Archivo de 28 de junio de 2011

Los indignados. Sin empleo presente, ni futuro

ESCUELA PARA PADRES 

Los indignados. Sin empleo presente, ni futuro. 

  • 16 Preguntas que deben hacerse los indignados
  • 10 Preguntas a la sociedad sobre los indignados 

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Indignados, me refiero a los que han salido a protestar, por su incierto futuro laboral, tanto de los jóvenes, sin matizar el arco de edades, como la de los jubilados prematuramente. Pero por lo que he leído, oído y visto, las personas que han salido a protestar, lo han hecho por muchas y muy grande razones, una de ellas es la falta de empleos. 

Es muy penoso ver unidos en la desgracia, a grupos de adolescentes, buscando el primer empleo, los cuales no paran de interrogarse, sobre su futuro laboral y familiar, junto a personas de edad avanzada, que han sido despedidos de sus trabajos y que buscan alternativas basadas en la igualdad, la dignidad y el respeto. 

Cuando los padres vean a sus hijos indignados, o ellos mismos lo están, porque no encuentran empleo, a pesar de que tienen ganas de trabajar e intentan solicitarlo en muchísimas ocasiones, pero sistemáticamente son rechazados, de los pocos empleos disponibles en el mercado laboral. Los hijos, con la ayuda de sus padres o de otros profesionales, deberán empezar por examinar los orígenes y motivos de esa indignación, para así poder encontrar alguna solución. Determinar cuáles son las capacidades de trabajo que tiene cada persona y cuáles son, las que piden para cubrir los pocos puestos que se ofrezcan. Cuáles son las posibilidades de prepararse, para poder competir contra otros solicitantes y ganar. Cuáles son los conocimientos que exigen, en la mayoría de los puestos de trabajo y cuáles son los que cada uno puede ofrecer. 

Los indignados tienen que conseguir encontrar sentido a la vida, a pesar de las circunstancias adversas, para no caer en estados de depresión, marginación, soledad, desesperanza, insatisfacción, vacío existencial, enfermedades mentales, etc. Hay muchos asesores, libros y expertos en esta materia y todos los indignados deben pedir ayuda a los especialistas, para que les preparen para los pocos nuevos puestos de trabajo que se vayan ofreciendo. 

Parece muy lejano el día, en el que vuelvan los parámetros económicos que había hace 10 o 15 años. Este cambio, por ahora, no se ve ni en el horizonte, es más, parece que todavía, económicamente, las cosas se van a poner peor. Ya no volverán aquellos tiempos donde había pleno empleo, la inflación era pequeña o estaba bien controlada, el precio del petróleo era asequible, los gobiernos nacionales y locales no tenían déficit o lo tenían pequeño y manejable, incluso cuando las tasas de interés eran bastante cómodas por las cifras y las condiciones para conceder prestamos. 

Casi todos los gobiernos, tenían mucho dinero para repartirlo en programas sociales, que utilizaban muchos de los que hoy están indignados, creyendo que estos programas, durarían toda la vida. Todo esto se ha acabado y posiblemente no volverá hasta dentro de muchos años, a no ser que ocurra alguna cosa excepcional, que cambie los parámetros actuales. Las personas que no están en el circuito financiero, están fuera del mundo real, lo dice la realidad económica. 

Hay muchos jóvenes y no tan jóvenes indignados con la sociedad, echándole la culpa de todo al gobierno de turno, a los partidos políticos, a los sindicatos, a la policía, al Banco Mundial, al Fondo Monetario Internacional, a Wall Street, a las multinacionales, a la banca nacional o extranjera, a los millonarios, a la oligarquía, etc. Eso es una perdida de tiempo y de energías ya que hay otros medios para salirse de la indignación. 

Muchos jóvenes se deberían indignar con ellos mismos, por no haber sabido aprovechar la juventud, los tiempos de vacas gordas, para estudiar y prepararse para los tiempos que pudieran llegar. Es muy vieja la fabula «que viene el lobo» para que no la tengamos en cuenta, a cada momento. Cada uno tenemos que indignarnos, analizando previamente lo que hemos hecho mal, pudiendo haberlo hecho bien. No podemos esperar a que “me den, me den, sin dar nada”. Los tiempos de las vacas gordas ya han pasado y ahora, estamos frente a unas desagradables realidades, que parece que han llegado para quedarse. 

