ESCUELA PARA PADRES
Los ancianos, las residencias y las familias.
- 13 Aspectos que hay que comentar con el médico al aparecer los primeros síntomas
- 18 Señales indicadoras de la necesidad de ir a una residencia
- 26 Sentencias sobre las personas mayores
- 9 Cosas que no le gustará encontrar en algunas residencias para personas mayores
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Si es Vd. la Reina de Inglaterra, Rockefeller o Bill Gates, no siga leyendo. Pero si no tiene la familia o el dinero suficiente para que le cuiden bien en su casa, debe leer este artículo.
Primero es la jubilación y posteriormente el retiro. Que éste va a llegar, va a llegar, y ojalá llegue, pues no todos tienen esa suerte. Suele llegar a pasos agigantados, pero antes hay que intentar elegir un sitio, para poder retirarse durante los últimos años de vida.
¡Por favor, no me llevéis a un asilo! Ese es el grito desgarrado, de muchas personas mayores, que tienen grabado en su memoria, el concepto de los asilos. Ahora los asilos han cambiado muchísimo, pero algunas aterradoras imágenes, todavía perduran en las personas mayores.
Algunas personas mayores, sin ningún motivo o por simple cabezonada, soportada con su ignorancia, se pasan la vejez diciendo que nos les saquen de su casa, para llevares a ningún tipo de residencia, aunque llegue el momento que, por su bien, no quede más remedio que internarlos, por los motivos que sean. El choque que se produce es tremendo, pues para ellos es tener que aceptar lo inaceptable, por no haberse preparado con anterioridad, a un hecho que previsiblemente tiene que llegar. De ahí la importancia de estar bien informado, de los distintos tipos de residencia a los que ellos, en sus diferentes etapas de la vejez puedan ir, de las ventajas e inconvenientes de ir o no ir a la residencia y de los beneficios de “vacunarse” poco a poco, conociendo la realidad, de la situación que seguramente llegará a cada, persona en su vejez.
La convivencia y la amistad, son las dos grandes medicinas que curan la soledad y la depresión, producida por la falta de contactos personales. Aunque la amistad se hace de confidencias y se deshace con indiscreciones. Estos medicamentos, que ayudan a tener la salud mental mejor, pueden encontrase en las residencias, pues están representados en posibles amistades, incluso tardías. Allí encontrarán otras personas, con las mismas características y necesidades de comunicación y convivencia. Por el contrario, son muy altas las posibilidades de ataques depresivos, cuando las personas mayores, están solas en las casas, abandonados por la familia y los amigos.
Las personas mayores, antes de que sea tarde, tienen que estar muy bien informadas, de cómo son ahora los diferentes estilos de residencias para ancianos y las ventajas e inconvenientes, que tienen en función de sus características y de las de cada uno de los ancianos y sus condiciones económicas, físicas y mentales. Hay que hacerles ver que “No pueden ser ni ingenuos optimistas, ni sombríos pesimistas”. Tienen que estar muy bien informados, de su situación real y de los beneficios e inconvenientes, que tienen la estancia en las residencias para ancianos. “La ignorancia no tiene oídos, por mucho que le hablen”.
Es casi seguro que nuestros últimos días, los pasaremos en una residencia, los dos cónyuges juntos o cada uno en épocas diferentes. Hay quienes se niegan a aceptar, que voluntaria o involuntariamente, terminarán en una residencia, sea esta gratuita o pagando. Pero hoy en día, es casi imposible terminar los días fuera de un hospital o de una de los diferentes tipos de residencias existentes. La elección o aceptación, va a depender de las políticas sociales de cada país, o de la situación económica y familiar de los interesados.
Es cierto que los arboles viejos, son muy difíciles de trasplantar, pero las personas tenemos un gran poder de adaptación, si estamos bien preparados, para las nuevas etapas que la vida nos va a ir dando.
