar mucho el significado de sus relaciones. 

La confianza dada por los hijos a los padres es un honor, y no defraudarla es una gran responsabilidad. Mantener día a día la confianza recibida, requiere una buena preparación, estar muy atentos a cualquier signo inicial de desconfianza y estar siempre, dispuesto a explicar y enmendar los posibles errores cometidos, antes de que se hagan más grandes. 

Si hay confianza entre padres e hijos, fácilmente se llegará a acuerdos, sobre los temas más difíciles, pues es dentro de la familia y muchas veces en la intimidad y confidencialidad de las conversaciones privadas, donde se hablan con plena confianza los temas más importantes y difíciles de explicar, entender y solucionar, que son los que marcan el presente y el futuro. 

Los padres responsables tienen que seleccionar, cuidar y cultivar la confianza con los familiares y amigos, con los que se rodean, para apartarse de las que pudieran obstruirles o minar la confianza, que tienen en ellos mimos y en sus hijos. Muchas veces tendrán que hacer oídos sordos ante mentiras, falacias, sofismas e ignominias, que pudieran destruir la mutua confianza entre padres e hijos. 

20 Sentencias sobre la virtud de la confianza: 

  1. Confiamos demasiado en los sistemas y muy poco en los hombres.
  2. Confianza es el sentimiento de poder creer a una persona, incluso cuando se sabe que él mentiría en nuestro lugar.
  3. Confiar en todos es insensato; pero no confiar en nadie es una torpeza neurótica y signo de debilidad.
  4. Dichoso el hombre que pone su confianza en Dios.
  5. El hombre que confía en los hombres, cometerá menos equivocaciones, que el que no confía en ellos.
  6. El mayor despeñadero, la confianza.
  7. El que confía sus secretos a otro, se hace su esclavo.
  8. Hay que desconfiar mucho de quien confía poco.
  9. Incluso la supervivencia de una banda de ladrones, necesita la mutua confianza.
  10. La confianza en uno mismo es la base de la vida, si se pierde se pierde la vida.
  11. La confianza en uno mismo, es uno de los secretos del éxito.
  12. La confianza puede ser la madre del descuido.
  13. La obra política más difícil, es obtener la confianza antes que el éxito.
  14. La puerta mejor cerrada, es aquella que puede dejarse abierta con confianza.
  15. No es prudente tener gran confianza en palabras, pronunciadas en momentos de emoción.
  16. No hay amor y entrega sin total confianza.
  17. No se puede honrar de mejor manera a Dios, que a través de una confianza sin limites.
  18. No tener confianza en un hijo, no esperar nada de él, es matar radicalmente su futuro.
  19. Se camina con dos pies; la humildad es el pie izquierdo, la confianza el pie derecho.
  20. Se gana la confianza de aquellos en quienes ponemos la nuestra. 

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La virtud de recibir aunque duela (II)

ESCUELA PARA PADRES 

La virtud de recibir aunque duela (II) 

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Duele recibir consejos, opiniones o ejemplos, pedidos o no, que nos hagan pensar en nuestros defectos o errores. Suelen ser llamadas de atención a la conciencia, para que reflexionemos y obremos de otra manera. Sobre todo cuando al reflexionar aceptamos, aunque sea internamente, que tienen razón. Algunas veces ese dolor suele durar hasta que cambiamos de actitud, pues mientras no lo hagamos, quedará pegado en nuestras mentes, como la arena y el cemento cuando fraguan. Máxime si esos consejos se reciben en las edades que nos creemos que lo sabemos todo, adolescencia y vejez y si se han analizado y sopesado bien y aún con todo, se insiste en no cambiar el comportamiento, pues está presidido por terquedad, orgullo y soberbia.

Duele recibir consejos si estos abren el entendimiento o la conciencia, para cambiar algo de lo que cuesta hacer. Duele más si los consejos recibidos no han sido pedidos, máxime si el que los da, sabe que los necesitamos o es una persona que no nos cae del todo bien, porque nos fijamos más en los defectos del que da el consejo, que en el consejo en si mismo. Preferimos descalificar al mensajero, antes que analizar el mensaje.

Al recibir consejos, muy pocas veces, nos suscitan un sentimiento de profundo agradecimiento, hacia el que nos los da gratuitamente y en nuestro propio beneficio. Al recibirlos deberíamos sentirnos más humildes y menos engreídos. Nos duela o nos guste, todos debemos sentir que necesitamos recibir de los demás, algún tipo de ayuda material o espiritual, de lo contrario seríamos unos auténticos soberbios y prepotentes, creyendo que lo tenemos o sabemos todo. Dicen: Del viejo, el consejo.

Recibir consejos no duele, al contrario, alegran tontamente cuando se paga a adivinos, brujos, charlatanes, echadores de cartas y todo ese mundo exotérico, que con su parafernalia engañan a los incautos e ignorantes clientes.