16 Preguntas que deben hacerse los indignados: 

  1. ¿Qué capacidades escolares, físicas y mentales tengo para conseguir los trabajos que se ofrecen actualmente?
  2. ¿Estoy dispuesto a terminar los estudios empezados o a estudiar, para poder acceder a los trabajos que se ofrezcan y que ahora no puedo alcanzar?
  3. ¿Estoy dispuesto a aceptar trabajos que no cumplan mis totales expectativas, en relación con el salario, esfuerzo y actividades?
  4. ¿Qué debería haber hecho, para no estar en la situación de no encontrar empleo?
  5. ¿Que debería, no haber hecho, para no encontrarme en esta situación?
  6. ¿Qué puedo hacer ahora y en el futuro, para salir de esta situación?
  7. ¿Qué puedo hacer para ayudar a los demás familiares, amigos y sociedad, a salir de esta situación?
  8. ¿Voy a seguir echando la culpa a los demás, en lugar de buscar soluciones a esta situación?
  9. ¿A quién voy a pedir consejo, para me ayude a hacer un plan y a poner los controles de cumplimiento, para salir de esta situación?
  10. ¿Hasta que limites estoy dispuesto a sacrificarme, para salir de esta situación?
  11. ¿Qué medidas voy a tomar para vivir decentemente, hasta que encuentre trabajo?
  12. ¿En que forma concreta voy a cambiar la forma en la que vivo, para prepararme cara al futuro?
  13. ¿Estoy dispuesto a intentar trabajar por cuenta propia, incluso desde la casa, o tiene que ser siempre por cuenta ajena?
  14. ¿Estoy dispuesto a emigrar dentro o fuera del país, para encontrar trabajo, a pesar del sacrificio económico, familiar o social que suponga?
  15. ¿Estoy dispuesto a intercambiar mi tiempo y mis habilidades, por las de otros, en un sistema denominado Banco del Tiempo, trueque o cooperativa, sin importarme el trabajo que tenga que hacer?
  16. ¿Estoy dispuesto a dar gratuitamente mi tiempo, conocimientos y energías a otros, que lo necesiten más que yo? 

Muchos de los jóvenes indignados, ven que tienen muy pocas o ninguna probabilidad de encontrar empleo, según lo que ellos definen como empleo, ven que otros jóvenes tienen empleos, mejor o peor pagados, pero al fin y al cabo lo tienen. A pesar de estar haciéndose mayores y haber llegado a la edad, de vivir independientemente o de formar una familia, tienen que vivir todavía en la casa de sus padres, incluso cuando éstos tampoco tengan trabajo y por lo tanto, no tengan la capacidad de mantenerse ellos mismos. Tienen que vivir de la mamandurria y prebendas que les da el Gobierno, denominado Estado del Bienestar Social con los impuestos cobrados a todos, o incluso, aceptando los donativos de organizaciones religiosas. Y eso será previsiblemente, durante muchos años. 

Entre los indignados que han salido a protestar, hay personas muy valiosas y trabajadores, que están en la misma situación de desempleo e incertidumbre. También hay jóvenes producto de su alegre e insensata deserción escolar, a sabiendas que hoy en día, si no están muy bien preparados, las posibilidades de encontrar empleo son casi nulas. Desgraciadamente es el pago de justos por pecadores. En este caso la tiranía de las minorías. 

Algunos jóvenes indignados, están viajando en la dirección opuesta a la que marcha la sociedad. La sociedad requiere cada vez más a los trabajadores, de todas las categorías, que estén muy bien formados, en el concepto profesional y en el significado del equilibrio que debe haber, entre derechos y obligaciones. Mientras no se vuelva a dar ese equilibrio de fuerzas, los empresarios no tendrán la apetencia de crear nuevos puestos de trabajo, por lo que los indignados, que no actúen inteligentemente, tendrá muy difícil encontrar trabajo. 

