Padres, enseñen a sus hijos a decir “NO”


ESCUELA PARA PADRES

Padres, enseñen a sus hijos a decir “NO”.

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            Que su “no”, sea “no” y que su “sí”, sea “sí”. Para conseguirlo, hay que tener mucha entereza, firmeza, conocimiento, disciplina y decisión en las cosas importantes, relacionadas con la religión, la familia, la sociedad y las buenas costumbres. Es muy difícil decir “no”, pero no imposible, además de beneficioso a corto y largo plazo.

Hay cien mil situaciones y muchísimos medios de comunicación, que compiten directamente contra los padres, que quieren educar a sus hijos, a que sean valientes y sepan decir “no”, ante las cosas malas que la sociedad les ofrece.

Padres, enseñen a sus hijos a decir “no” a las drogas y a otras muchas cosas, que les perjudican, y que se pueden convertir, fácilmente, en adicciones. Si son valientes y dicen rotundamente “no quiero probar”, de forma, que no quede ninguna duda de sus intenciones, habrán ganado la primera batalla y muy posiblemente, la guerra de las drogas. El consumo de las drogas, suele empezar cuando a los hijos les da vergüenza decir “no”, ante los ofrecimientos o insinuaciones, para que las consuman. Es más duro decir “no” a todas esas tentaciones, ya que después, tendrán que enfrentarse a defender su postura.

Hijos, siéntanse orgullosos de decir “no”, cuando tengan que decirlo. Cuenten a sus padres lo que han hecho, y todas las veces que lo hayan hecho. Al decirlo se sentirán bien, además que darán a sus padres una gran satisfacción, sobre el buen resultado de las enseñanzas que les han impartido.

Hijos, sepan que todos los días y a todas las horas, van a tener que enfrentarse contra los que quieren convencerles, que se pasen a su bando. La mala sociedad, no descansa de sus intenciones y está esperando, a sus momentos de flaqueza, cansancio o curiosidad. Si Vds. no tienen la fortaleza de decir “no”, perderán la batalla, que continuamente les presenta la sociedad y posiblemente, entren en avenidas de retorno imposible.

Saber decir “no”, primero hay que convertirlo en costumbre, después en hábito y posteriormente en virtud. En las afirmaciones o negaciones importantes, no se puede hablar con ambigüedades: Sí, pero…. No, pero…. Algunos dicen “Es de sabios cambiar de parecer”, pero ese parecer, hay que administrarlo con prudencia y cautela, para no dar mal ejemplo a los hijos, atosigándoles con ideas, órdenes o instrucciones volátiles o incongruentes.

Decir “no”, suele presentar muchas dificultades. ante las continuas presiones de la sociedad. para que hagamos lo que la sociedad quiere. Es un enfrentamiento. que la mayoría de las veces. supone tener que soportar calificativos despectivos personales. como: Raro, ignorante, anticuado, sabelotodo, desaprovechado, anormal, extravagante, etc. Pero la valentía, soportada con el convencimiento, se demuestra en esas situaciones, que atentan contra los principios adoptados.

La terquedad o intransigencia de los padres o de los hijos, tampoco es buena compañera, para andar los caminos de la educación. Suele traer malas consecuencias, a no ser que sea en conceptos no negociables religiosa, familiar o socialmente.

            Enseñar a los hijos a ser flexibles, cuando sea necesario, es sinónimo de inteligentes, no de obtusos, de tolerantes, de querer ser complacientes, adaptables y transigentes. Esa flexibilidad, tiene que estar muy bien soportada, con la práctica y la enseñanza de las virtudes y valores humanos. Aunque un cónyuge nunca debe decir “no” y el otro cónyuge decir que “si”, para tapar lo que hacen los hijos.

Los padres tienen que ser los primeros en aprender a decir “no”, incluso ante las situaciones difíciles, para conseguir que los hijos, se den cuenta de la entereza que eso les ha supuesto. Educar con el ejemplo, es la mejor herramienta para la educación de los hijos.  Nadie puede educar de lo que no sabe o no practica.

Los padres demasiado rígidos en sus decisiones, que incluso no quieren escuchar o atender las alegaciones de los hijos, casi siempre terminan en enfrentamientos innecesarios. Mantener el “no” o el “sí”, no quiere decir, que no haya que crear espacios para el convencimiento, la negociación y en algunos casos desistir.