Necesitamos recibir de los demás, nos duela o no. No podemos hacer todo solos, pues el hombre es un ser social por naturaleza. Es imprescindible dar y recibir amor, pues sin amor no podemos vivir. Este amor suele estar reflejado también en consejos, opiniones y ejemplos. Recibir amor de los demás, nos debe llenar de inmensa alegría. Todos queremos que piensen en nosotros, se acuerden, nos comprendan, etc. Y si el amor que recibimos, es del todo desinteresado, aún nos llena más, aunque tengamos que reconocer nuestro dolor, porque nos ha herido nuestra vanidad u orgullo.

También duelen los consejos de los médicos, sacerdotes, pastores, rabinos, imanes,  asesores financieros, buenos amigos, etc. porque nos indican lo que debemos o tenemos que hacer, en nuestro propio beneficio o en de la familia o sociedad. Duelen porque no queremos que nadie nos diga, lo que tenemos que hacer.

Cuando nos dan un consejo, duela o no, tenemos que sentir agradecimiento hacia el que nos lo ha dado, e intentar corresponderle directa o indirectamente, con hechos o con palabras, aunque nos cueste hacerlo. Decir muchas veces «gracias» con sinceridad, es una manera de reconocer a esa persona, que estamos apreciando el favor o servicio que nos ha prestado, aunque nos haya dolido aceptarlo. Siempre cabe pagar con oraciones, a aquellos que han sido generosos con nosotros. Además de las oraciones, hay mil maneras de devolver a la comunidad los favores recibidos, aunque desconozcamos quien nos la dado.

Recibir algo puede suponer realizar un acto de profunda humildad, puesto que preferiríamos no recibir nada, para no tener que deber favores, demostrar agradecimiento, admitir una humillación, etc. Duele cuando hay que recibir algo que nos humilla, que creemos que nos hace de menos o que nos recuerda nuestras  desgracias. Por eso al dar algo, incluso con la mejor buena voluntad, hay que ponerse siempre en el lugar del que lo recibe, para no herirle nunca con lo que se da. Sean cosas materiales o espirituales.

Aceptar lo que dan, puede suponer una adhesión hacia el que lo da, conllevando posibles obligaciones comprometedoras, como en el caso de los sobornos disimulados, que posteriormente son reclamados o insinuados, para que se haga algo de intenciones obscuras. Puede doler en el momento de recibir lo ilegal, por lo que se intenta rápidamente olvidar la obligación adquirida.

Los padres enseñan a los hijos a contestar «Gracias» cuando les dan algo. Pero tienen que saber inculcarles, el que no sea solamente un “da las gracias Pepito a este señor” Porque desgraciadamente, esta frase es para muchos niños donde empieza y termina la única educación que reciben sobre el agradecimiento, al hacerlo por presión y no por convencimiento enseñado.

Los padres tienen que enseñar a sus hijos a mostrarse agradecidos y enseñarles, que tienen que devolver de alguna manera lo que les han dado gratuitamente. Desde ese gracias educado, hasta tener el propósito de compartir lo recibido con sus hermanos, parientes o amistades. Si en el momento no lo pueden compartir, deben tenerlo en cuenta, para cuando puedan hacerlo, pues saben que cuando se recibe, hay que corresponder dando, cuando sea, lo que sea e inmediatamente que se pueda.

Duele tener que pedir favores económicos o sociales para familiares o amigos, pues muchas veces, supone humillarse ante quien lo da, dejar el orgullo y la soberbia aparcados, para conseguir que alguien nos de algo.

Que dolor, pero cuanta satisfacción se siente, si es que se puede clasificar así, cuando rechazamos algo que nos dan, porque sabemos que no debemos recibirlo, pues no es bueno para nuestra salud física, mental, religiosa, económica, legal o social. Puede ser desde alguna comida que nos apetezca, pero que no sea sana o sea muy cara, ropa que no deberíamos ponernos, conversación para que continuemos con una crítica, actividades que nos alejan de la moral o de la religión o cosas que sean contrarias, a la práctica de las virtudes y valores humanos. Cuando nos dan o quieren darnos una propina o regalo económico, que nos puede comprometer por acción u omisión contra nuestras personas, creencias o leyes.

Pedir tiene sus técnicas, las cuales son utilizadas por los profesionales pedigüeños. A éstos nos les duele recibir, al contrario, tienen muchos trucos para saber alimentar el ego, orgullo o incluso la avaricia, de los que quieren que les den. Estimulan con sus palabras, gestos e invenciones, los más profundos sentidos de la avidez humana, ya que prometen lo increíble, para conseguir sus objetivos.

