Rutinas, costumbres y hábitos. Su influencia en la familia


ESCUELA PARA PADRES

Rutinas, costumbres y hábitos. Su influencia en la familia.

  • Las 10 frases más usadas por algunos padres para justificarse ante la mala educación que dan a los hijos:
  • Las 12 principales rutinas, costumbres y hábitos que deben fomentarse en:
  • 2 Ejemplos opuestos sobre las buenas y malas rutinas, costumbres, hábitos, que terminan en virtudes o vicios:
  • 13 Cosas que los hijos hacen debido a las rutinas, costumbres y hábitos adquiridos en la familia.
  • 23 Sentencias sobre la formación de buenas o malas rutinas, costumbres y hábitos:

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Las buenas costumbres, se convierten en bueno hábitos, luego en virtudes y valores humanos. Las malas costumbres, se convierten en malos hábitos, luego en vicios y adicciones tóxicas, o en un estado de agresividad o violencia continua.

Una buena rutina en las cosas importantes, suele producir una excelente costumbre, que se traduce en un buen hábito, que pasa a convertirse en una virtud. Esa cadena empieza con los abuelos, se afianza con los padres y se queda grabada, se incrusta en la mente de los nietos. La educación de los hijos, empieza con la de los abuelos.

Algunos padres no aceptan, bajo ningún concepto, que alguien les comente las malas costumbres que están inculcando a sus hijos, ni explicándoles, que esas malas costumbres, se convertirán en malos hábitos y posteriormente, en vicios y adicciones toxicas. Consideran que cualquier objeción que se les haga, sobre la forma de educar a sus hijos, es una intromisión inaceptable en la vida privada de su familia. Esos padres se enrocan como en el ajedrez y se cierran como las conchas, no queriendo oír nada de lo que les dicen, o en muchos casos, discutiendo agresivamente con el mensajero, para no escuchar el mensaje.

Las 10 frases más usadas por algunos padres, para justificarse ante la mala educación que dan a los hijos:

1.      Ahora la vida es así y lo que me dicen, era para otros tiempos. Hay que modernizarse y vivir con la realidad actual.

2.      De jóvenes que hagan lo que quieran, cuando sean mayores, la vida les enseñará.

3.      Aunque nos critiquen, les damos todo lo que nos piden, porque nosotros no lo tuvimos.

4.      Esos que aconsejan, no sabes nada de sicología ni pedagogía moderna.

5.      La práctica de las virtudes y valores humanos, son cosas antiguas que ya no se llevan. No sirven para triunfar, en esta competitiva vida.

6.      Los hijos necesitan vivir en el mundo actual, haciendo y teniendo lo mismo que sus amigos y vecinos.

7.      Mi mujer y yo, ya sabemos como educar a nuestros hijos.

8.      No “le damos todos los caprichos”. No vamos a pasarnos la vida llevándoles la contraria y enfrentándonos a sus peticiones. Menudo sufrimiento para ellos y para nosotros.

9.      No entienden a la juventud actual. Es totalmente diferente a la suya.

10.   No es que los hijos se salgan siempre con la suya, es que tenemos que permitirles que se expresen como quieran, para que afiancen su personalidad.

Los hijos no son responsables de la mala educación, que reciben de sus padres. Cuando se comportan mal, hacen imposible su convivencia con las personas mayores y otros niños. Casi siempre suele ser debido, a que sus padres les acostumbraron mal y esas malas enseñanzas, se convirtieron en hábitos de convivencia e insociabilidad. Posteriormente cuando esos hábitos se convierten en vicios y adicciones tóxicas, ya no hay remedio, o por lo menos es muy difícil llegar a eliminarlas. ¿Quién ha tenido la culpa? Los padres, por haber educado mal a los hijos, aunque quienes más lo sufren, son los niños.

La raíz de la responsabilidad educativa de los padres, está en aportar a los hijos los conocimientos necesarios, para que la rutina, la costumbre y los hábitos cotidianos, no sean aburridos, monótonos, ni pesados y puedan convertirse en virtudes y valores humanos. La irresponsabilidad de los padres empieza, cuando no quieren, no saben o no pueden influir a sus hijos, en que tengan buenas rutinas, costumbres y hábitos, permitiendo que los hijos, se asilvestren dentro de la sociedad. ¡Qué pena da ver a un niño o a un joven mal educado, por desidia de sus padres! Al final los que pierden y se lo pasan mal, son los dos.