Para conseguir tener la virtud de saber decir sí o no, es imprescindible practicar las siguientes virtudes y valores humanos, que aunque parezcan muchos, no son tantos, si los padres quieren ofrecer a sus hijos, la mejor formación humana posible: (En orden alfabético, no de importancia)

Ahorro. Arrepentimiento. Austeridad. Autodisciplina. Disciplina. Callar. Caridad. Castidad. Civismo. Coherencia. Compasión. Compromiso. Conciencia. Confianza. Conocimiento. Constancia. Control. Coraje. Criterio. Decencia. Decisión. Dialogo. Dignidad. Disciplina, Educación. Escuchar. Espíritu crítico. Ética. Fe. Fidelidad. Formación. Fortaleza. Generosidad. Gratitud. Heroísmo. Honestidad. Honor. Honradez. Humildad. Igualdad. Integridad. Justicia. Lealtad. Libertad. Liderazgo. Madurez. Magnanimidad. Misericordia. Moderación. Obediencia. Objeción de conciencia. Objetividad. Oración. Orden. Paciencia. Paz. Perseverancia. Plan de vida. Prójimo. Prudencia. Pudor. Puntualidad. Razón. Rectitud. Reflexión. Religiosidad. Respeto. Responsabilidad. Sabiduría. Sacrificio. Sencillez. Sensatez. Serenidad. Seriedad. Sinceridad. Solidaridad. Sufrimiento. Templanza. Tolerancia. Valor. Verdad. Vergüenza. Visión. Voluntad, etc.

Del conocimiento y de la práctica, de cada una de estas virtudes y valores humanos, dependerán los criterios elegidos para decir sí o no. Ahí se demostrará la fortaleza, a la hora de tomar la decisión y la certeza para mantenerla. (Certeza es la firme adhesión, al conocimiento seguro y claro, de algo conocible y sin temor a errar. Es la columna que debe soportar las decisiones, afirmativas o negativas, que se vayan a tomar). Después hace falta practicar otras virtudes y valores humanos, para corroborar las decisiones pensadas y para mantenerse en la decisión tomada, si es que ha lugar.

La práctica de estas y otras virtudes y valores humanos, crean un sexto sentido o intuición, para determinar cuando hay que decir “sí” o “no”. La calidad de la educación que enseñan los padres, es muy difícil que sea superada, por la que los hijos, puedan aprender fuera de la familia.

No es aconsejable pasarse toda la vida diciendo “no”, a todas las cosas, criticando todo lo que se hace o se deja de hacer, y diciendo “no” a todo, sistemática e invariablemente. Hay que tener el criterio suficientemente formado, para saber elegir la razón y las circunstancias para hacerlo. Es cierto que hay muchos más “criticólogos” que “solucionlogos”, en el medio, está la virtud. Pero cuando decir “no”, es innegociable, porque el “sí”, va en contra de nuestros principios, hay que ser fuertes y tenaces criticólogos.

Aprender a decir “no”, es totalmente imprescindible y necesario. Algunas veces nos hacen propuestas o tenemos algunas intenciones u objetivos, que dado la confrontación o incompatibilidad con nuestras creencias religiosas, obligaciones familiares, alejamiento de los estudios, proyecto de vida, relaciones con los amigos, falta de tiempo, de dinero, de posibilidades reales, prioridades, cuidado de la salud, etc., nos obligan a plantear la obligatoriedad, de decir seriamente que “no”, y mantenerlo, aunque sean muchas  las presiones externas e internas, que nos intenten convencer de que digamos “si”.

Los padres tienen que entrenar y convencer a los hijos, que es más valiente e inteligente decir “no” una vez y con energía, después de haber pensado bien las ventajas e inconvenientes, que posteriormente pagar las consecuencias, de no haberlo dicho por cobardía o por ignorancia. Es preferible ponerse una vez rojo, que cien veces colorado.  El tiempo, el dinero y las energías, son limitadas y no se pueden desperdiciar por decir “sí”, cuando se debería haber dicho “no”, pues las consecuencias pueden ser ilimitadas.

Los padres tienen que enseñar a que los hijos no tengan miedo a decir “no”, cuando sea necesario. Decirlo con valentía, sin miedos personales o de aceptación. Muchos miedos, resultan que fueron en vano, pues no sucedió lo que se temía. Mucho menos miedo, si se tienen preparadas respuestas alternativas, a los hechos desagradables, que pudieran producirse por haber dicho “no”.

La experiencia está compuesta por los problemas presentados, los fracasos y los éxitos. Si esto los asociamos, con las veces que nos equivocamos al decir “sí” o “no”, aprenderemos a no tropezar nuevamente, con la misma piedra.

Decir “no”, supone un compromiso u obligación, de mantener la palabra empeñada en causas privadas, familiares o sociales.  Hay que tener la confianza y la  seguridad, de saber decir “no” y mantenerlo. Así se gana la autoestima propia y la aceptación de los demás.

