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La cleptomanía en los niños. Robar por impulso.

ESCUELA PARA PADRES

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1,489 Palabras

Hay niños que desde muy pequeños, tienen cierta tendencia a coger cosas a sus amiguitos y a no devolvérselas, a no ser que sus padres se den cuenta y les obliguen a restituirlas. Muchas veces no suelen tener muy claro el concepto de la pertenencia propia y la ajena.

Los padres deben demostrar mucha paciencia y desarrollar muy bien su inteligencia, para además de tener la certeza fija e irrefutable de lo sucedido, intentar encontrar las causas que lo suscitaron, originaron o promovieron.

A medida que se van haciendo mayores, esa tendencia a quedarse con lo ajeno puede ir en aumento, hasta llegar a situaciones muy desagradables para los niños y los padres. Primero son pequeños hurtos y después se convierten en robos, lo que hace más difícil corregir esa situación.

Los padres tienen que seguir teniendo mucha fe en sus hijos, aunque hayan hecho algo mal. No pueden tirar por la borda todos los años de educación, cariño y mutuo amor acumulados. Los hijos siempre tienen que tener derecho, a una nueva oportunidad.

Cuando los hijos se han metido voluntaria o involuntariamente en un problema, a cuenta de un hurto o de un robo, único o repetido, es cuando los padres tiene que demostrarles más su cariño, con pruebas evidentes de sincero afecto. Pero sin renunciar a las acciones de corrección y reprimenda, acordes con la situación creada.

Es muy diferente la forma de tratar el robo realizado por un niño, que el realizado por un adolescente. Pero ambos son robos y su gravedad, motivos, circunstancias y consecuencias, deben investigarse muy bien, para que los padres puedan obrar en consecuencia.

Los padres son los primeros que tienen que autoanalizarse, para ver si son ellos los responsables, directa o indirectamente de lo que roban sus hijos. Sin querer o queriendo, algunos padres dan muy malos ejemplos a los hijos, hurtando, robando o sustrayendo pequeñas cosas, que ellos no les dan importancia, pero no tienen en cuenta, que los hijos suelen estar pendientes de todos los actos de los padres.

Hay veces que los hijos roban como rechazo o protesta, ante la situación que están viviendo de presión o de violencia física o mental. Pudiera ser la forma de expresar su indignación, por la sumisión violenta a la que están sometidos. El robo lo consideran como una válvula de escape, a sus frustraciones e impotencia ante el mal trato.

No se puede calificar a sus hijos de ladrones, ni “echarles a las patas de los caballos”, estigmatizándolos y condenándoles para siempre, con un sambenito como escarnio de lo realizado. Mucho menos ante sus familiares, amigos o sociedad. Deben sopesar muy bien los hechos, junto a la intención, la cuantía, las circunstancias, la repetición, la edad, el propósito de la enmienda, etc.

No debería haber un hurto o un robo, por muy pequeño que sea, sin que el que lo haya efectuado, tenga unas consecuencias acordes y proporcionadas con lo que ha realizado.

Los padres tienen que estar muy alertas y vigilar todas las cosas, que llevan los niños a la casa o que mantienen en sus bolsillos, mochilas, armarios o sitios recónditos. Incluso hay otros signos externos del robo, que no se pueden ver, pero que son producidas por el robo. Como las cosas que tiene y que no puede demostrar su procedencia, pues han podido ser cambiadas por lo robado o compradas, con el dinero obtenido de lo robado.

11 Conceptos a analizar en los casos, de niños que roban:

  1. Averiguar los motivos por los que lo ha hecho: Amenazas, presiones, imitación, malas influencias, iniciación a algún grupo, demostrar superioridad, listeza o mañas, ambiente social en el que se relaciona, retos impuestos, etc.
  2. Comprobar la necesidad demostrable del objeto e incapacidad para pedirlo.
  3. Conocer la actitud de los familiares o amigos de su entorno social en el que vive.
  4. Detallar cuales han sido los hechos y su valoración económica, sentimental o perjudicial.
  5. Examinar si es por falta de formación, para discernir que no se puede robar.
  6. Indagar si ha habido algún antecedente, como premeditación, abuso, fuerza, etc.
  7. Informarse si los robos han sido frecuentes, reincidentes del concepto, único o esporádicos.
  8. Investigar lo que le importan las consecuencias.
  9. Observar si lo ha hecho por ambición de querer tener más.
  10. Profundizar en sus pruebas de arrepentimiento.
  11. Saber si es un capricho para su estilo de vida.

Los pequeños robos que hacen los niños, pueden producirse por razones internas o externas.

