Padres, enseñen a los hijos a controlar sus impulsos irreflexivos


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Padres, enseñen a los hijos a controlar sus impulsos irreflexivos

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El impulso es una reacción ejecutada de manera súbita, sin reflexión, ni cautela, motivada por la impresión del momento, que lleva a comportarse de una manera determinada, para el bien o para el mal. Los impulsos pueden convertirse en problemas, si no se tiene autocontrol. El control de los impulsos es un mecanismo, que permite hacer una pausa y analizar el comportamiento y sus consecuencias. Las técnicas para el control de los impulsos, son los ejercicios de costumbres y hábitos de las virtudes y valores humanos, que ayudan a inhibir las tendencias de malos comportamientos.

Los impulsos dependen de la irreflexión o de la precipitación, sobre lo que se debe hacer, originando algunas veces intensas emociones, que desencadenan impulsos, los cuales casi siempre terminan en comportamientos negativos. Hay muchos analfabetos emocionales, que no han aprendido a manejar sus sentimientos, percepciones, pensamientos, voluntades o intereses y se dejan llevar por sus impulsos.

Los buenos impulsos, también pueden ser muy positivos, cuando se trata de acciones hacia la sociedad, como: Ayudar en casos de accidentes, solucionar un problema puntual de necesidad en el prójimo. Muchas veces no hay tiempo que perder, hay que tomar una acción inmediata y sin reflexionar. El éxito dependerá de la buena formación que se tenga, para que en fracciones de segundo, poder realizar algo necesario, que no permite tener ninguna demora, pero que la mente ya tenía programado, por ser una costumbre convertida en habito y posteriormente en virtud.

Los que tengan las mentes mejor organizadas y una buena formación moral, educativa, emocional y humana, siempre tendrán impulsos con las aristas ya limadas, por lo cual serán más efectivos y prácticos. Así los impulsos no serán irracionales, si no que estarán sometidos y guiados, por los buenos sentimientos y emociones aprendidas. Es muy importante fomentar y consolidar la sensibilidad, para que posteriormente los buenos impulsos sentimentales, se hagan automáticamente al salir del corazón.

Cuando los hijos se acostumbran a vivir con impulsos irreflexivos, entran en una espiral de violencia, en que una maldad sucede a la otra, como si estuvieran encadenadas. Casi siempre la siguiente es peor. Los hijos podrán auto justificar sus impulsos, pero nunca criticar a los padres que les han llamado la atención por su mal comportamiento.   

Los pusilánimes nunca tienen impulsos. Nada les mueve su corazón, han amordazado sus sentimientos o los han atrofiado, para que no les salgan a flote ni les hagan moverse.

A nadie le gusta que le corrijan cuando ha hecho algo malo, motivado por un impulso irreflexivo. Pero hay que aceptar que si quien nos corrige, lo hace por nuestro bien, entonces podemos llegar a entender que vale la pena el dolor sentido por la corrección, ya que así se podrá evitar en otras ocasiones, esos impulsos impetuosos que sólo llevan a meterse en problemas.

Hacer todo impulsivamente no debe convertirse en una costumbre, ya que eso supone una falta de serenidad y control de la mente. Los impulsos deben dejarse para cosas muy especiales, principalmente cosas buenas, que la misma razón, bien educada, nos lleve a solucionarlo inmediatamente. La formación del carácter es una parte muy importante, para poder controlar los impulsos y no dejarse llevar por ellos.

Tenemos el derecho a que nadie obre impulsivamente contra nosotros y también la obligación, de no obrar compulsivamente contra otros. Hay derechos y deberes en la familia y en la
sociedad, que por realización u omisión, podemos ser aplaudidos, sancionados, animados, convencidos y premiados, pero sobre todo, que nadie pueda decir que hace las cosas por impulsos y sin reflexión.

Los malos impulsos son los que empujan a realizar acciones incorrectas o frenan las buenas, debido casi siempre a la falta de dominio del carácter, motivado por la mala educación recibida. Por impulsos, no se deben hacer las cosas, o dejarlas de hacer según. El impulso que produce la ira, la venganza, el odio, la cobardía, etc., puede terminar en peleas o crímenes u otras graves decisiones, tomadas bajo los síntomas de la vehemencia.

La decisión de solicitud de divorcio tomada por impulso, debida a que no hubo una reflexión imprescindible o necesaria, siempre conlleva arrepentimientos tardíos y una gran amargura posterior.

Atreverse a empezar un programa de quitarse el vicio de ser impulsivo, es la mejor medicina para curar ese defecto. Lograrlo es un triunfo de nuestras habilidades de serenidad, motivación, decisión, autocontrol, disciplina, contención, orden, esfuerzo, madurez, entereza, valentía, confianza, seguridad, etc.  Hay que pensarlo bien y programarlo, sabiendo que al hacerlo, es posible que se empiece una fuerte lucha contra nuestro carácter, pero vale la pena intentarlo.