Cada vez está más alejado, lo que quieren los empresarios y lo que ofrecen los indignados. La técnica avanza a pasos agigantados y los estudios y disponibilidad de adaptación, de algunos indignados, va en retroceso. La disciplina, el orden, la honradez y otras virtudes y valores humanos, indispensables para enamorar a un empresario, con el fin de que invierta en un puesto de trabajo, además del rendimiento esperado, no son moneda de curso corriente. Por eso los empresarios, preferirán arriesgar su dinero en otros mercados emergentes, geográficos, especulativos o laborales, que tengan mano de obra barata, donde todavía los trabajadores, no han conseguido los triunfos justos, lógicos y deseables, que existen en los países más modernos, pero no invertirán en puestos de trabajo, que tengan como protagonistas a los denominados perdedores sociales

Hemos vivido en muchos países una época de euforia, donde todo valía, pues los beneficios, aparentes o reales, eran muy fáciles de conseguir, y por eso había puestos de trabajo, para todos los que querían trabajar. Se pagaban muchos impuestos, o el estado se endeudaba. También se pagaban altos salarios, pues la vaca daba buena leche. Muchos grupos sociales, vivían en las épocas de las vacas gordas, como si nunca fueran a llegar las vacas flacas. El Estado era generoso con sus dádivas y todos al «dolce far niente». Me refiero a las dos últimas décadas. 

La crisis ha llegado para quedarse. Nadie sabe cuando volverá a haber pleno empleo, o la pequeña tasa de empleo que había antes de la crisis. Es muy dudoso que los empresarios, que han tenido que enfrentarse a esta crisis, vuelvan a tener ganas de invertir en la creación masiva de puestos de trabajo. Los puestos de trabajo futuros son y serán, cada vez mucho más sofisticados que los actuales. Tanto en la parte técnica propia del puesto, como en las condiciones laborales. Los desempleados tienen que empezar a pensar que en el futuro, la palabra empleo, no tendrá el mismo significado que el actual, será mucho más rigurosa. Los empleos que seguirán aceptando a trabajadores, con las condiciones laborales actuales, son los de la agricultura, construcción y servicios, (restaurantes, limpiezas, etc.) que requieren una mano intensiva y no tan bien preparada, como en otras industrias. Algunos indignados se darán cuenta, que su futuro laboral pasa por hacerlo en esas tres industrias mencionadas anteriormente, que precisamente son las que peor pagan y donde los trabajos son más duros. 

Es enorme la frustración de los indignados, porque saben que no van a mejorar su calidad de vida, si no que va a disminuir. Se mide la gravedad del desempleo, entre otras formas, por el número de personas que quieren trabajar y no encuentran trabajo, por la cantidad de días, semanas o meses, que tardan las persona en encontrar un nuevo trabajo, que sea de las mismas o parecidas condiciones económicas, profesionales y sociales, dentro del ámbito donde vive, y del tanto por ciento de disminución de ingresos y categoría profesional, que tengan que aceptar los solicitantes. 

Una solución muy difícil de asumir, es la de emigrar a países en desarrollo, como han hecho muchas generaciones, cuando en sus países han ido mal las cosas. Españoles a Hispanoamérica y a Alemania. Irlandeses, italianos, alemanes, etc. a USA, etc.  Allí lucharon intelectual y físicamente contra los nativos, triunfando el que mejor sabía hacer las cosas. El que no sabia hacerlas mejor que otros, se indignaban o frustraban y se quedaba como antes de emigrar o peor. Algunos indignados no quieren emigrar, ni internamente, ni a otros países. Saben que para triunfar, tienen que estar muy bien preparados y asumir una serie de riesgos, que en su ciudad son menores o no los tienen. Siempre han existido y existen soluciones, para eliminar la indignación y sus circunstancias. 