Los estudiantes prosperan si tienen unas buenas rutinas, costumbres y hábitos de estudios. Los deportistas para poder competir y tener éxito, tienen que acostumbrarse a practicar todos los días su rutina, aunque no les guste, pues es la que les llevará al éxito. Los laboratorios y técnicos, no se pueden cansar de hacer ensayos y más ensayos, modificando los errores que se produzcan, hasta alcanzar los objetivos propuestos.

Los padres deben abstenerse de tomar las decisiones, que les corresponde tomarlas a los hijos, según su edad física y mental. Nunca deben darles, todo lo que necesitan y mucho menos, lo que quiere. Tienen que dejar una parte, para que los hijos hagan el esfuerzo de conseguirla. Deben enseñarles poco a poco y en función de sus edades, que se acostumbren a realizar su propio esfuerzo y a tomar sus decisiones, soportadas en la educación y los consejos recibidos de los padres. Los hijos tienen que aprender a distinguir, entre lo que quieren y lo que necesitan.

Enseñarles siempre, en relación con su edad física y mental y con la ayuda que precisen, a que rutinariamente se hagan cargo de sus cuerpos, mentes y pertenencias. Dándoles también la libertad, para que hagan sus propias elecciones, de lo que quieren ser, hacer y tener, dejándoles que asuman los riesgos que esto conlleva, pues los errores, son las mejores fuentes de aprendizaje.

Otros responsables en la educación de los hijos, como son  los maestros, consejeros, etc. se cansan de hablar con los padres, sobre las desviaciones educativas que están viendo en los niños, motivadas por seguir las costumbres, ya convertidas en hábitos de sus padres.

Hay hijos que se han acostumbrado a vivir demasiado bien y lo consideran, como una obligación de sus padres. Ya han convertido la costumbre, en hábito de recibir todo sin ningún esfuerzo. Es decir: Recibir y recibir, sin dar nada a cambio. No dar ni el buen comportamiento, que se espera de ellos. Incluso hay muy buenos hijos, que son como las vacas lecheras: Acostumbran a sus propietarios, a darles todos los días buena y abundante leche, pero de vez en cuando sueltan una coz y tiran el balde, que estaba lleno. Hay que volver a enseñarles, que eso no se puede, ni debe hacer.

Las 12 principales rutinas, costumbres y hábitos que deben fomentarse en:

1.      El acatamiento de las leyes de la naturaleza, la cual está a disposición de los hombres. Tenemos el derecho al uso, pero no al abuso.

2.      El ahorro financiero y no en el despilfarro.

3.      El cuidado de la salud propia y de la familia.

4.      El respeto a las personas mayores en edad, dignidad y gobierno.

5.      La comunicación, de la mejor manera posible, con sus familiares y amigos.

6.      La enseñanza y realización, de las prácticas religiosas.

7.      La forma de alimentarse, vestirse y comportarse.

8.      La forma de consumir lo que se necesita, no lo que se quiere.

9.      La organización de los trabajos, en la casa o fuera de ella.

10.   Las normas de educación familiar y social.

11.   Las relaciones con los otros familiares: Abuelos, padres, hermanos, primos, tíos, etc.

12.   Los sistemas, horarios y formas para estudiar.

Cuando los hijos ven, que los padres tienen la mala costumbre de no acordarse nunca de los abuelos, o de criticarles delante de ellos, es lógico que eso se convierta en un hábito, conducta o propensión a imitarlo, cuando sean mayores. De ahí viene el desarraigo de las familias, que muchas veces inconscientemente, fue sembrado en los hijos y luego pasado, de generación en generación.

Hay muchas familias apodadas “la familia 3 minutos” que debido a sus grandes ocupaciones, únicamente tienen semanal o mensualmente, 3 minutos entre todos para llamar a los abuelos. Eso los nietos lo ven, lo oyen y lo archivan en su mente, asumiendo que los abuelos, no son para llamarles y atenderles. Son algo que se tiene, para recibir regalos o felicitaciones y así poder presumir con otros niños, que por las razones que sea, no los tienen o los tienen múltiples, debido a los divorcios de sus padres.