Los padres a través del ejemplo y de la formación de las virtudes y valores humanos, pueden desarrollar la práctica de determinados impulsos positivos como:

  • El impulso de ternura que se produce hacia los niños. Es imposible ver la dulzura, delicadeza, ingenuidad, indefensión y sentido de la dependencia de un niño, para no sentir el impulso innato y natural de quererle, ayudarle, protegerle, educarle y mimarle.
  • El impulso de amor, de adhesión y de caridad que producen las desgracias ajenas.
  • El impulso contagioso y deseo de imitación de las obras buenas y hacia quienes las hacen.
  • El impulso conmovedor, franco, lleno de humanidad y empatía. hacia las personas que necesitan ser comprendidas y escuchadas.
  • El impulso de cariño hacia las personas queridas: Cónyuge, hijos, abuelos familiares y amigos íntimos.

Es muy peligroso ser impulsivo en los negocios, inversiones u otras decisiones económicas, pues ese arrebato hecho a ciegas y precipitadamente. puede costar mucho dinero y disgustos irreversibles. Enseguida se nota a los que hacen negocios dejándose llevar por impulsos, y los que los hacen reflexionando lo que están haciendo. Solamente los que tienen una mente muy formada, pueden tomar decisiones rápidas, que son muy diferentes a decisiones impulsivas.

Es necesario practicar continuamente la virtud y valor humano del esfuerzo, pensando en los demás, pues permite tomar los impulsos fuertemente y así poder seguir teniendo nuevos retos, lo que cada vez supondrá acciones mucho más valientes, originando la obtención de mayores satisfacciones.

Los impulsos incontrolados suelen provenir de problemas de autoestima y de la incapacidad de regular, las propias emociones, casi siempre al tener que esperar, para satisfacer sus necesidades o caprichos. Los impulsos pueden producir por su arrebato: Choques innecesarios, coacciones graves, crímenes pasionales, crueldades desmedidas, durezas extremas, enfados injustificados, estridencias dolorosas, fanatismos irreversibles, fuerzas desmedidas, furia incontrolable, impulsos agresivos, ira ciega, rabia endémica, rudeza salvaje, etc.

El impulso motivado por la envidia, conlleva un sentimiento de enfado, debido a que otra persona posee o disfruta de algo deseable, e induce a quitárselo o estropeárselo, para que no lo tenga o no pueda usar.

Los hijos que son impulsivos, agresivos, impacientes, transgresores, manipuladores, difíciles y problemáticos, aunque sean todavía pequeños, hay veces que no responden, ni a los premios, ni a los castigos de los padres, pues estos han perdido el control de la educación y de la convivencia. Estos hijos ya no saben decir que no, ni a lo que ellos mismos han prometido, solamente saben seguir sus impulsos o caprichos inmediatos.

Los padres tienen que enseñar a sus hijos a controlar sus impulsos y a pensar de antemano, y con suficiente profundidad, todas las consecuencias desfavorables que le pudieran suceder, en caso de obrar impulsivamente. Pero esto no puede inculcarse en los hijos, si previamente no se les ha imbuido con el ejemplo, la práctica de las virtudes y valores humanos.

Algunos hijos no saben decir que no a sus propios impulsos, mucho menos a sus promesas. Esos impulsos irreprimibles sobre sus adicciones o vicios, se convierten en adhesiones malévolas, muchas veces inconscientes de sus consecuencias y del deseo de evitarlo, intentando no dejarse llevar por el impulso de la inmediata satisfacción.

Los buenos impulsos no deben estar soportados solamente, por las emociones, por la simpatía, por no contradecir, y por seguir sus impulsos o caprichos inmediatos. Tienen que estar soportados por la práctica de las virtudes y valores humanos. Estos son algunos de los que se deben conocer y practicar, para poder realizar buenos impulsos y prevenir y eliminar los malos:

Agradecimiento. Ahorro. Amor. Disciplina. Carácter. Caridad. Castidad. Coherencia. Compasión. Compromiso. Conciencia. Conducta. Confianza. Conocimiento. Constancia. Control. Decencia. Decisión. Desprendimiento. Discreción. Ecuanimidad. Educación. Ejemplo. Esfuerzo. Ética. Fidelidad. Formación. Fortaleza. Fraternidad. Generosidad. Gratitud. Habito. Heroísmo. Honestidad. Honor. Honradez. Humildad. Integridad. Justicia. Lealtad. Liderazgo. Madurez. Misericordia. Moral. Mortificación. Obediencia. Objeción de conciencia. Orden. Paciencia.. Pensar. Perdón. Perseverancia. Prójimo. Prudencia. Pudor. Puntualidad. Razón. Rectitud. Reflexión. Respeto. Responsabilidad. Sabiduría. Sacrificio. Salud. Seriedad. Servicio. Solidaridad. Temor. Templanza. Ternura. Tolerancia. Valor. Vergüenza. Voluntad, etc.