Las internas pueden ser producto de la mala educación, en las virtudes y valores humanos, donde no se han instalado los conceptos del bien y el mal, de lo propio y de lo ajeno, de pedir perdón y restituir. Todo les parece lo mismo y no sienten la sensación de que están haciendo mal, incluso copian a otros, sin pensar en que tiene que arrepentirse, corregirse y devolver lo robado.

Las externas pueden prevenir de ejemplos recibidos o como venganza y rechazo, a los malos tratos y abusos físicos, verbales o mentales, recibido por los padres. Estos se traducen en una forma de vengarse, contra la impotencia de no poder hacerlo, contra los que les abusan.

El robar, aunque sean pequeñas cosas, se convierte en costumbre y después en hábito, posteriormente se produce el vicio incontrolable de la cleptomanía, que en las personas mayores es muy difícil eliminar, incluso necesitan tratamientos especiales, los cuales no se los van a enseñar, cuando ya estén en la cárcel. Se convierte en un desorden psicológico, asociado con desórdenes obsesivos compulsivos y desórdenes adictivos, relacionado con las emociones reguladas por el estado de ánimo.

En casi todos los sitios hay cámaras de televisión, que graban todo lo que ocurre, lo que hace más fácil el descubrir el comportamiento de los ladrones, probar el delito y aplicar los castigos.

Hay cleptómanos que lo hacen por el simple hecho de robar, aunque no necesiten lo que roban para nada. Es por la adrenalina que les produce el robar, sin pensar en el prójimo ni en su propia conciencia. Incluso roban a sus propios familiares y amigos más allegados.

Además de hablar a los niños y a los mayores, de la importancia que para otros pueden tener sus robos, se les debe hablar de las repercusiones y con secuencias, que ellos van a tener que sufrir por sus malos actos. El hurtar o robar les hace adquirir mala fama de ladrón frente a sus familiares, amigos o compañeros. Además de la posibilidad de quedar fichado por la policía.

Los padres deben extender durante un tiempo prudencial los castigos o consecuencias, durante las actividades familiares, para que no sea una bronca fugaz, que quede en eso solamente. Pero las reprimendas y las sanciones, deben ir relacionadas con las investigaciones en profundidad de los hechos, los antecedentes y los motivos.

Una de las pruebas para comprobar el arrepentimiento y el cambio de actitud, es poner y mantener objetos como señuelos, que obliguen a la persona a dominar su propio vicio y reforzar su fuerza de voluntad.

Los padres cuando se enteran de un robo, lo primero deben buscar en profundidad, cuáles son los motivos o causas, que han originado el robo, para así poder poner los remedios adecuados. No se pueden poner soluciones, si no se conocen las causas.

Los robos no ocurren por causalidad, detrás de ellos hay una causa, que si no se corrige terminará en cleptomanía. Muchas veces provienen de la mala educación o ejemplos, que han recibido de sus padres o porque les han enseñado que “coger de donde hay” no es robar.

Las edades en los hijos, son los hitos fundamentales que van marcando las épocas, para formarles en sus virtudes y valores humanos. Los primeros 6 años son la época de educarles. Los segundos 6 años es decir hasta los 12, es la época de añadirles la formación y los terceros 6 años, es decir hasta los 18, es la época de prepararles para el gran salto, que normalmente van a dar al salir del hogar familiar, para ir a trabajar o a realizar los estudios en la universidad. Tres fases totalmente diferentes de la continua educación.

Educar en la restitución. Esa es una práctica que se debe enseñar, desde muy pequeños, aunque suponga una gran vergüenza para los hijos y muchas veces para los padres, al tenerla que hacer públicamente. La restitución es una de las consecuencias, que deben conllevar todos los hurtos o robos, grandes o pequeños.

Aunque la disculpa sea “eso lo hacen todos”, esa falsedad de afirmación, no justifica el hacerlo. La idea de culpabilidad, resarcimiento, restitución, rechazo de las ocasiones y petición de perdón, deben inculcarse desde niños.

Las excusas, mentiras y falacias, suele estar siempre pegada a los robos, para disminuir la culpabilidad.

Artículo recomendado: ¿A qué hijo quieren más los padres?

francisco@micumbre.com

 

 

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Padres, enseñen a sus hijos a decir “NO”

ESCUELA PARA PADRES

Padres, enseñen a sus hijos a decir “NO”.