Existen una serie de normas, que tienden a proteger a los más débiles en la familia, que son los hijos. Esas normas de cuidado y apoyo, van desde protegerles de sus mismos padres, si tuvieran intereses contrapuestos en las costumbres, hábitos, la práctica y enseñanza de las virtudes y valores humanos, hasta el cuidado de su salud y la formación religiosa, escolar y social.

2 Ejemplos opuestos sobre las buenas y malas rutinas, costumbres, hábitos, que terminan en virtudes o vicios.

  1. Inculcarle la virtud de la Fe, desde que son niños muy pequeños, acostumbrándoles a que rutinariamente recen, aunque no entiendan muy bien lo que hacen: Cuando se levantan de la cama, cuando salen de la casa, al empezar a comer, al dormirse, etc. Esa rutina, a medida que vayan comprendiendo lo que es rezar, se convertirá poco a poco en costumbre, posteriormente en un hábito y finalmente en la práctica de la virtud de la Fe. Esto se ha producido, por la repetición de los hechos y por el ejemplo contagioso de los padres.
  2. Los vicios de fumar, beber u otros, pueden ser adquiridos y consolidados por contagio de los padres, si desde pequeños rutinariamente, lo ven hacer a los padres, lo considerarán una costumbre familiar, que les inducirá a hacerlo, a medida que van siendo mayores, creándoles el habito y convirtiéndolo en un vicio, tóxico para ellos y para los que les rodean.

La familia es el lugar privilegiado para vivir, celebrar, aprender y transmitir la Fe, La familia nace, se constituye y se sostiene de la Fe. Sin la Fe, la familia queda reducida, a su mínima expresión y expuesta, a los embates culturales y a las problemáticas personales de sus miembros. La Fe refuerza la familia y la inmuniza, ante los ataques de la sociedad laicista. Los padres no tienen que enseñar a sus hijos una Fe lejana y aburrida, siempre con tintes pesimistas, hay que proponerles creativamente la opción de la Fe católica, o la que en la familia se practique, educarlos dentro de ella, pero dejándoles unas buenas costumbres, convertidas en hábitos, para que cuando sean mayores, sepan lo que quieren practicar.

Los padres deben ser muy equilibrados, es decir, ni permisivos, ni dictadores, sino el punto medio, sabiendo distinguir cuándo y cómo actuar, de la mejor forma posible, ya que en la familia se producen todos los aspectos y dimensiones del amor humano: El amor matrimonial, el filial, el fraternal, el familiar, la amistad, etc. Todos ellos reflejados, hacia dentro y hacia afuera, impulsados por las rutinas, costumbres y hábitos.

Está demostrado, en todos los aspectos de la vida, el enorme poder de los hábitos, el de los buenos y el de los malos. Seleccionarlos, entenderlos, corregirlos, adoptarlos y convertirlos en virtudes o en vicios, producirá el resultado de que la conciencia de los hijos esté bien o mal formada. De ahí la responsabilidad irrenunciable de los padres, para dar a sus hijos una buena formación, en todas las áreas de la educación.

Los padres tienen que enseñar a sus hijos, a desenmascarar la práctica de las malas rutinas, que se les estén convirtiendo en costumbre, hábitos y vicios, para que se den cuenta del camino que llevan, pues pudieran afianzarse y después, serles muy difícil el romper con el pasado, mejorar el presente y el futuro. Los hábitos dan forma a las vidas y cada persona, le da diferente forma a los hábitos. Muchas veces es un proceso de artesanía, el querer reconocer las facetas ocultas, de lo que se está haciendo mal, lo que no se quiere hacer para corregirlo y las soluciones constructivas que hay, para salirse de cada situación.