Millones de ancianos viven solos, sin ninguna ayuda familiar, ni amistosa, sin visitas y con muchas deficiencias. Unos porque enviudaron, otros se divorciaron, otros perdieron el contacto y la relación con sus hijos, a los que les instaron a que se marcharan de la casa familiar, cuando cumplieron los 18 años, pues empezaban a ser una carga económica o de responsabilidad, o para que se fueran acostumbrando a vivir por su cuenta. Pero los ancianos en su final, casi siempre están solos.
Indiscutiblemente, es mucho mejor pasar los últimos días de la vida, en la propia casa y bien atendidos física, emocional, sanitaria y espiritualmente por el cónyuge, por los hijos o parientes que se hagan cargo de todas las necesidades. Viviendo donde siempre han vivido, pudiendo salir a pasear, por los sitios que les apetece y hacer una vida, socialmente apetecible y alternando con sus amigos de siempre. Esto suele ser una utopía, que casi nunca se cumple, y mucho menos en las sociedades modernas. Algunas personas tienen una cierta propensión a “Confundir los deseos con la realidades”, hasta que se dan cuenta del mundo real en el que viven.
La vejez, tercera edad, jubilación, juventud acumulada, retiro o como cada uno lo quiera llamar, es un momento de cambios físicos, mentales, intelectuales, emocionales, económicos y sociales, que suelen provocar situaciones muy difíciles. No obstante, es la época, donde las personas más necesitan de una figura de reconocida autoridad personal, siempre que esté acompañada de amor, escucha y comprensión. El cónyuge, los hijos o los familiares, deben respetar la libertad de la persona querida, sin dejar de velar por su bienestar, aunque ella se oponga, por falta de conocimiento o capacidad para discernir.
Los hijos deben dar el primer paso, analizando y evaluando con todo detalle, a ser posible aconsejados y ayudados por las asociaciones o profesionales especializadas, en el cuidado de la calidad de vida, de las personas mayores. Con los informes recibidos, deberán informar al médico de cabecera, de los síntomas o conceptos que ven en el comportamiento de sus padres mayores y de su situación y forma de vida, presente y futura, para que él proceda a sugerir las recomendaciones médicas convenientes.
Los hijos deben rebuscar entre los problemas reales y ficticios, de los padres ancianos, aunque estén disfrazados por ellos mismos, para que no se noten. Esto es una lucha de inteligencia a inteligencia, de poder a poder, para ver quien oculta y quien descubre los verdaderos problemas.
Los hijos deben estar muy pendientes, de los primeros síntomas de vejez que les vayan ocurriendo a sus padres, para poder encontrar y poner en práctica los remedios, que les ayuden a eliminar o disminuir esas deficiencias. Los padres llegan a tener muchas veces, carencias de salud, de alimentación, económicas, de compañía familiar, de soledad, de desplazamientos, de relaciones humanas, de relaciones con las oficinas de la sociedad (Impuestos, bancos, servicios públicos, teléfonos, agua, etc.). También impedimentos de vista, oído, habla, movimientos, etc. Esas carencias, se van incrementando, a medida que va aumentando la edad.
El ser hijos responsables de los padres, no se demuestra solamente ayudándoles a prevenir o solventar sus problemas, muchas veces es necesario, ser sus maestros o tutores tardíos, sobre todo cuando llegan a una edad o a unas condiciones físicas, que tienen que ser cuidados, quieran o no, incluso para evitar males mayores o irreversibles. Los padres no deberían tener que esperar a recibir la ayuda, cuando ya no tienen fuerzas para sobrevivir con normalidad. Entonces no quedará mas remedio que ayudarles, por voluntad propia o encargarlo a terceras personas o llevarlos a las residencias, para que los atiendan.