Recibir vacunas también duele, pero beneficia. Las medicinas son amargas, pero curan. Recibir una reprimenda o castigo duele, pero se puede aprovechar para aprender. Los consejos que hacen cambiar las actitudes, también duelen, pero ayudan a triunfar. Los golpes que da la vida, si los recibimos con inteligencia, podemos aprovecharlos para sacarles buenos rendimientos. Para algunos duele estudiar, porque dicen que es aburrido o no lo entienden, pero hay que sacrificarse y dejar de disfrutar de lo que apetece, pues siempre produce grandes satisfacciones. Recibir normas de educación y cumplirlas también duele, pero sirven para mejorar las relaciones con la familia, los amigos y la sociedad y permiten portarse educadamente con los demás, aunque ellos no lo hagan con uno. También duele recibir enfermedades, penurias, desgracias, sean propias o ajenas, pero hay que recibirlas con conformidad y aceptación.

Recibir consejos de los médicos puede doler, porque algunas veces limitan nuestras apetencias, por ejemplo: Comer demasiado o determinadas cosas que nos hacen daño, tomar bebidas alcohólicas, fumar, mantenerse sin hacer ejercicio, etc. Pero aunque duelan, debemos hacer caso a lo que nos dicen.

Incluso duele recibir, cuando vemos que otras personas que nos quieren, sufren por cuidarnos o consolarnos. Sufrimos por hacer sufrir. Máxime si nos están dando su cariño hasta límites insospechados, ocasionándonos un fuerte dolor al ver la situación que, voluntaria o voluntariamente hemos producido y los esfuerzos que hacen para mitigárnosla. Recibir el cuidado, consuelo y cariño de familiares, enfermeros, sacerdotes, pastores, rabinos e imanes y comprobar como sufren al darlo, duele internamente. Algunas personas prefieren no permitirles que les ayuden, para no verles sufrir. Es una gran virtud recibir el sufrimiento con resignación, aunque duela.

27 Sentencias sobre recibir, aunque duela:

  1. 1.       Abandonarse al dolor sin resistir, es abandonar el campo de batalla sin haber luchado.
  2. 2.       Algunos piensan que el dolor sólo se combate con la medicina. Sin embargo, hay dolores que se curan con el amor.
  3. 3.       Allí donde está el dolor, está también lo que lo salva.
  4. 4.       Amado, bendito, glorificado y santificado sea el dolor propio, si se emplea en beneficio propio o de los demás.
  5. 5.       Bien poco enseñó la vida, a aquellos a los que no enseñó a soportar el dolor.
  6. 6.       Dad palabra al dolor: el dolor que no habla, gime en el corazón hasta que lo rompe.
  7. 7.       Donde hay mucho sentimiento, hay mucho dolor.
  8. 8.       El dolor lleva a buscar las causas de las cosas, mientras que el bienestar induce a la pasividad y a no volver la mirada atrás.
  9. 9.       El dolor, cuando no se convierte en verdugo, es un gran maestro.
  10. 10.   El dolor es para el alma, un alimento fecundo.
  11. 11.   El dolor es por sí mismo una medicina.
  12. 12.   El dolor no es malo, a menos que nos supere.
  13. 13.   El dolor que se calla, es más doloroso.
  14. 14.   El dolor es para el alma un alimento fecundo.
  15. 15.   El dolor tiene un gran poder educativo: nos hace mejores, más misericordiosos, nos vuelve hacia nosotros mismos y nos persuade de que esta vida no es un juego, sino un deber.
  16. 16.   El verdadero dolor, es el que se sufre sin testigos.
  17. 17.   El hombre a quien el dolor no educó, siempre será un niño.
  18. 18.   En huir del dolor, nunca hay victoria.
  19. 19.   Es un alivio llorar; las penas se desahogan y son arrastradas por las lágrimas, el dolor es la sal de nuestra vida.
  20. 20.   No hay grito de dolor, que en lo futuro no tenga al fin por eco, una alegría.
  21. 21.   No se puede edificar felicidad sobre el dolor de nadie.
  22. 22.   Nunca se olvidan las lecciones aprendidas en el dolor.
  23. 23.   Para comprender el dolor, no hay inteligencia como el dolor mismo.
  24. 24.   Para superar el dolor, hay que aceptarlo.
  25. 25.   Si no está en tus manos, cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud, con la que afrontes ese sufrimiento.
  26. 26.   Quien recibe lo que no merece, pocas veces lo agradece.
  27. 27.   Si tu afán es recibir, aprende a ser generoso.

Recibir aunque duela, para algunos puede ser un problema, grande o pequeño. Si es grande, es que es una serie de pequeños problemas sin resolver, que han dejado pasar, por estar ocupados o preocupados con otros asuntos.

Artículo realizado con la colaboración de Doña Marisa Ruiz de la Torre, de Valencia, España.

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