Más del 50% de las elecciones o acciones diarias de las personas, son hábitos producidos por las costumbres y por las rutinas heredadas de los padres. No son la consecuencia de decisiones meditadas. Aunque les suponga un gran esfuerzo a los hijos, los padres tienen que enseñarles a cambiar las malas rutinas, costumbres y habitos, que hayan podido aprender fuera o dentro de la familia. Si se quietan ese lastre, podran edificar sobre su propia existencia, una mejor vida al mejorar la salud, el conocimiento, la felicidad y el comportamiento con los demás. Aunque es muy dificil cambiar los defectos adquiridos y consolidados, la mejor solucion es insertar una nueva rutina en la vida diaria, personal, familiar y social, que los vaya eliminando de acuerdo con las fuerzas, intenciones y voluntad de cada uno.

13 Cosas que los hijos hacen debido a las rutinas, costumbres y hábitos adquiridos en la familia.

1.      Si un hijo vive acostumbrado a recibir críticas, aprenderá a murmurar.

2.      Si un hijo vive avergonzado, aprenderá a sentirse humillado.

3.      Si un hijo vive compadecido, aprenderá a tener lástima de si mismo.

4.      Si un hijo vive con celos, aprenderá a ser envidioso.

5.      Si un hijo vive con elogios por sus buenas acciones, aprenderá a apreciar lo bien hecho.

6.      Si un hijo vive con hostilidad, aprenderá a ser violento.

7.      Si un hijo vive con la costumbre de compartir, aprenderá a ser generoso.

8.      Si un hijo vive con temor, aprenderá a ser un cobarde.

9.      Si un hijo vive con tolerancia, aprenderá a ser condescendiente.

10.   Si un hijo vive con una familia armónica, aprenderá a tener confianza.

11.   Si un hijo vive en una familia bien educada, aprenderá a perfeccionarse.

12.   Si un hijo vive ridiculizado, aprenderá a ser tímido.

13.   Si un hijo vive rodeado de mentiras, aprenderá a ser falso.

Muchos padres dicen que darían o harían, cualquier cosa para evitar que sus hijos se descarriaran, pero no modifican ninguna de sus malas rutinas, costumbres, ni hábitos. Deberían saber que, si siguen haciendo lo que están haciendo, el resultado será el que están teniendo. Creen que otros van a solucionarles, la forma de educar a los hijos. Esos otros, normalmente se encargan de desviar a los hijos, de cualquier contacto familiar que tengan, para arrastrarlos hacia situaciones irreversibles, donde les prometen “el oro y el moro”, pero son infiernos en la tierra, donde se entra muy fácilmente, pero es casi imposible salir. 

Los padres tienen que enseñar a sus hijos a que aprendan a ver, donde otros no ven nada, para que sepan distinguir las cosas buenas y las malas. Si los padres no ven claro, ni nada importante el inculcar a los hijos la rutina, la costumbre y los hábitos, en la práctica de las virtudes y valores humanos, perderán el tren, del provecho personal, familiar y social y pasarán a engrosar las filas de los fracasados.

Los padres deben reconsiderar su comportamiento, si en alguna ocasión les llaman la atención otras personas, con ascendencia moral. Muchas veces son los únicos que se atreven a tomar el riesgo de hablar, sobre las malas costumbres que están contagiando y arraigando en sus hijos. Aunque también se cansan, de repetir los mismos comentarios y de ver que las cosas no cambian nada, y que lo único que originan, es tener que sufrir las malas caras, que provocan con las advertencias sobre el incierto futuro, que están creando a sus hijos. Máxime cuando éstos, están entre dos culturas generacionales o sociales, perfectamente definidas, una que ha triunfado y otra que ha fracaso estrepitosamente.

La sociedad en general, se está convirtiendo en el imperio de los adolescentes, no de los menores. Porque los menores son inocentes y buscan la justicia, los adultos somos malvados y buscamos la clemencia, para nuestros voluntarias culpas. Los adolescentes no son ni inocentes, ni malvados. Algunos suelen ser unos aprovechados de los padres y de la sociedad, al exigir que el resto de la familia y de la sociedad, enmiende los resultados de sus malos comportamientos y les permita vivir irresponsablemente.

Los padres deben establecer rutinas desde que los hijos son muy pequeños, pues suponen una inversión para toda la vida, si consiguen convertirlas en costumbres y posteriormente en hábitos, ya que los hábitos son acciones, que a base de repetirlas, se convierten en una forma de vida.