En algunas culturas modernas, desde el momento que los hijos cumplen 18 años, les sugieren, les obligan o simplemente, se marchan de casa para vivir su vida. Esto a la larga, origina que algunos hijos se olviden, ignoren o arrinconen a sus padres ancianos, pues se convierten en estorbos. Esta actitud está siendo trasladada, de generación en generación. En cuanto los padres, ya no son fuente de suministro económico, pasan a ser fuente de problemas. Entonces ya no pueden pretender, que esos hijos se ocupen de ellos, pues se acostumbraron a vivir sin lazos de unión familiar. Lo normal es que, queden abandonados a su propia suerte o que tengan que llevarlos a una residencia, a que les atiendan hasta los últimos días de su vida.
13 Aspectos que hay que comentar con el médico, al aparecer los primeros síntomas:
1. Cuando comiencen a tener síntomas de perder el equilibrio y su casa no reúna las condiciones de seguridad necesarias, para vivir las personas mayores.
2. Cuando digan respuestas vagas, incongruentes o inconsistentes, ante preguntas concretas.
3. Cuando empiecen a equivocarse gravemente con las medicinas, o éstas le produzcan efectos secundarios peligrosos o cambios de conducta.
4. Cuando engañen, mientan, oculten, nieguen o minimicen continuamente, los hechos o verdades palpables que les afectan, con el fin de que no les lleven a la residencia.
5. Cuando hayan perdido grandes capacidades, en los sentidos de la vista y del oído, y quieran realizar actividades incompatibles con esas carencias.
6. Cuando interrumpan sin ningún motivo aparente, las conversaciones normales, cambiando diametralmente los temas.
7. Cuando manipulen a los hijos, para producirles sentimientos de pena, culpa o miedo, para evitar que les lleven a una residencia.
8. Cuando no se alimenten adecuadamente o consuman productos prohibidos por el médico, que dañen considerablemente su salud o les hagan retroceder en su curación.
9. Cuando posterguen el reconocimiento de un problema o situación grave, que va creciendo con el tiempo y aceptarlo, podría suponer la posibilidad de tener que cambiar su rutina o modo de vida.
10. Cuando se inicien los problemas para atender su aseo e higiene personal, ducharse o bañarse, cortarse las uñas de los pies y manos, afeitarse, vestirse y desnudarse, atarse los cordones de los zapatos, comer correctamente, masticando bien y sin que se le caiga la comida, cortar la carne con cuchillo y tenedor, etc.
11. Cuando sin motivos aparentes, realicen cambios de hábitos importantes y bien consolidados, como saludar, asistir a los actos religiosos, leer, escribir, conversar, etc.
12. Cuando tengan un palpable y grave deterioro de salud y en su casa, no pueda estar bien atendido médica, física, ni mentalmente y empiecen a aparecer, signos externos de heridas, hematomas, cicatrices, etc. producido por caídas, golpes contra las paredes, cortes de cuchillos, etc.
13. Cuando porque no quieren, o porque no pueden, dejen de tomar las medicinas o realizar los ejercicios en las cantidades, calidades y frecuencias recomendadas por el médico.
Hay muchas clases de residencias para personas mayores, clasificadas según las diferentes situaciones de edad, físicas, mentales, económicas, etc. Hay que acoplarse a la que mejor se pueda y convenga, a la situación de cada persona mayor.
Si es posible, hay que intentar realizar “ensayo y error”. No trasladarse a una residencia para siempre, mejor intentar escoger una, que después se pueda cambiar a otra. Que no se tenga que quedar encadenado para siempre a la misma. Dejar la puerta abierta a las posibilidades, de que cambien las circunstancias personales o las de la residencia. No se debe hacer una apuesta por una residencia, para estar allí todos los años de vida que queden y bajo todas las circunstancias, de las personas mayores.
En algunas residencias, es obligatorio que los residentes tengan que comprar su apartamento o habitación, lo que origina mayores inconvenientes económicos, para el cambio de residencia, en el caso de que las circunstancias iniciales hayan cambiado.