Conviene revisar con frecuencia, el fundamento de nuestra vida familiar, escolar, familiar, profesional y social, para no correr el riesgo de echarnos en brazos de nuestras ideas, obsesiones y caprichos, para ponerlos como fundamento de nuestra vida, olvidando que para los padres, la razón de la familia es la práctica y enseñanza de las virtudes y valores humanos, así como mejorar su calidad de vida. No podemos empecinarnos en cambiar, lo que no está en nuestras manos, pues algunas veces seremos nosotros los que tendremos que cambiar. Pero nunca caer en el conformismo, ante la eliminación de los derechos humanos elementales, como el trabajo, la vivienda, la alimentación, la educación, la familia, etc., aunque la sociedad sea indiferente y conformista. 

Aunque haya sanas indignaciones, principalmente debido a las injusticias, la indignación más común, es la que está llena de enojo, ira, enfado o vehemencia, contra las personas o instituciones o contra sus actos injustos, ofensivos o perjudiciales. También existe la indignación personal, por el propio mal comportamiento o por omisión, de lo que tenía que haber hecho. La indignación violenta, generalmente, es acompañada de la pérdida de dominio de uno mismo y suele estar cegada por la rabia, la cólera, la irritación, la furia, la violencia, el resentimiento, etc. Con los sucesos actuales de indignación, que han aparecido en todo el mundo y por distintos conceptos, han acuñado una nueva palabra: Indignancia. 

            A ver cuando los indignados pueden llamarse, los esforzados por el tesón puesto en realizar el trabajo personal, los estudios, la participación social y ciudadana. Hace pocos años, cuando verdaderamente la mayoría de las personas no tenían nada, ni trabajo, ni futuro, ni estudios, ni salud, ni opinión política, ni nada, porque la sociedad había salido de una gran crisis mundial, algunas naciones, con un gran sentido de superación personal de sus ciudadanos, lo entendieron bien y se esforzaron en solucionar personal y colectivamente los problemas. Ahora la calidad de vida, es lógicamente muchísimo mejor, pues para eso avanza el mundo, pero algunas personas no hacen el esfuerzo personal para mejorar y solucionar sus problemas, esperan a que otros se los solucionen. Ante una crisis está el camino de rendirse, que significa perder, porque siempre pierde el que deja de luchar, o levantarse y luchar. 

Ahora ni los empresarios ni los gobiernos crean puestos de trabajo, pues actualmente no se dan las condiciones para hacerlo. Los empresarios porque no saben si la inversión que tienen que hacer, para la creación de puestos de trabajo, les va a resultar beneficiosa y los gobiernos, porque están demasiado endeudados y no tienen dinero para crear más puestos de trabajo e incluso, tienen que despedir a sus trabajadores, porque no les llega el cobro de impuestos para cubrir el presupuesto. Se tardarán muchos años, hasta que se vuelvan a alinear los astros de la economía global, nacional y local, para que se puedan crear puestos de trabajo. Además previamente, tienen que pagar el déficit contraído, durante las épocas de las vacas gordas. 

Ante la perspectiva de que durante muchos años, no va a haber creación de puestos de trabajo, pero las personas necesitan trabajar, para mantenerse ellos mismos o a sus familias, ya formadas o pendientes de formar, es lo que hace que las personas se indignen contra ellos mismos, contra la sociedad en general, contra determinados políticos, empresas u organizaciones. Esa indignación la exteriorizan, saliendo en manifestaciones multitudinarias, para pedir justicia y puestos de trabajo, aún a sabiendas que no los van a conseguir por esos medios. Aunque como contradicción a sus justas reivindicaciones, algunas veces cuando llegan las elecciones a cargos políticos, se quedan en sus casas alegando que las votaciones no sirven para nada. 

