Archivo de 6 de diciembre de 2012

Proteger y sentirse protegido en la familia

ESCUELA PARA PADRES

Proteger y sentirse protegido en la familia.

  • 17 Derechos que deben ser protegidos en la familia
  • 13 Conceptos para ser padres protectores de hijos que se sientan protegidos
  • Proteger y sentirse protegido en las personas mayores
  • Proteger y sentirse protegido en los padres
  • Proteger y sentirse protegido en los hijos

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Los padres tienen la obligación, no negociable, de proteger a todos los miembros de la familia, especialmente a la esposa y a los hijos. Ser protegido es un derecho, ni discutible, ni renunciable, de cada uno de los que forman la familia.

Es muy satisfactorio y gratificante tener la seguridad de que en los posibles momentos difíciles que se presenten, siempre se va a estar bien protegido por los hijos, y los hijos por los padres. Tener la certeza fehaciente que toda la familia está dispuesta a proteger a los demás miembros, bajo el lema “Uno para todos y todos para uno”, máxime en situaciones de indefensión externa.

La protección la deben realizar y en su caso imponer, los padres a los hijos y en muchos casos los hijos a los padres, aunque ambos no quieran ser protegidos o no sean conscientes de que deben ser protegidos. La protección en la familia es algo que no se puede abandonar ni regatear, pues algunos no tienen la capacidad de saber, incluso si la necesitan, al desconocer los peligros que están a su alrededor. Algunos hijos ignorantes no sienten tanto la necesidad de estar protegidos, pues creen que no necesitan nada de nadie y que ellos pueden con todo y contra todo.

La protección familiar debe ser perenne y hacerse como un amor sólido, no liquido pues se podría evaporar. Se hace en función de atender, entender, aceptar y respetar las diferencias de las personas que se aman. En la familia todos somos diferentes pero complementarios.

La protección en las personas mayores es uno de los principales conceptos en los que piensan las personas mayores, cuando miran hacia su presente y a su futuro. Piensan continuamente cómo podrán estar protegidos, de las cosas importantes para poder sobrevivir. Analizan su situación económica, sus enfermedades, el cariño de los hijos, nietos y familiares, la seguridad física contra los ladrones, los violentos, etc. Esta experiencia de la necesidad de estar protegidos, toca, incluso golpea brutalmente, la vida de los ancianos. Es el sentimiento profundo, de lo mucho que se necesita estar protegido en cada edad, principalmente, cuando empiezan las limitaciones físicas, mentales, emocionales, económicas y sociales.

Los padres se sienten protegidos, cuando saben y comprueban, que sus hijos están “al quite” de cualquier cosa que les pase o les pueda pasar. Esa sensación de protección, se refleja en los continuos hechos de vigilancia de las necesidades de los padres y las medidas de prevención, que toman los hijos, sobre todo, cuando saben que determinadas situaciones presentes o futuras, pueden alterar el buen funcionamiento de sus vidas. Tanto en temas de salud, como de economía, de relaciones sociales, de practicas religiosas, de entretenimiento, de calidad de vida, etc. Esta misma sensación de estar protegidos, salvando las distancias y características, es la que los hijos esperan que les ofrezcan sus padres, para que puedan desarrollarse.

Los padres, según van acumulando edad, van sintiendo más la imperiosa necesidad de estar protegidos, en todas las áreas, principalmente cuando prevén que van a llegar o ya han llegado, los momentos difíciles. Es cuando están esperando, esos gestos permanentes o acciones esporádicas, que les indican que están o van a estar protegidos por sus hijos. La protección no tiene que sentirse solamente proveniente de la familia, debe y tiene que ser sentida también, procedente de las estructuras políticas, económicas, sociales y religiosas.

La protección de los hijos: Los hijos, mientras viven en la casa de los padres, tiene la sensación de que están protegidos de los problemas exteriores, tanto de los que les pueden originar otros niños, como de los que les pueden originar personas mayores desaprensivas. En el fondo, tienen que saber que sus padres y el resto de la unidad familiar, se encargará de darles la protección necesaria, cuando la necesiten. Que no están solos, que están verdaderamente protegidos, frente a los extraños.

La protección de los que trabajan: La inestabilidad del puesto de trabajo, origina una angustia, al verse desprotegidos cara al futuro. Cuando no saben si el trabajo continuará o desaparecerá al día siguiente, hace imposible la estabilidad familiar, pues la mayoría de las veces, su salario es la única fuente económica que les protege, para poder enfrentarse a la vida en la sociedad.