Desgraciadamente, algunos familiares escogen la residencia, en función de lo que más les conviene a ellos, por su cercanía o comodidad y dejan a un lado, las verdaderas necesidades de las personas mayores.
Algunos hijos intentan persuadir a sus padres, para que no quieran ir a la residencia, argumentándoles que están mejor en su casa, aunque eso no sea cierto. Porque no quieren que los padres gasten de sus propios ahorros o vendan sus propiedades, casa, terrenos, inversiones para pagar la residencia. Cuanto menos gasten, más les quedará a ellos en la herencia. No les importa que la calidad de vida de los últimos años, sea peor, sabiendo a ciencia cierta, que en la residencia les pueden cuidar mejor, que en la soledad de su casa, pero insisten tanto, que al final los padres se lo llegan a creer.
Los padres deben saber y poder elegir, entre intentar ser los más ricos del cementerio o vivir mejor sus últimos días, con una calidad de vida, de acuerdo con el patrimonio que ellos hayan formado con su esfuerzo y la fortaleza, para no haberlo gastarlo inútilmente.
Los jóvenes quieren la independencia a cualquier precio, los mayores quieren y necesitan la dependencia, principalmente, de los seres que les quieren y de las personas que les puedan ayudar.
19 Señales indicadoras de la necesidad de ir a una residencia:
1. Cuando económicamente, no pueden vivir en su casa y tienen que solicitar ayuda publica, para poder ir a una residencia, o por lo contrario, vivir en condiciones infrahumanas.
2. Cuando empiezan a creerse que, les roban las cosas los que llegan a su casa, sean familiares, amigos o servicio.
3. Cuando en el frigorífico haya comida estropeada o alimentos insuficientes, para llevar una dieta acorde con su edad y características y no quiera aceptar, su peligrosa alimentación.
4. Cuando este aceptando continuamente, bienes o servicios inútiles, o a precios fuera de mercado, de las compañías depredadoras, que se dedican a estafar a los que no tienen la capacidad de enterarse, lo que compran.
5. Cuando haya tenido accidentes graves automovilísticos, reflejados o no en abolladuras, rasponazos o golpes en el vehículo.
6. Cuando la familia reciba avisos graves de parientes, vecinos o amigos, relacionados con hechos realizados o actitudes peligrosas, para él o para otros.
7. Cuando le hayan puesto varias multas de tráfico o conduzca erráticamente.
8. Cuando legalmente, es declarado incapacitado mental o físicamente por los hijos, parientes o por la justicia.
9. Cuando no pueda suprimir las graves adicciones a fumar, beber, jugar dinero, etc. que le estén conduciendo, hacia la incapacidad física o mental.
10. Cuando no puede hablar con nadie del exterior, excepto si tiene a alguien que periódicamente, vaya a ayudarle en sus mínimas necesidades.
11. Cuando no se puede ayudar al otro cónyuge, a que viva con una mínima calidad de vida.
12. Cuando obligatoriamente, tiene que mantenerse encerrado en su casa, sin poder salir ni andando, ni en automóvil o transporte publico y por la total soledad e incomunicación verbal, que comienzan a aparecer síntomas de deficiencias mentales.
13. Cuando se pierde la capacidad de valerse por si mismo, para mantenerse con dignidad en los temas más normales e imprescindibles: Realizar la higiene personal, cortarse las uñas de pies y manos, hacer la comida y comerla, hacer las compras, lavar la ropa, limpiar la casa, asistir a las consultas medicas, hacer el mantenimiento de la casa, administrar las finanzas, no dejarse engañar, etc. En algunos casos, estas capacidades, pueden ser realizadas por otras personas, pero no siempre.
14. Cuando sea la atracción continúa de los depredadores económicos y esté cayendo en las sutiles redes que les tienden, para que acepte hipotecas, prestamos usureros, etc.