Los padres tienen que enseñar a sus hijos a frenar los impulsos, sobre las cuestiones perjudiciales que no deberían hacer. Si aprenden bien a frenarlos, no tendrán que arrepentirse de las cosas malas hechas impulsivamente. Muchas veces se entabla una lucha entre los deseos y las acciones, entre la capacidad de resistir el impulso de lo inmediato, y el deseo de contenerse. Educarlos bien supone ganar o perder, contra las consecuencias que conllevan los malos impulsos.

Los padres tienen que enseñar a sus hijos a ser generosos y caritativos, pero que no lo hagan solamente por impulsos. Tienen que formarles primero, en la costumbre, para que luego se convierta en hábito y posteriormente en la virtud de la generosidad. Sin esperar a hacerlo cuando sea motivado por la familia, los amigos o la sociedad, a través de los medios de comunicación.

Los padres tienen que enseñar a sus hijos, a que eviten tomar decisiones basadas en los impulsos, pues posteriormente podrían tener que sufrir el riesgo y las consecuencias, de lo que han hecho por impulsos irreflexivos. Así se acostumbrarán a pensar, antes de hacer o no hacer las cosas.

Evitar ser impulsivo requiere un gran esfuerzo, pues algunas veces hay que emplear enérgicamente la voluntad, la fuerza física y la resistencia mental, para vencer las dificultades cuando se presenten, en una lucha entre los deseos y las necesidades, entre la capacidad de resistir el impulso de lo inmediato y el deseo de contenerse.

La reflexión perseverante, es el soporte indispensable para evitar los malos impulsos, máxime cuando hay una costumbre o inercia, a dejarse llevar por el egoísmo de lo que cada uno quiere hacer, sin importarle los resultados finales. Hay que pasar del impulso irracional, a los dictados de la inteligencia.

Impulsos que deben controlarse:

  • Los impulsos de interrumpir a los interlocutores, en lugar de escucharles con atención, antes de precipitarse con nuestras opiniones.
  • Los impulsos sexuales inmorales, previos o posteriores al matrimonio, como profundo valor educativo.
  • Los impulsos que conllevan al consumo de drogas, al exceso de alimentación con glotonería o gula, al exceso de trabajo injustificado, a las tentaciones caprichosas o perversas, a las acciones en contra de la práctica de las virtudes y valores humanos, al contravenir las leyes naturales o judiciales, al deseo incontrolado de querer siempre más, etc.
  • Los impulsos que se realizan cuando caen las barreras morales, por enamoramiento y la excesiva confianza en otra persona, hace que se puedan tomar acciones perjudiciales irreversibles.
  • Los impulsos que llevan a caer en el concepto de las prisas constantes, la competencia desleal, la inseguridad mental y física, etc.

Los malos impulsos suelen ocurrir principalmente, cuando existe la ansiedad incontrolada, y no se cuidan las relaciones personales, que instan u obligan a tomar decisiones repentinamente, en este mundo actual, rápido, convulso, brusco, arisco y atemorizante, que está muy falto de sosiego y tiempo de espera. Incluso cuando provienen de la familia, la sociedad o los indebidamente llamados amigos.

Los padres tienen que enseñar a sus hijos, que lo opuesto a los malos impulsos, es la debida reflexión. Indicándoles que antes de actuar impulsiva o precipitadamente, intenten contar como mínimo, hasta tres, para que les dé tiempo a reflexionar, si lo que van a hacer es lo más conveniente y no tiene otras alternativas mejores. También a que tienen que acostumbrarse a protegerse mentalmente, con sutiles barreras para evitar los daños externos.

Para controlar los malos impulsos, es imprescindible disminuir el ritmo, cuando todo va demasiado deprisa. No es cierto que en estos tiempos de multifinalidad y rapidez, seamos más útiles y eficientes, si hacemos las cosas impulsivamente. No se trata de cerrar los ojos a la realidad y hacer todo despacio y reflexionando demasiado, cuando lo que hay que hacer es crear un ambiente amable, en el cual sea posible tocar el corazón de los seres humanos, para mejorar la calidad de la vida. La virtud está en el término medio, entre los impulsos, la reflexión, la imaginación y la formación humana.

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