La protección de las leyes y la policía a los ciudadanos: Todos los ciudadanos, quieren estar protegidos de los malhechores, por las leyes y por la policía. Si no existe esa protección, se convierte en una jungla, donde sólo puede vivir, el más fuerte y el más inmoral.

La protección de las naciones: Las naciones tienen que contar con los medios justos, legítimos y suficientes, para garantizar a sus ciudadanos la protección necesaria, contra las malas acciones de otras naciones. Sin protección nacional, unas naciones invadirían impunemente a las naciones más débiles o más indefensas. Las naciones se unen en bloque, para protegerse unas de las otras.

Proteger y ser protegido, es la realidad entre la esperanza y la desesperación. Las personas no somos productos químicos, no hay nadie que no necesite a otro, en la amistad y en la relación, pues dejaría de ser persona. Todos tenemos ganas de vivir bien protegidos contra las adversidades. En los momentos difíciles, es cuando mas necesitamos estar y sentirnos protegidos, acordándonos también de ver esos mismos momentos en el prójimo, para darles nuestra protección y solidaridad con palabras, gestos y hechos concretos.

17 Derechos innegociables que deben ser protegidos por la familia:

1.     El derecho a la alimentación.

2.     El derecho a la educación gratuita y obligatoria, en las primeras etapas.

3.     El derecho a la libertad de expresión y a compartir sus puntos de vista con otros.

4.     El derecho a la libertad de pensamiento, conciencia y actuación.

5.     El derecho a la libertad religiosa, política y social.

6.     El derecho a la protección contra la violencia, el descuido y el trato negligente.

7.     El derecho a la protección física.

8.     El derecho a la salud.

9.     El derecho a la vida, desde la concepción, hasta la muerte.

10. El derecho a la vivienda.

11. El derecho a no ser explotado económicamente.

12. El derecho a recibir justicia.

13. El derecho a tener trabajo  y a no ser explotado en él.

14. El derecho a tener un nombre y una nacionalidad.

15. El derecho a tener una familia digna.

16. El derecho a una vida digna.

17. El derecho al descanso, el esparcimiento, al juego, a la creatividad y a las actividades recreativas.

Cuando hay que tomar decisiones, relacionadas con la presente o futura protección familiar, se deben analizar en profundidad, todos los rincones y aristas de las decisiones importantes que pudieran ser irreversibles. Hay que percatarse mejor para poder valorar en su justa dimensión y con mayor profundidad, los beneficios que se tienen en la situación actual, en contra de unas posibles ganancias que se pudieran tener en función de las decisiones a tomar. Pues aunque aparenten mayores libertades personales, la mayoría de las veces, disminuyen el concepto tan necesario de la protección de la familia, o de cada uno de los componentes.

Cuánto más se analicen las situaciones presentes y futuras, en todas sus variantes y posibilidades, más se reafirmarán las decisiones. Las cosas en la realidad, no suelen ser tan maravillosas como se pintan desde fuera o con una anticipación, no bien calculada. Para sentirse bien protegido y para dar la correspondiente protección, a los que la necesitan, es muy práctico clasificar las decisiones por etapas, según lo que se quiera obtener o lo que se puede necesitar.

Los padres deben considerar que, a determinadas edades es muy difícil, incluso sopesando sus pros y sus contras, romper el cordón umbilical con la familia, los agregados y el entorno de protección y seguridad que ya tienen, si es que se tiene. La protección y la seguridad, son los ejes por donde se deben analizar, todas las decisiones. Salirse de la jaula de oro que supone la familia y los agregados, cada vez es más difícil y peligroso.

Los padres tiene que estar siempre, en periodo de reflexión y si es necesario, en un cambio constante hacia el análisis y mejoramiento de todos los conceptos, que componen la necesaria protección y seguridad, dada y recibida. No deben dejarse cautivar por los cantos de sirena, que algunas veces ellos mismos se hacen, para justificarse la toma de determinadas decisiones, poco analizadas.

Los padres sobreprotectores y superindulgentes, no crean las condiciones necesarias para el día de mañana que puedan proteger a los hijos y ser protegidos por ellos. Algunas veces, confunden la protección  de los hijos, con el darles todo lo que quieran y consentirles, cualquiera cosa que hagan, para que no les falte de nada y evitarles todos los disgustos, preocupaciones y molestias, creyendo que así les harán felices. Creen que protegerles, es evitar que realicen, hasta la más mínima colaboración en las tareas o quehaceres personales, o de la familia, incluso el permitirles no estudiar o no colaborar con sus hermanos y familiares, si no quieren hacerlo.