2,278 Palabras. Tiempo de lectura 8:00 minutos

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            Que su “no”, sea “no” y que su “sí”, sea “sí”. Para conseguirlo, hay que tener mucha entereza, firmeza, conocimiento, disciplina y decisión en las cosas importantes, relacionadas con la religión, la familia, la sociedad y las buenas costumbres. Es muy difícil decir “no”, pero no imposible, además de beneficioso a corto y largo plazo.

Hay cien mil situaciones y muchísimos medios de comunicación, que compiten directamente contra los padres, que quieren educar a sus hijos, a que sean valientes y sepan decir “no”, ante las cosas malas que la sociedad les ofrece.

Padres, enseñen a sus hijos a decir “no” a las drogas y a otras muchas cosas, que les perjudican, y que se pueden convertir, fácilmente, en adicciones. Si son valientes y dicen rotundamente “no quiero probar”, de forma, que no quede ninguna duda de sus intenciones, habrán ganado la primera batalla y muy posiblemente, la guerra de las drogas. El consumo de las drogas, suele empezar cuando a los hijos les da vergüenza decir “no”, ante los ofrecimientos o insinuaciones, para que las consuman. Es más duro decir “no” a todas esas tentaciones, ya que después, tendrán que enfrentarse a defender su postura.

Hijos, siéntanse orgullosos de decir “no”, cuando tengan que decirlo. Cuenten a sus padres lo que han hecho, y todas las veces que lo hayan hecho. Al decirlo se sentirán bien, además que darán a sus padres una gran satisfacción, sobre el buen resultado de las enseñanzas que les han impartido.

Hijos, sepan que todos los días y a todas las horas, van a tener que enfrentarse contra los que quieren convencerles, que se pasen a su bando. La mala sociedad, no descansa de sus intenciones y está esperando, a sus momentos de flaqueza, cansancio o curiosidad. Si Vds. no tienen la fortaleza de decir “no”, perderán la batalla, que continuamente les presenta la sociedad y posiblemente, entren en avenidas de retorno imposible.

Saber decir “no”, primero hay que convertirlo en costumbre, después en hábito y posteriormente en virtud. En las afirmaciones o negaciones importantes, no se puede hablar con ambigüedades: Sí, pero…. No, pero…. Algunos dicen “Es de sabios cambiar de parecer”, pero ese parecer, hay que administrarlo con prudencia y cautela, para no dar mal ejemplo a los hijos, atosigándoles con ideas, órdenes o instrucciones volátiles o incongruentes.

Decir “no”, suele presentar muchas dificultades. ante las continuas presiones de la sociedad. para que hagamos lo que la sociedad quiere. Es un enfrentamiento. que la mayoría de las veces. supone tener que soportar calificativos despectivos personales. como: Raro, ignorante, anticuado, sabelotodo, desaprovechado, anormal, extravagante, etc. Pero la valentía, soportada con el convencimiento, se demuestra en esas situaciones, que atentan contra los principios adoptados.

La terquedad o intransigencia de los padres o de los hijos, tampoco es buena compañera, para andar los caminos de la educación. Suele traer malas consecuencias, a no ser que sea en conceptos no negociables religiosa, familiar o socialmente.

            Enseñar a los hijos a ser flexibles, cuando sea necesario, es sinónimo de inteligentes, no de obtusos, de tolerantes, de querer ser complacientes, adaptables y transigentes. Esa flexibilidad, tiene que estar muy bien soportada, con la práctica y la enseñanza de las virtudes y valores humanos. Aunque un cónyuge nunca debe decir “no” y el otro cónyuge decir que “si”, para tapar lo que hacen los hijos.

Los padres tienen que ser los primeros en aprender a decir “no”, incluso ante las situaciones difíciles, para conseguir que los hijos, se den cuenta de la entereza que eso les ha supuesto. Educar con el ejemplo, es la mejor herramienta para la educación de los hijos.  Nadie puede educar de lo que no sabe o no practica.

Los padres demasiado rígidos en sus decisiones, que incluso no quieren escuchar o atender las alegaciones de los hijos, casi siempre terminan en enfrentamientos innecesarios. Mantener el “no” o el “sí”, no quiere decir, que no haya que crear espacios para el convencimiento, la negociación y en algunos casos desistir.