Desgraciadamente hay indignados, que no pueden ni expresar su indignación, porque los políticos dominantes en las dictaduras, les han eliminado la capacidad de indignarse y expresarse. Les han metido en la cabeza una serie de contravalores, relacionados con un nacionalismo exacerbado, con el odio a la religión, con la imagen de que son pobres de nacimiento y tienen que seguir siéndolo para siempre, etc. Les han robado la capacidad de expresar su indignación, a lo que les pasa. Solamente saben sentirse orgullosamente ciudadanos, de donde nacieron o viven, gritar vivas a su Patria, cantar su himno nacional y agitar la bandera de su país, en todos los sitios donde van, no dándose cuenta de que son, los de nunca, los olvidados de los poderes públicos, hasta que necesitan de ellos para conseguir sus votos o cobrarles impuestos. Les han quitado la capacidad de indignarse, ante la falta de protección de sus leyes, los atropellos e injusticias que sufre, la miseria en la que viven, la impunidad con que los maltratan, etc. Ya no les dejan ni fuerzas para indignarse, porque no tiene empleos y no los tendrán nunca. 

En algunos países, esa indignación de las muchedumbres, es para reclamar mejoras en la calidad de vida, obtener cuotas de participación ciudadana, democracia, libertades, abolir tiranías institucionales, como son las monarquías, dictaduras, etc., indignación muy diferente, a la de los jóvenes de los países industrializados y modernos, donde no existe su futuro profesional. 

Los indignados y frustrados por su situación económica y social, no siempre tienen razón en sus reivindicaciones y mucho menos, cuando no saben explicar los motivos que les han conducido a esa situación, ya que mezclan demasiadas cosas y no ponen en práctica ninguna de las soluciones, más o menos posibles, de realizar personal o colectivamente. 

Los Indignados que justa o injustamente demuestran su ira social, no tienen un manual que les enseñe a salir de su indignación y encontrar un medio, para disfrutar de un buen o normal nivel de vida, que pueda satisfacer sus justas reivindicaciones de: Educación, salud, trabajo, familia, ahorro, tiempo libre, política, etc. Pero tienen que ir construyendo el futuro, con los medios disponibles a su alcance, aunque en algunos casos, sean muy pocos medios y tengan que esforzarse mucho para alcanzarlo. En otros casos son abundantes y no los aprovechan, los derrochan o los rechazan. Esto último es inadmisible y descalifica para protestar, a la mayoría de los indignados. Alguien les debería dejar bien claro, que no tienen derecho a tener todo, a dar rienda suelta a sus gustos, caprichos o necesidades. El pan se gana con el sudor de la frente. 

La indignación se elimina a través de la educación, pasada, presente y futura, dentro y fuera de la familia. La indignación puede destrozar una familia, que no tenga unos cimientos morales fuertes o que no haya dedicado, el tiempo necesario para practicarlos, ofreciendo a los hijos una buena formación, en las virtudes y valores humanos, al haberles educado en los caprichos y el crecimiento consumista, riéndose de los que practican esas virtudes y minusvalorando su importancia. Hay que conseguir hijos fuertes, para que den buenos frutos. Esa es la tarea de la educación, en todas sus dimensiones. 

Los gobiernos contestan a los indignados diciéndoles “indignaos, que a nosotros no nos importa”. Los indignados deben entender que, ya se ha terminado la relación tradicional del “papá gobierno”, con el “hijo súbdito”. Que éste ya no es inmaduro, dependiente e ignorante. Aunque el estado haya estado actuando como el gran proveedor del pueblo, incluso creando puestos de trabajo improductivos y que en muchas ocasiones, han sido abriendo zanjas y que otros las tapen o creando miríadas de funcionarios públicos. Esa no es la función del gobierno, pues la sociedad para que progrese, debe estar formada por personas educadas, maduras, responsables y creativas. Ya es hora que los indignados, dejen de creerse todas las promesas de mejoras de calidad de vida, que les hacen los gobiernos. 

Salir de la indignación es muy difícil, pero no imposible. Aunque haya mucha resistencia de los mismos indignados, por el esfuerzo que tienen que hacer para salir. Hay indignados que se bloquean, al tener que tomar decisiones importantes y no les importa estacionarse en la indignación, así tienen a quien culpar de su condición. 