Los contrariologos e inconformistas sistemáticos y casi profesionales, son los que continuamente están llevando la contraria, y diciendo “no” a todo. Pero llevar la contraria por sistema, no evita la firmeza de plantarse y decir “no”, a lo que verdaderamente consideramos, que nos puede hacer daño, a nosotros o a la sociedad.

Los padres tienen que enseñar a sus hijos, a que no les de miedo a decir “no”, que sean valientes, aunque eso suponga un enfrentamiento contra la sociedad. Incluso cuando casi todos, a su alrededor, vivan más tranquilamente al creerse determinadas cosas a pie juntillas y casi nadie se las cuestione.

La objeción de conciencia, soportada con un “no”, entra en juego y dice “hasta aquí hemos llegado”, precisamente cuando la conciencia, está muy bien formada, ha estudiado bien las repercusiones religiosas, morales y sociales, y no tiene miedo a enfrentarse a las consecuencias de enfrentarse o sentirse rechazados por la sociedad, los amigos u otros familiares, aunque eso les origine muchas veces, graves problemas.

Algunos para no tener que enfrentarse con el “no”, dicen “sí” a todo, lo que empeora la vida familiar y social, pues no les permite utilizar su libre albedrio, para la buena toma de decisiones. Máxime cuando ese “sí” lo dicen por compromiso o vergüenza y sin ánimo de cumplirlo.

También están los que son, como veletas al viento, que ponen las excusas más extrañas que se hayan podido escuchar, para decir “sí” o ”no”, en las mismas situaciones o cuestiones, según el ramalazo que les de en ese momento.

Los padres deben enseñar a sus hijos a que no deben tener en cuenta, el complacer a sus amigos, con algo que no deben hacer. Tienen que oponerse con valentía y rotundamente, si lo que les proponen, va en contra de la moral y buenas costumbres enseñadas por sus padres.

Para los padres, es muy importante conocer si sus hijos son adictos al “si”, incluso ante situaciones peligrosas para ellos mismos, debido a que tienen miedo de decir “no”. Esa falta de valentía, les hará ponerse en peligro, de hacer todo lo que sus amigos le pidan, aunque nada más sea por complacerlos y no enfrentarse a ellos, con un “no”, ante las posibles malas actividades.

Los padres tienen que enseñar a sus hijos, a que sepan trazar una raya en las relaciones con sus amigos, que con sus planteamientos peligrosos, siempre les estén obligando a decir “no”, para evitar que por pesadez o que, por quitárselos de encima, caigan en la tentación de aceptar sus ideas.

Saber decir con firmeza y claridad “no”, es un acto de valentía, inteligencia y cortesía y debe hacerse, cuando sea necesario, para que los demás lo comprendan, sin sentir ninguna culpabilidad, ni remordimiento posterior. No hay que evitar el choque, que pueda producirse por decir “no” y mantenerlo. Es preferible la honesta confrontación, a que por no discutir las razones del “no”, dejarse llevar por las malas intenciones de otros.

Padres, verán que orgullosos se sienten sus hijos, cuando vean y puedan decir, que han sabido mantener su “no”, por encima de las presiones, vejaciones y discriminaciones que han sufrido, por no seguir los dictados de sus amigos, de las modas o de lo políticamente correcto. Muchas veces, necesitan demostrarse a si mismo, que saben decir “no”, sobre todo cuando se dan cuenta de los problemas, en los que se han metido, por no haber sido inteligentes, fuertes y responsables consigo mismo. La primera cualidad de la personalidad, es la fuerza en demostrarla.

            Es mucho más difícil decir “no”, que decir “si”, todo depende del grado de dominio de la virtud de la voluntad. La falta de carácter, conlleva la debilidad o falta de voluntad, nunca faltan pretextos, para no cumplir con las obligaciones. Todo dependerá del entrenamiento que han dado al espíritu, para tener fuerza de voluntad y no rendirse, ni retroceder ante los retos que la vida nos presenta diariamente. 

Los padres tienen que fomentar, primeramente con el ejemplo, la práctica de la virtud de la voluntad, para acostumbrar a los hijos a decir que “no”, cuando lo tengan que decir, y a decir que “si” cuando sea necesario o conveniente. Las medias tintas en la definición de las necesarias respuestas contundentes, demuestran el conformismo y una gran falta de entrenamiento, en el ejercicio de la voluntad. 

            Saber decir “no”, es una señal de inteligencia y agudeza, que los padres tienen que enseñar a practicar a sus hijos, desde que son muy pequeños. No pueden dejar la enseñanza de decir “no”, para cuando sean mayores, pues después puede ser muy tarde y tendrán que pagar las consecuencias. El “no” y el “sí”, son breves de decir, pero piden pensar mucho.

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