Para conseguir tener la virtud de saber decir sí o no, es imprescindible practicar las siguientes virtudes y valores humanos, que aunque parezcan muchos, no son tantos, si los padres quieren ofrecer a sus hijos, la mejor formación humana posible: (En orden alfabético, no de importancia)

Ahorro. Arrepentimiento. Austeridad. Autodisciplina. Disciplina. Callar. Caridad. Castidad. Civismo. Coherencia. Compasión. Compromiso. Conciencia. Confianza. Conocimiento. Constancia. Control. Coraje. Criterio. Decencia. Decisión. Dialogo. Dignidad. Disciplina, Educación. Escuchar. Espíritu crítico. Ética. Fe. Fidelidad. Formación. Fortaleza. Generosidad. Gratitud. Heroísmo. Honestidad. Honor. Honradez. Humildad. Igualdad. Integridad. Justicia. Lealtad. Libertad. Liderazgo. Madurez. Magnanimidad. Misericordia. Moderación. Obediencia. Objeción de conciencia. Objetividad. Oración. Orden. Paciencia. Paz. Perseverancia. Plan de vida. Prójimo. Prudencia. Pudor. Puntualidad. Razón. Rectitud. Reflexión. Religiosidad. Respeto. Responsabilidad. Sabiduría. Sacrificio. Sencillez. Sensatez. Serenidad. Seriedad. Sinceridad. Solidaridad. Sufrimiento. Templanza. Tolerancia. Valor. Verdad. Vergüenza. Visión. Voluntad, etc.

Del conocimiento y de la práctica, de cada una de estas virtudes y valores humanos, dependerán los criterios elegidos para decir sí o no. Ahí se demostrará la fortaleza, a la hora de tomar la decisión y la certeza para mantenerla. (Certeza es la firme adhesión, al conocimiento seguro y claro, de algo conocible y sin temor a errar. Es la columna que debe soportar las decisiones, afirmativas o negativas, que se vayan a tomar). Después hace falta practicar otras virtudes y valores humanos, para corroborar las decisiones pensadas y para mantenerse en la decisión tomada, si es que ha lugar.

La práctica de estas y otras virtudes y valores humanos, crean un sexto sentido o intuición, para determinar cuando hay que decir “sí” o “no”. La calidad de la educación que enseñan los padres, es muy difícil que sea superada, por la que los hijos, puedan aprender fuera de la familia.

No es aconsejable pasarse toda la vida diciendo “no”, a todas las cosas, criticando todo lo que se hace o se deja de hacer, y diciendo “no” a todo, sistemática e invariablemente. Hay que tener el criterio suficientemente formado, para saber elegir la razón y las circunstancias para hacerlo. Es cierto que hay muchos más “criticólogos” que “solucionlogos”, en el medio, está la virtud. Pero cuando decir “no”, es innegociable, porque el “sí”, va en contra de nuestros principios, hay que ser fuertes y tenaces criticólogos.

Aprender a decir “no”, es totalmente imprescindible y necesario. Algunas veces nos hacen propuestas o tenemos algunas intenciones u objetivos, que dado la confrontación o incompatibilidad con nuestras creencias religiosas, obligaciones familiares, alejamiento de los estudios, proyecto de vida, relaciones con los amigos, falta de tiempo, de dinero, de posibilidades reales, prioridades, cuidado de la salud, etc., nos obligan a plantear la obligatoriedad, de decir seriamente que “no”, y mantenerlo, aunque sean muchas  las presiones externas e internas, que nos intenten convencer de que digamos “si”.

Los padres tienen que entrenar y convencer a los hijos, que es más valiente e inteligente decir “no” una vez y con energía, después de haber pensado bien las ventajas e inconvenientes, que posteriormente pagar las consecuencias, de no haberlo dicho por cobardía o por ignorancia. Es preferible ponerse una vez rojo, que cien veces colorado.  El tiempo, el dinero y las energías, son limitadas y no se pueden desperdiciar por decir “sí”, cuando se debería haber dicho “no”, pues las consecuencias pueden ser ilimitadas.

Los padres tienen que enseñar a que los hijos no tengan miedo a decir “no”, cuando sea necesario. Decirlo con valentía, sin miedos personales o de aceptación. Muchos miedos, resultan que fueron en vano, pues no sucedió lo que se temía. Mucho menos miedo, si se tienen preparadas respuestas alternativas, a los hechos desagradables, que pudieran producirse por haber dicho “no”.

La experiencia está compuesta por los problemas presentados, los fracasos y los éxitos. Si esto los asociamos, con las veces que nos equivocamos al decir “sí” o “no”, aprenderemos a no tropezar nuevamente, con la misma piedra.

Decir “no”, supone un compromiso u obligación, de mantener la palabra empeñada en causas privadas, familiares o sociales.  Hay que tener la confianza y la  seguridad, de saber decir “no” y mantenerlo. Así se gana la autoestima propia y la aceptación de los demás.