Es preocupante que los indignados crean, que sólo ellos tienen la razón y que defender el sistema democrático es antidemocrático. Primero deben empeñarse, en conocer bien el sistema democrático, confiar en su capacidad de detectar los problemas y rectificarlos, votar y sentirse representado, por los ciudadanos que resulten elegidos, ya que es desde hace mucho tiempo, la expresión más vanguardista del anquilosamiento. Desgraciadamente, quien muestre cierta simpatía a los políticos, puede ser acusado de retrógrado e irreflexivo, de estar alienado, o de permitir e incluso fomentar la corrupción. 

Los jóvenes principalmente y las personas mayores, que han sido despedidas del trabajo y no encuentran otro nuevo, están pagando las consecuencias de una crisis económica, que ellos no han provocado, por lo que consideran que arreglarla, es responsabilidad de los políticos, los financieros, la banca, las multinacionales, etc. 

Los indignados salen a protestar pacíficamente, a las plazas de muchas ciudades, pero evitando la violencia y a los provocadores, perfectamente convocados y organizados por la información recibida, a través de las redes sociales y de los medios de comunicación, los cuales, también les informan de los resultados obtenidos con las convocatorias. Esas concentraciones y protestas, son para reivindicar sus preferencias políticas, económicas y sociales y echar las culpas de su situación a la crisis, a los mercados, al sistema, a la clase política, etc. 

El problema del desempleo y la crisis económica, está afectando severamente a las familias y desencadenando serios problemas dentro de ellas. “Crisis”, esta palabra provoca en el interior un rechazo fuerte, sin embargo la crisis, pone de manifiesto las imperfecciones y los errores, aunque si los enfrentamos pueden tener solución. Qué difícil es cambiar algo, cuando no se ha detectado el problema. Crisis es oportunidad de construir, de poner cimientos sólidos, de aprendizaje, de cambio, de reconocer que no somos superhéroes y que la vida no la tenemos, en el dominio de nuestras manos. 

Ahora lo que se encuentra en el mercado laboral, si es que se encuentra, es: Más cantidad de trabajo y por menos dinero. Más horas de trabajo y por menos dinero. Más inestabilidad laboral, despidos más frecuentes y por menos dinero. Menos prestaciones sociales (seguros de enfermedad, vacaciones, fondos de jubilación) y por menos dinero. Este es el panorama, de los que tienen actualmente el codiciado empleo. Hasta eso tienen que aceptar los que no tienen empleo, en el caso de que les ofrezcan algo o soliciten obtenerlo. 

La ola de protestas en el Medio Oriente y África, ha tenido unos fines diferentes. Ha sido para quitarse de encima a los dictadores, mejorar su calidad de vida e instaurar una democracia. Pero en algunos países hay un buen índice de calidad de vida y una democracia, mejor o peor instalada, por medio de votaciones libres y secretas, aunque con una abstención exageradamente grande en las votaciones, precisamente producida entre las personas menos educadas, que son la mayoría entre los indignados. 

Hay países con democracia perfectamente elegida y estable, economía exitosa, tolerancia racial, donde los inmigrantes son bienvenidos política, social y económicamente, cuando son trabajadores competitivos, bien educados y formados profesionalmente. Incluso en muchos países, las universidades son casi gratis para los alumnos, pagadas entre todos los contribuyentes, que resultan asequibles, incluyendo para los que las utilizan como guarderías, pues se permiten el lujo de no trabajar, ni estudiar. Cualquier familia o joven, que no tenga problemas con el lucro cesante, que supone ir a la universidad, por muy poco costo, puede seguir toda la vida asistiendo a ella. De ahí los eternos y vagos estudiantes profesionales. 

Hay una sana indignación, una nueva revolución humanista y silenciosa, que recorre el mundo, la no violencia activa, que se preocupa por la justicia e implica a las personas en las tareas de la sociedad, pues enciende una chispa de humanidad en cada ciudad del mundo. 