15. Cuando su vivienda no reúne las condiciones suficientes, relacionadas con la edad y salud física o mental, de las personas mayores, tales como escaleras, temperatura, iluminación, suelos y muebles especiales, etc.
16. Cuando uno de los cónyuges, debido a sus incapacidades, no puede hacer las tareas que siempre ha hecho o el 50% aproximadamente de las labores de la casa, recados y gestiones y lo que no puede hacer, lo tiene que realizar el otro cónyuge, lo que se convierte en una carga difícil de llevar, incluso, con graves consecuencias físicas y emocionales para los dos.
17. Cuando uno de los cónyuges, tiene que ayudar al otro en el desarrollo de su vida normal, debido a sus incapacidades, pero no tiene las energías, ni el conocimiento para hacerlo, lo que disminuye la calidad de vida, del más necesitado e incluso puede hacer peligrar su salud.
18. Cuando tiene o tienen miedo físico, a ser victimas de ladrones o abusadores, debido a la zona y condiciones donde viven.
19. Cuando ya no tengan la capacidad, por su dificultad cognitiva, ni para tocar el timbre de alarma en el caso de una caída, accidente o enfermedad.
Hay que “vacunarse” contra la ineludible futura estancia en la residencia, para que cuando llegue la hora definitiva, de trasladarse a ellas, no produzca situaciones traumáticas difíciles de superar. La mejor “vacuna” es irse a vivir a algunas de ellas, durante un corto periodo y sopesar las ventajas e inconvenientes de cada una. Hay que conocer la forma de vida en las residencias y su entorno, lo mejor posible. Comprobar si la idea del tipo de vida, que se hace en las residencias, está de acuerdo con la realidad actual. Si se está bien preparado, el ir a una residencia, no tiene que ser un viaje al olvido, puedes ser, el viaje a una nueva vida.
Esa decisión, es la mejor “vacuna” para la situación que se acerca a todas las personas mayores y no es ni discutible, que debe aplicarse voluntariamente cuando se puede y no cuando ya no hay tiempo para hacerlo, y las circunstancias obligan a ponerla a la fuerza y en la dirección, opuesta a la que queremos. Hay que cerciorarse de la realidad, cuando se sabe lo que se quiere y no cuando solamente, hay una intuición relacionada con lo que otros han comentado. Hay que verlo y vivirlo, adelantándose a las circunstancias.
Esta “vacuna” debería ser tomada en dos o tres fases, siempre en relación con las necesidades de cada una de las personas mayores. No es lo mismo tomarla, para la primera frase de la jubilación, en una residencia que ofrezca las posibilidades de una total independencia y movilidad, que tomarla para sumir las vivencias, en otro tipo de residencia, donde no haya tantas posibilidades de independencia y movilidad, o bien cuando ya se está en una tercera fase, que es cuando ya no se puede ni salir a la calle o necesita, de atenciones especializadas. El hecho de tomar la “vacuna” anticipadamente, evita tener que enfrentarse de forma desprevenida, a una situación desconocida y llena de misterios. Es preferible conocer la realidad, por muy cruda que sea, pero a poder, ser antes de que suceda lo irremediable.
Es muy ingenuo pretender terminar los días, en casa de los hijos, pues ellos se deben a sus familias y tienen sus ineludibles obligaciones. Cabe la alternativa de tener un servicio por horas, días, semanas o fijo en la casa.
Según las disponibilidades económicas, físicas, etc. Pero eso no siempre sucede, ya que muy fácilmente, pueda llegar una incapacidad a alguno de los cónyuges, que no pueda valerse por si mismo o que no puedan ayudarse mutuamente y se requiera otro tipo de asistencia, más profesional.
Principalmente en las personas mayores, las incapacidades ligeras o graves, penden de un hilo y puede llegar en cualquier momento. Ignorarlo no aplaza el problema. Mejor es estar bien preparado, para cuando esto ocurra y conocer con anticipación, qué es lo que más gusta y qué es, lo que más disgusta de las residencias. Otra vez se impone hacer como los ingenieros, “ensayo y error”. Es preferible, decidir por adelantado y con pleno conocimiento, a que otros y decidan por nosotros y en contra de nuestras voluntades.