Los contrariologos e inconformistas sistemáticos y casi profesionales, son los que continuamente están llevando la contraria, y diciendo “no” a todo. Pero llevar la contraria por sistema, no evita la firmeza de plantarse y decir “no”, a lo que verdaderamente consideramos, que nos puede hacer daño, a nosotros o a la sociedad.

Los padres tienen que enseñar a sus hijos, a que no les de miedo a decir “no”, que sean valientes, aunque eso suponga un enfrentamiento contra la sociedad. Incluso cuando casi todos, a su alrededor, vivan más tranquilamente al creerse determinadas cosas a pie juntillas y casi nadie se las cuestione.

La objeción de conciencia, soportada con un “no”, entra en juego y dice “hasta aquí hemos llegado”, precisamente cuando la conciencia, está muy bien formada, ha estudiado bien las repercusiones religiosas, morales y sociales, y no tiene miedo a enfrentarse a las consecuencias de enfrentarse o sentirse rechazados por la sociedad, los amigos u otros familiares, aunque eso les origine muchas veces, graves problemas.

Algunos para no tener que enfrentarse con el “no”, dicen “sí” a todo, lo que empeora la vida familiar y social, pues no les permite utilizar su libre albedrio, para la buena toma de decisiones. Máxime cuando ese “sí” lo dicen por compromiso o vergüenza y sin ánimo de cumplirlo.

También están los que son, como veletas al viento, que ponen las excusas más extrañas que se hayan podido escuchar, para decir “sí” o ”no”, en las mismas situaciones o cuestiones, según el ramalazo que les de en ese momento.

Los padres deben enseñar a sus hijos a que no deben tener en cuenta, el complacer a sus amigos, con algo que no deben hacer. Tienen que oponerse con valentía y rotundamente, si lo que les proponen, va en contra de la moral y buenas costumbres enseñadas por sus padres.

Para los padres, es muy importante conocer si sus hijos son adictos al “si”, incluso ante situaciones peligrosas para ellos mismos, debido a que tienen miedo de decir “no”. Esa falta de valentía, les hará ponerse en peligro, de hacer todo lo que sus amigos le pidan, aunque nada más sea por complacerlos y no enfrentarse a ellos, con un “no”, ante las posibles malas actividades.

Los padres tienen que enseñar a sus hijos, a que sepan trazar una raya en las relaciones con sus amigos, que con sus planteamientos peligrosos, siempre les estén obligando a decir “no”, para evitar que por pesadez o que, por quitárselos de encima, caigan en la tentación de aceptar sus ideas.

Saber decir con firmeza y claridad “no”, es un acto de valentía, inteligencia y cortesía y debe hacerse, cuando sea necesario, para que los demás lo comprendan, sin sentir ninguna culpabilidad, ni remordimiento posterior. No hay que evitar el choque, que pueda producirse por decir “no” y mantenerlo. Es preferible la honesta confrontación, a que por no discutir las razones del “no”, dejarse llevar por las malas intenciones de otros.

Padres, verán que orgullosos se sienten sus hijos, cuando vean y puedan decir, que han sabido mantener su “no”, por encima de las presiones, vejaciones y discriminaciones que han sufrido, por no seguir los dictados de sus amigos, de las modas o de lo políticamente correcto. Muchas veces, necesitan demostrarse a si mismo, que saben decir “no”, sobre todo cuando se dan cuenta de los problemas, en los que se han metido, por no haber sido inteligentes, fuertes y responsables consigo mismo. La primera cualidad de la personalidad, es la fuerza en demostrarla.

            Es mucho más difícil decir “no”, que decir “si”, todo depende del grado de dominio de la virtud de la voluntad. La falta de carácter, conlleva la debilidad o falta de voluntad, nunca faltan pretextos, para no cumplir con las obligaciones. Todo dependerá del entrenamiento que han dado al espíritu, para tener fuerza de voluntad y no rendirse, ni retroceder ante los retos que la vida nos presenta diariamente. 

Los padres tienen que fomentar, primeramente con el ejemplo, la práctica de la virtud de la voluntad, para acostumbrar a los hijos a decir que “no”, cuando lo tengan que decir, y a decir que “si” cuando sea necesario o conveniente. Las medias tintas en la definición de las necesarias respuestas contundentes, demuestran el conformismo y una gran falta de entrenamiento, en el ejercicio de la voluntad. 

            Saber decir “no”, es una señal de inteligencia y agudeza, que los padres tienen que enseñar a practicar a sus hijos, desde que son muy pequeños. No pueden dejar la enseñanza de decir “no”, para cuando sean mayores, pues después puede ser muy tarde y tendrán que pagar las consecuencias. El “no” y el “sí”, son breves de decir, pero piden pensar mucho.

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