ESCUELA PARA PADRES
La pena de muerte explicada a los hijos
- ¿Le han preguntado sus hijos, si el gobierno tiene derecho a implantar la pena de muerte?
- ¿Está Vd. a favor o en contra, de la pena de muerte?
- ¿Cree que hay soluciones alternativas, a la pena de muerte?
Los padres deben conocer, a que edad física y mental, pueden hablar de este tema con sus hijos. Hablar de la pena de muerte, era un tema muy reservado, ahora es una conversación, que debe tenerse con los hijos.
La pena de muerte es, la prueba fracasada del viejo sistema bíblico, de la ley de Talión, “Ojo por ojo y diente por diente”. La venganza personal o colectiva, no está permitida en ningún sentido. La Iglesia la prohíbe. Porque si fuese permitida, no se podría vivir en el mundo. Todos nos creeríamos con derecho a vengarnos de alguien. No se puede aplicar, ni como instrumento de legítima defensa social, pues la sociedad moderna, tiene muchas alternativas para prevenir y reprimir eficazmente, el crimen. No se pueden invocar la paz y despreciar la vida. Nadie puede concederse el derecho de matar.
La pena de muerte es, la máxima expresión del odio y el odio, es incapaz de liberar a nadie. El odio sólo sirve, para fomentar odio. En la historia humana, nadie ha conseguido ser libre gracias al odio. El odio nunca está justificado para un cristiano.
Es lícito exigir, pero no por odio ni por venganza, sino por deseo de justicia, conseguir una reparación del daño recibido. Siempre que esta reparación, sea proporcional y no irreversible. La aplicación de la pena de muerte, le priva al culpable de poder redimir sus culpas, con un cambio o reforma de sus actitud en la sociedad.
Por lo irreparable de una equivocació,n en el caso de una sentencia a pena de muerte, a los jueces les debe constar, con toda certeza, la culpabilidad criminal, para poder ordenar el castigo. Hay muchos casos de sentencias de pena de muerte, donde el reo no ha tenido todas las oportunidades de demostrar su inocencia. Debido a falsas acusaciones, defectos en las pruebas de los fiscales, presiones para declararse culpable, con promesas engañadoras, etc.
De hecho la pena de muerte, supone una discriminación contra las minorías y los pobres, que no tienen recursos suficientes, para enfrentarse al poderos sistema judicial y tienen que utilizar, los servicios gratuitos de abogados inexpertos o despreocupados, para que les defiendan. Se condena casi siempre, a quienes no puede torcer las leyes, o a quien no tiene dinero para defenderse.Continuamente se dan casos donde poderosos acusados, contratan a grandes equipos de abogados, para que les defiendan y procuren que pongan enfrente a fiscales, con poca experiencia.
En muchas ocasiones, se han detenido ejecuciones en el último minuto, porque se ha demostrado, que el condenado no era el culpable. Si no hubiera sido por la buena suerte o por casualidades, la ejecución se hubiera llevado a cabo, sobre un inocente. Últimamente se ha introducido en algunos casos, las pruebas relacionadas con el ADN, pero todavía hay muchos reos, a los que se les niega esa prueba, fundamental para intentar salvarles la vida. Es preferible librar de la pena de muerte a cien culpables, que ejecutar a un inocente.
Cuando hay sentencia de pena de muerte, los costos para la sociedad civil son muy elevados, ya que exigen enormes gastos, al tener que repetir sus procesos judiciales. Mantener en la cárcel a cada condenado a muerte, cuesta anualmente a la sociedad 90,000 dólares más, que si fuera otro tipo de condenado. El tiempo medio de espera entre la condena, las apelaciones y la ejecución es de 13 años. Si se sustituye la condena a la pena de muerte, por la de cadena perpetua, el dinero para la aplicación de la pena de muerte, podrían utilizarse para investigar más y mejor, los homicidios, modernizar los laboratorios de investigación, estudiar la lucidez mental de los convictos, su posible inocencia e incluso, analizar la profesionalidad e interés de los fiscales y abogados defensores. Además de aumentar, los programas y políticas de prevención de la violencia.