Hay algunas circunstancias adversas en las residencias, que no se deben obviar y que hay que estar “vacunados” contra ellas. Por eso es muy importante, intentar elegir la residencia que más conviene a las características de salud y edad de cada persona, para ir seleccionando las más aconsejables e ir aceptando, el tener que residir allí.
9 Cosas que no le gustará encontrar, en algunas residencias para personas mayores:
1. Que algunos piensen, crean y digan que los demás les roban las cosas. Este suele ser un problema de olvido de donde dejaron las cosas. Algunas acusaciones de robo, producen consecuencias irreparables de mala convivencia y discusiones violentas.
2. Que convivan residentes con distintas condiciones físicas y mentales muy diferenciadas. Lo que origina que los que están mejor, se deprimen al ver el deterioro de otros residentes, que tengan capacidades más limitadas.
3. Que el índice de rotación de residentes, por muerte o salidas a los hospitales sea muy alto, lo que produce mucha depresión. La llegada continua de ambulancias, coches de funeraria y servicios de emergencias, altera la vida serena de la residencia. Estos índices de rotación, se incrementan en función del alto número de residentes y el estado general de ellos. Las habitaciones vacías y vueltas a llenar, así como las ausencias en los sitios acostumbrados, en el comedor o en los salones, suelen ser motivos de comentarios deprimentes.
4. Que el índice de rotación también se vea reflejado, cuando llegan los automóviles de las funerarias a llevarse los cadáveres. En las residencies casi todos terminan conociéndose, incluso las rutinas de cada uno. Enseguida empiezan a ver las personas que faltan, a la hora de ir al comedor o cuando la habitación, la ocupan con otra persona. Todos los movimientos en las residencias, están supercontrolados por los residentes, lo que aumenta la angustia de saber cuando le tocara a cada uno.
5. Que la comida diaria no tenga que ser cuestionable continuamente, pues aunque pongan la mejor de las disposiciones, en hacerla atractiva, de tanto repetirla, más otros factores adicionales a ella, enseguida empiezan a no gustarles. Es posible que en ninguna residencia, la comida sea similar a la de la propia casa, pero son las circunstancias las que cambian y no queda más remedio que aceptar lo que hay disponible, en función de las posibilidades económicas, físicas y mentales.
6. Que los residentes estén muy frustrados con ellos mismos, con sus familiares que les abandonaron hace tiempo y con la sociedad en general, que les confina allí, en los últimos años de su vida. Con independencia de que estén bien atendidos, profesional y médicamente. Esa frustración y mal humor, se refleja en la convivencia y agresividad con los otros residentes. No vale echar la culpa a los hijos, porque no les visitan ni se ocupan de ellas, pues muchas veces, los mismos padres obligaron a los hijos a salirse de la casa, cuando cumplieron los 18 años y solamente, se ven una o dos veces por año, para cumplir una tradición social.
7. Que los residentes sepan, que entran en una “jaula de oro”, alejada o aislada de la sociedad en general y de las calles peatonales y que el que entra allí, por lo general, ya no sale, excepto al jardín si es que lo tiene, al hospital o a los paseos que sus familiares le quieran llevar. Muchos residentes, que mantienen la capacidad de poder andar con bastón, taca-taca o silla de ruedas, necesitan salir a una calle, donde haya la posibilidad de pasear, alternar o ver a otras personas diferentes. Para ellos estas salidas, son la única “ventana al exterior” de su “jaula de oro”.
8. Que no sean como parques zoológicos, donde los animales están bien seguros, alimentados y cuidados. Las personas en las residencias, requieren mucho más.