Es muy importante crear nuevas rutinas, que posteriormente se conviertan en buenos hábitos, pero con metas realistas. Las buenas intenciones, pueden venirse abajo ante una organización demasiado exigente. No es aconsejable crear o alterar rutinas, de la noche a la mañana. Es preferible poner en marcha dos o tres pequeños cambios, y esperar a que estén integrados, para pasar a los siguientes. Pero hay que hacerlo compartiéndolo con los hijos y la familia en su totalidad. Los hijos aprenden mejor lo que ve, que lo que escuchan.

23 Sentencias sobre la formación de buenas o malas rutinas, costumbres y hábitos:  

1.      Afianzar las buenas costumbres, ayuda mucho para la práctica de las virtudes, de la disciplina, de la voluntad y del respeto.

2.      Al final somos el resultado de las decisiones, tomadas en beneficio o perjuicio personal.

3.      Algunos piensa, que las costumbres de los demás son ridículas, no las suyas.

4.      Con la costumbre, casi se forma otra naturaleza personal.

5.      El cuerpo, la mente y el espíritu, tienen que ser continuamente, bien cuidados y alimentados.

6.      El hábito, si no se le afronta, al poco tiempo se vuelve una necesidad.

7.      El saber, el esfuerzo, la excelencia, el mérito y la autoridad y ejemplo de los padres, son valores muy difíciles de sustituir.

8.      En las negaciones importantes, para saber decir “no”, primero hay que convertirlo en costumbre, después en hábito y posteriormente en virtud.

9.      Es necesaria una buena motivación y firmeza, para conseguir los objetivos propuestos, y que estos sean muy concretos y bien pensados.

10.   Hay que convertir lo extraordinario en ordinario, para que sea una virtud.

11.   Hay que educar a los hijos, para que no les castiguen cuando sean adultos.

12.   Hay que formar los hábitos de pensar, cómo aprender a pensar y cómo aprender, a desaprender.

13.   Hay una cierta adicción a huir hacia adelante, sin mirar hacia dónde se va, ni las consecuencias que conlleva.

14.   La ambición, junto al Ego, no deja ver claramente de dónde se viene y dónde se va.

15.   La costumbre es la mejor de los sirvientes o la peor de las maestras.

16.   La educación integral, con sus buenas costumbres y hábitos, ya es una virtud por si sola, para el presente y el futuro de los hijos.

17.   La igualdad en la ignorancia, roza la perfección en algunos.

18.   Las acciones concretas, que se realizan repetidamente como rutina, se convierten en costumbres, luego en hábitos y posteriormente en virtudes y valores humanos.

19.   Las costumbres y los hábitos, influyen positiva o negativamente, en la forma de comportarse en la sociedad y en el éxito o fracaso de la vida.

20.   Las diminutas cadenas de los buenos o malos hábitos, son generalmente demasiado pequeñas, para sentirlas, hasta que llegan a ser demasiado fuertes, para romperlas.

21.   Las palabras convencen, pero el ejemplo arrastra.

22.   Los padres deben enseñar a que los hijos practiquen lo que crean, que es lo mejor para ellos, soportándolo en sus buenas costumbres y hábitos.

23.   Mantener las buenas costumbres no es fácil. Solamente las adquiridas a través de la rutina, tienen muchas probabilidades de mantenerse.

En el interior de la familia, es donde se aprende a sentir los conceptos de pertenencia, seguridad y singularidad, lo contrario sería la ineficacia, la ineficiencia y la inefectividad de los padres. De esas experiencias fundamentales, brota la identidad, que tiene que estar soportada por las rutinas, costumbres y los hábitos, de cuya calidad depende la madurez, la salud mental y la formación en las virtudes y valores humanos. En definitiva, la felicidad o la desesperación, presente y futura.

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Los objetivos de esta escuela virtual son: Educar a los padres para que con su ejemplo y conocimientos de las virtudes y valores humanos puedan educar a sus hijos. Enseñar como educar a los hijos. Que los padres aprendan a vivir un armonioso, fecundo y largo matrimonio. Tender un puente entre la educación familiar y la Fe.

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