10 Preguntas a la sociedad sobre los indignados: 

  1. ¿Qué van a hacer en el futuro los jóvenes indignados, sabiendo que son casi nulas sus posibilidades de encontrar en su ciudad, un trabajo que sea suficiente para formar una familia?
  2. ¿Cómo se va a acostumbrar la sociedad, a tener esa masa indignada de personas, sin trabajo y sin posibilidades de poder encontrarlo nunca?
  3. ¿Qué repercusiones va a tener esta situación, entre los que actualmente trabajan y pagan sus impuestos?
  4. ¿Estarán dispuestos, los que actualmente tienen trabajo, a compartirlo con los indignados, o sus ingresos a través de los impuestos?
  5. ¿Estarán dispuestos los indignados a aceptar las condiciones que les pongan los gobiernos para mantenerlos, mientras encuentran trabajo? Obligaciones como las de formación profesional o educacional, trabajos comunitarios, desplazamientos, etc.
  6. ¿Les llegarán a los indignados, Mesías salvadores, ofreciéndoles trabajos prohibidos, como ocurre en otros países, con grandes bolsas de desempleados y de narcotráfico?
  7. ¿Es más barato o más caro para la sociedad, mantener unas grandes bolsas de desempleados, viviendo de los impuestos generales, que darles formación profesional aunque no haya empleos disponibles?
  8. ¿Creen los indignados que los desempleados, también crean una industria de la caridad y de la administración, que disminuye el desempleo?
  9. ¿Los gobiernos deberán seguir dando donativos en efectivo o en disminución de impuestos, a las empresas que contraten a personas que están desempleadas, a sabiendas que muchas veces, la rentabilidad que producen esos empleos, no produce ni para sus sueldos? Incluso esas subvenciones muchas veces las empresas no las quieren, pues no resulta rentable mantener esos puestos de trabajo.
  10. ¿Habrá que engordar los empleos públicos, con todos los que no encuentran trabajo en la empresa privada y así se terminar el problema del desempleo, aumentando los impuestos? Es decir empobreciendo a la población, pero todos trabajando. Las empresas públicas, siempre son deficitarias económicamente, principalmente por la incapacidad profesional o mala gestión de sus funcionarios, los que la mayoría de las veces, son contratados, con independencia de sus cualidades profesionales, para el pago de favores políticos, amistades, sobornos, etc. 

Esos jóvenes y no tan jóvenes, no saben si están indignados con ellos mismos o con la sociedad. La indignación es una situación que cada vez se extiende más, entre determinados segmentos de las poblaciones, donde el hambre, la miseria y la exclusión, aparecen con más fuerza. Esa indignación, suele empezar con una demostración de desobediencia civil, una huelga de hambre o de una huelga general, pero nunca se sabe, cómo termina. Para poder analizar con realismo, la situación de cada uno, se necesita madurez para ver las cosas tal cual son y no dedicarse a echar la culpa a los demás, pues en esta actitud, puede estar la verdadera causa de la indignación. 

Algunos gobiernos NANNY (niñera) que practican la igualdad social, sin exigir contraprestaciones, intentando igualar por la alpargata, en lugar de tratar de igualar por la corbata, se están comprando un problema a plazo corto, que les estallará en las manos, como ahora con los indignados. Si no hay un esfuerzo fiscal, a través de todos los contribuyentes, para hacer caridad estatal, y así poder mantener a los indignados, la sociedad no podrá ayudar a sobrevivir a ese colectivo y la paz social será muy difícil de mantener. Pero se corre el grave riesgo de ahuyentar a los empresarios hacia otros mercados, cuando son los verdaderos creadores de riqueza y de nuevos puestos de trabajo. 

Las políticas de ayuda a los necesitados, sin contraprestaciones, suelen terminar en dádivas políticas, que solamente sirven para conseguir votantes, no para solucionar problemas. Crear programas carentes de productividad o de rendimiento económico, puede solucionar situaciones angustiosas a los receptores, pero no solucionan el verdadero problema. Las prestaciones no deberían ser humillantes, para tener a las personas esclavizadas y deformarles, su mentalidad de trabajar. 

Un pesimista suele ser, un optimista bien informado. Este artículo tómenlo como realista, ni pesimista ni optimista. Es posible que mi opinión esté sesgada, por una información deficiente, o por el resultado de una educación basada en virtudes y valores humanos, que me han modelado mi forma de pensar y actuar. 

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