Proteger a los hijos también es impedirles hacer las cosas, que bajo todos los aspectos son innegociables o importantes para su desarrollo, buena educación, formación intelectual, religiosa y social y para su integridad física. Esta protección puede ser acordada, en función de la edad física y mental de los hijos y su nivel de desarrollo y responsabilidad. Dejando bien claro, lo que es y no es negociable, y cuándo y dónde situar los límites de la negociación. Los padres deben decidir lo que consideran importante y esencial para su desarrollo, y lo que no lo es. Tienen que definir y negociar sólo, lo que sea negociable y explicarlo muy claramente a los hijos.

Los padres tienen una responsabilidad y una autoridad, que no pueden perder ni delegar, lo que conlleva, proyectar la obligación de dar la sensación y  realidad de protección. No tienen que tener miedo a ejercer su autoridad, en beneficio de la protección familiar, para evitar las consecuencias de comportamientos sobreprotectores, superindulgentes o inconsecuentes. Al final, los mismos hijos, son los que echan de menos la protección de los padres, aunque algunas veces les parezca dura.

Los padres además de parecer protectores, tienen que serlo, pero sin perder la autoridad. Tiene que mantener la mejor comunicación posible, unida a una afectiva relación interpersonal. Hoy no se cuestionan los derechos y deberes de los padres y los de los hijos, pero esto no quiere decir, que las decisiones deban tomarse democrática, ni corporativamente. Lo que no es negociable, no se negocia. Hay padres a los que les da miedo, o no saben dónde y cómo, poner límites a los hijos, lo que supone que renuncia a su obligación de protegerlos. Se intenta por todos los medios, que los hijos no sufran, que no les falte nada, creyendo que así serán felices. Esto es una equivocación. Los hijos deben aprender a ganarse las cosas, trabajando legítimamente. Eso es protegerles en el presente, para que se puedan sentir, incluso autoprotegidos en el futuro.

Los padres no deben confundir a sus hijos, con un mal entendido exceso de protección, pues eso les puede confundir y hacer creer, que todo es fácil y sencillo. Darles todo hecho y solucionarles, cualquiera de sus problemas, les priva de aprender a defenderse en la vida, por lo que cada vez, estarán más desprotegidos. Es cierto que algunas veces, los padres con sus gritos, riñas y golpes, pierden la autoridad moral, que conlleva el hecho de proteger en la familia.

La protección familiar, no está reñida con la libertad. Es más, la libertad otorgada, con una red de seguridad, es lo que los hijos necesitan para aprender a volar, sintiéndose protegidos, mientras aprenden a tomar decisiones y a asumir las consecuencias de ellas.

Algunos padres tienen miedo o no saben como proteger a sus hijos, cuando éstos creen que tienen el derecho a hacer todo lo que quieren, incluso a tener la libertad, mal entendida, de no dejarse proteger. Sin tener en cuenta, que los padres tienen sobre ellos, unas responsabilidades religiosas, económicas, legales y sociales, que muchas veces al tener que responder personalmente, ante los hechos cometidos por los hijos, ponen de manifiesto, la poca o ninguna protección que les dieron, para que no cayeran en los problemas. Se educaron asilvestrados, enteros, maleducados, consentidos, intolerantes, etc. Suelen ser los hijos conflictivos, déspotas, violentos, exigentes y tiranos, incluso contra los otros componentes de la familia. El no dejarse proteger, suele costar a los padres mucho dinero y disgustos.

Los padres tienen que conocer muy bien las posibilidades, limitaciones y actitudes de los hijos, para saber si son capaces de responsabilizarse y aceptar el grado de protección que se les otorga, para que se sientan protegidos.

Proteger con garantía a los hijos, algunas veces hay que hacerlo, huyendo del peligro que tienen a su alrededor, por la dificultad de enfrentarse, ante fuerzas mucho más agresivas, que las limitaciones educativas que tienen los padres. Cambiar de escuela, barrio, o ciudad, es muchas veces la única forma de garantizar, la protección a los hijos. Con esos cambios, los hijos se sentirán protegidos de los embates y agresiones, que las pandillas y los narcotraficantes, les puedan hacer. Esa huida hacia adelante, no siempre soluciona todos los problemas de la protección, pero supone establecer una zanja insalvable, para los peligros que les llegan.