Los estados van a tener que, a la fuerza, suprimir la ley de la pena de muerte o las apelaciones, porque no tienen dinero para sufragarlas. Desgraciadamente, es el único camino que eliminará la pena de muerte. Todavía quedan 90 países en el mundo, que mantienen la pena de muerte, en los cuales, no hay menores índices de criminalidad, que en los países donde está abolida y sustituida por la de cadena perpetua. La pena de muerte se ha demostrado, que no es disuasiva para la eliminación de la criminalidad. El crimen desaparecerá o empezará a disminuir, cuando las grandes diferencias sociales, se vayan eliminando. La pobreza siempre trae el crimen, pegado a ella.
Hoy la justicia es papel y no realidad. Valores asociados a la justicia como democracia, ética, salud, vivienda, ausencia de miseria y oportunidades de desarrollo similares, son papel y no realidad. El incremento del odio y de la desconfianza, de las comunidades empobrecidas y víctimas de tanta injusticia, aflora en la sociedad, sin encontrar un freno con la pena de muerte. Algunos legisladores creen, que con la pena de muerte, arreglan las grandes diferencias sociales, impuestas por un grupo de políticos, los que les ayudaron a auparse en el poder y los millones de personas, que les aplauden a pesar de que también sean pobres e ignorantes.
La pena de muerte, es uno de los temas no negociables por la Iglesia, pues el quinto mandamiento de la Ley de Dios dice, no matarás a cualquier ser humano: Ni con la pena de muerte, ni al niño sin nacer, ni en las guerras preventivas, etc.
Sin Dios y sin Religión, todo es posible aquí y ahora. Tantos años de laicismo, persiguiendo a la Iglesia, casi siempre en beneficio de la clase dominante, han traído esta situación. La Iglesia en todos los países, ha sabido enseñar y educar a las personas, en hacer el bien. La Iglesia es la única institución, que puede ponerse enfrente de la injusticia de los poderosos, no son las leyes humanas, porque estas han sido diseñadas o compradas, por los poderosos. Por eso algunos grupos de poder, tienen tanto interés en sistemáticamente atacar, desprestigiar y hacer desaparecer, a la Iglesia de la sociedad, para que no les recuerden sus fecharías y abusos de poder.
Aparece el desenfreno de la sociedad, dando lugar a la ley del más fuerte y a la pérdida de las virtudes y valores humanos, de los que la Iglesia siempre está predicando. La Iglesia es ese barco frágil, que navega a contracorriente. Las singladuras que promete son ásperas y fatigosas, a diferencia del plácido abandono que augura, dejarse arrastrar por la corriente de aplicar la pena de muerte.
Pero esa falta de educación religiosa, junto a la pobreza, a la incultura y a los malos ejemplos, dados por la clase dirigente, es la que trae consigo la violencia. Cuando el pueblo no tiene ninguna referencia moral y ha perdido todas las esperanzas de vivir dignamente, nada más le queda dedicarse a la violencia, para sobrevivir, emigrar como lo están haciendo, los más capaces o responsables de las naciones pobres o asumir su pobreza y aceptar su desgracia para siempre.
El soborno, la corrupción y la impunidad, son las lacras que algunos pretenden eliminar, instaurando o manteniendo la pena de muerte. Además en los países donde las leyes son arcaicas, y su aplicación soportada por la ingeniería del soborno, solamente se aplica la pena de muerte, a los más pobres. Los pudientes económica, social o políticamente, nunca pisan las cárceles, mucho menos sufren la pena de muerte, según lo atestiguan las estadísticas.
La realidad es que, después de muchos años de laicismo, de ver separados los poderes de la Iglesia y del Estado, solamente para las cosas que a algunos les convienen, no se alcanzan a ver los beneficios de una mejor convivencia.
Habiendo una educación social, donde a Dios se le dicta arraigo domiciliario, al interior de las Iglesias, se le condena a muerte o, en el mejor de los casos, se le ignora la convivencia, va empeorando a pasos agigantados. Por eso estamos sufriendo, las consecuencias de una delincuencia que no teme, ni respeta ni a la sociedad, ni a las leyes, ni al gobierno. Pobres delincuentes que no conocen a Dios. Sin Dios y sin Religión, todo es posible, aquí y ahora. La sociedad actual, está jugando con fuego con estas leyes injustas. Quien quiera jugar con fuego, debería hacerlo lejos del polvorín en el que vivimos.
Y no seamos ingenuos, al echar al otro toda la culpa. Ordinariamente la culpa hay que repartirla, entre todos. Para algunos, es más fácil poner las energías, en encontrar culpables que en buscar soluciones, incluso las que están dentro de uno mismo.
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