9. Que tengan cámaras de video de vigilancia las 24 horas, algunas conectadas con las computadoras de los familiares, o que permitan ponerlas privadamente a través de Skype, para que la familia esté o pueda estar, al tanto del trato que recibe el residente.
No es agradable ver a los residentes, haciendo cola una hora antes de la entrada al comedor, para coger su sitio preferido, estar con las personas que ellos quieren, para pasar el rato, pues no tiene donde distraerse. Es muy deprimente ver a los residentes, esperando continuamente en la puerta de la residencia, para ver si llega una visita para ellos. Su continua frustración de soledad, rodeados de otras muchas personas, no les ayuda a mejorar su salud.
No todos los residentes tienen la capacidad de aislarse detrás de unos libros, la computadora o la televisión. En tantas horas al día, hay tiempo para todo, pero la repetición continua, hace que se llegue a aborrecer esos posibles, pero efímeros aislamientos. Para poder disfrutar de estas pequeñas alegrías, tienen que estar bien preparados, con anterioridad, a los días de residencia que les van a llegar.
26 Sentencias sobre las personas mayores:
1. A cada edad le cae bien una conducta diferente.
2. A los veinte años reina la voluntad, a los treinta el espíritu, a los cuarenta el juicio, a los sesenta son muy pocas las cosas, que ya nos parecen disparates.
3. Ahorra para el retiro, comenzando con tu primer cheque de nómina.
4. Bienaventurado el que es estudioso en su juventud, porque será sabio en su vejez.
5. Cuando era joven decía: “ya verás cuando tenga sesenta y cinco años” Me he jubilado y no he visto nada.
6. Cuando llegues a viejo, haz las paces con tu pasado, para que no te arruine la vejez.
7. De mis disparates de juventud, lo que me da más pena, no es el haberlos cometido, sino el no poder volver a cometerlos.
8. Dentro de todos los viejos, siempre hay un niño.
9. El que no es bello a los veinte, ni fuerte a los treinta, ni rico a los cuarenta, ni sabio a los cincuenta, nunca será ni bello, ni fuerte, ni rico, ni sabio.
10. El viejo conoce el atajo, el joven corre rápido.
11. En los ojos del viejo brilla la luz, en los del joven, arde la llama.
12. Envejecer es el único medio de vivir mucho tiempo.
13. Envejecer es pasar de la pasión, a la compasión.
14. Esto de los años no lo entiendo, aunque es bueno cumplirlos, no lo es tenerlos.
15. Hay más pieles de cordero que de carnero, porque muere más gente joven, que vieja.
16. La edad madura, es aquella en la cual se es todavía joven, pero con mucho más esfuerzo.
17. La experiencia de los viejos, vale tanto como la iniciativa de la juventud.
18. La vejez no es justa, pero aun así es buena.
19. Los jóvenes piensan que los viejos son tontos; los viejos saben que los jóvenes lo son.
20. Los viejos van solos, los adultos en parejas y los jóvenes en grupos.
21. Llegar a viejo es mejor, que la alternativa de morir joven.
22. Muchas personas no cumplen los ochenta, porque intentan durante demasiado tiempo, quedarse en los cuarenta.
23. Nada va más deprisa que los años.
24. No nos olvidemos que la vida la empezamos y terminamos con pañales.
25. Que Dios bendiga siempre a nuestros padres, pues a nosotros ya nos bendice con ellos.
26. Todos deseamos llegar a viejos y todos negamos que hemos llegado.
Tiene que haber un equilibrio, entre lo que gustaría tener y lo que se puede tener, entre los deseos y la realidad. No hay una solución para todos igual, pues cada cual es él y sus circunstancias. Hay que buscar un equilibrio personal, a poder ser aconsejado por la familia, entre lo que se gana y lo que se pierde, al ir o no ir, a una u otra residencia, sin olvidar que debería ser una fase de transición, entre lo que se tiene ahora y lo que con seguridad, pero desconocido, va a llegar.
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