Los niños son los que más necesitan sentirse protegidos, para poder desarrollarse física y emocionalmente. La mejor protección que puede darse a los hijos, es educarles a practicar las virtudes y valores humanos, pues eso les servirá desde la juventud, hasta la vejez. Incluso se verán protegidos contra las acechanzas, con las que la sociedad quiera atacarles.

Los hijos a su manera, también tienen los mismos pensamientos sobre su preoteccion y hacen análisis de sus situaciones, pues junto a los ancianos, a los niños no nacidos todavía, a las mujeres, y a algunos enfermos graves, son los más vulnerables de la sociedad, pues tienen muy baja protección o ninguna.

Los hijos en cada etapa de su vida, sobre todo en la adolescencia, necesitan comprender, que a pesar de las posibles diferencias con sus padres, sobre la práctica en las virtudes y valores humanos, son y están protegidos, hasta el máximo, de lo que pueden sus padres.

Los hijos tienen que sentirse protegidos en todo momento, incluso en las comunicaciones y negociaciones para resolver los posibles conflictos con sus padres, aunque no les convenga o sea muy difícil aceptarlo. Principalmente cuando hablan sobre comportamientos y sus responsabilidades éticas, sobre el bien y el mal, la justicia, la honestidad, la verdad, el daño, las preferencias, los gustos, la convivencia, las actividades lúdicas, el dinero, el tiempo, el trabajo, las cualidades personales. etc.

Los hijos deben saber que los padres tienen muy claro, en su beneficio y por su seguridad, lo que consideran esencial, importante, relativo, negociable, innegociable y los limites para que las cosas, no se salgan de control y afecten a la salud física o mental de sus hijos, en función de su edad y responsabilidad.

13 Conceptos para ser padres protectores de hijos que se sientan protegidos:

1.     Aceptar a los hijos como son y no como les gustaría que fueran, no confundiendo los deseos, con las realidades. Considerando y respetando, que cada una de las diferentes personalidades, requieren diversas formas de protección. Nunca deben ser rechazadas, las buenas aptitudes de los hijos, aun que  sean frustrantes, con los planes soñados para ellos.

2.     Confirmarles que siempre, y en cualquier momento, pueden y deben contar con sus padres para comunicarse, interactuar, compartir, para establecer unas relaciones filiales de entendimiento y máxima confianza.

3.     Demostrar continuamente con hechos, lo mucho e incondicionalmente que se les quiere, incluso al hacerles respetar, las normas de convivencia familia.

4.     Educarles con el ejemplo, en la práctica de las virtudes y valores humanos, dentro y fuera de la familia.

5.     Enseñarles a proteger, valorar y respetar, con constancia y naturalidad, a todos los componentes de la familia y amigos, así como a todas sus posesiones y las de la familia: Ropas, juguetes, libros, comida, dinero, etc. Incluyendo las propiedades de la sociedad donde habita: Jardines, edificios, tiendas, etc.

6.     Enseñar con ejemplo, para que los hijos puedan comprender, asimilar e imitar, lo que tienen que hacer, y lo que no tienen que hacer.

7.     Fomentar y conservar siempre un buen y seguro clima familiar, libre en su presencia de discusiones violentas, tensiones, amenazas y disputas matrimoniales.

8.     Hacer ver a los hijos, que los padres siempre estarán incondicionalmente, dispuestos a protegerles, incluso cuando estén metidos en problemas, pero siempre que esa protección, conlleve un firme propósito y hechos suficientemente probados, para evitar la reincidencia.

9.     No perder la paciencia y reaccionar con agresividad, golpes, insultos o descalificaciones, pues los hijos se sentirán desprotegidos, indefensos y desamparados, la antítesis de la protección que necesitan. En los momentos difíciles, es cuando sienten si lo de protegerles y sentirse protegidos, es solamente de la boca para fuera o es una virtud y valor humano, que está por encima del posible carácter violento de los padres.

10. Ofrecer a los hijos alternativas de comportamiento, ante determinados actos negativos, que hayan realizados o que tengan tendencias a realizarlos, para que no los oculten en el futuro y vean, que la protección y educación de los padres, va más allá de los castigos y la represión.

11. Poner mucha atención y medir a las palabras que se dicen, cuándo, cómo y por qué se dicen, tanto las positivas como las negativas.

12. Promover la confianza y el dialogo, siempre con actitud abierta, conciliadora y educativa.

13. Reconocer y alabar las cosas bien hechas por los hijos, aumenta el derecho de los padres a llamarles la atención, cuando hacen las cosas mal y para su protección, tienen que prohibírselas.

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