1 ¿Se han perdido los valores? 2 ¿Se enseñan los valores? 3 ¿Cómo se puede hacer para educar moralmente? 4 ¿Cuáles serían los valores de una nueva moral, adecuada a los tiempos? 5 ¿Cuales son los valores morales? 6 ¿Cuales son las herramientas que tiene el hombre para manejar sus valores? 7 ¿Cuales son las siete virtudes del ser humano?
En la Escuela para Padres tenemos mucho interés en que los padres obtengan una buena formación para que la puedan transmitir a sus hijos. Por eso insistimos en que unos hijos con padres educados en valores y virtudes, tendrán una buena niñez, juventud y posteriormente cuando lleguen a adultos, podrán también transmitir esos valores a sus hijos. Si no hay formación no puede haber educación. Los padres son los primeros y obligados educadores. No hay disculpas: Ni por ignorancia voluntaria, ni por voluntad ignorante. Podemos ser víctimas del silencio de nuestros padres y responsables de la ignorancia de nuestros hijos.
1 ¿Se han perdido los valores? No, es posible que algunos se hayan perdido, otros se han modificado para adaptarse a los tiempos actuales, y valores han nacido a la vista de la forma actual de vivir. La moral no son normas talladas en piedra, los valores son entidades vivas, en constante transformación. Los valores nacen, se desarrollan, viven y mueren, y al morir dejan el lugar a valores nuevos, como los árboles y sus semillas de . Algunos valores incluso han evolucionado, los valores son recursos de las comunidades que le buscan la vuelta a su situación vital, no órdenes emanadas de la nada. Es necesario dejar de pensar el tema de los valores en blanco y negro, como si se tratara siempre de una oposición estricta entre el bien y el mal. Tenemos que ver entre los matices de cada valor para ponernos a la altura de las situaciones reales de la sociedad.
Primer ejemplo: Un padre, antes, aspiraba a ser respetado por sus hijos. Cuando el padre hablaba el hijo debía callar. El valor se llamaba «respeto». Hoy en día los padres buscamos más bien ser queridos por nuestros hijos. Cuando hablamos queremos que se nos responda, no pretendemos silencio por parte de nuestros hijos, queremos dialogar. El valor respeto ha sido suplantado por el valor amor, intimidad, comunicación. Éste es un cambio muy propio de nuestra época. ¿Se perdió el respeto? No, evolucionó, se regeneró en valores más completos, que lo incluyen, pero que también lo superan. Si alguien lamenta la pérdida del respeto está manifestando su incapacidad para adaptarse a la situación real de esta época, donde el valor del respeto es más pleno y más valioso.
Segundo ejemplo: Antes regía el valor sacrificio. Alguien podía decir, dando prueba de entereza: cuando me casé ya sabía que no iba a ser feliz, pero permanecí treinta años junto a ella porque había dado mi palabra, no busco mi placer, soy persona de palabra y sé hacer sacrificios. Era bueno ofrecer la propia vida en aras de un logro superior, era valioso padecer la vida y soportar ese padecimiento, era valioso morir por una causa. Hoy nadie quiere perder su vida, nadie quiere morir por la patria (lo cual permite que no nos matemos tan fácilmente), ni adecuar su vida a exigencias que la condenen. Hoy pedimos valores por los que vivir, no valores por los que morir. Esto es bueno, es un buen cambio, pero tiene un efecto secundario en el que tenemos que pensar. Este nuevo planteamiento nos impide hacer las paces con la noción del esfuerzo.
Cuando era bueno morir por los valores, el sentido del esfuerzo estaba ligado con el sacrificio: había que sacrificarse. Hoy no queremos sacrificarnos, ¿cómo hacemos entonces para hacer esfuerzos? Entendiendo que el esfuerzo no es una expresión del deber, sino del querer. No hay que hacer un esfuerzo para dejarse de lado, hay que hacer un esfuerzo para asumirse y dar la batalla por la vida que uno quiere llevar. La vida plena que buscamos pide esfuerzos, esfuerzos que no nos van a matar, sino esfuerzos que nos van a hacer vivir más plenamente. Para esto tenemos que educar, y educarnos, para ser capaces de aceptar los obstáculos que naturalmente están en el camino de nuestros deseos.
2 ¿Se enseñan los valores? Sólo de manera indirecta. Sabemos por experiencia que no se logra hacer de alguien una buena persona diciéndole trescientas millones de veces que es bueno ser bueno y que es importante portarse bien y que ser buena persona es necesario. No se logra formar por mera exposición de razones, esos métodos han sido probados y sabemos que no conducen al resultado deseado. Además, esa imagen del bien que hace que concibamos que ser buena persona es ser prolijo y formal es una imagen vacía, propia del imaginario de otra época, y hoy tenemos que aprender a generar una sociedad plena a través de una imagen del bien más verosímil. ¿Qué es ser buena persona hoy? ¿Sirve la imagen de la bondad? ¿No habrá otros valores más precisos, más útiles, más importantes y efectivos a la hora de formar las actitudes de los alumnos en todos los niveles educativos? ¿Podremos superar la promoción de imágenes inconsistentes de la virtud, lograr conectar con virtudes más adecuadas a nuestra necesidad actual, más enteras, más realistas, más útiles?
3 ¿Cómo se puede hacer para educar moralmente? Hay que captar y reproducir los valores propios de nuestra época, ésos que llevamos en nosotros pero que nos cuesta pensar. El pensamiento atrasa, no tiene palabra para decir el sentido actual, proyecta sobre el presente sombras del pasado al servirse de una gama de conceptos que ya no aplican. Se forma personas buenas si se les ayuda a desplegar su sensibilidad y su deseo, no si se las intenta someter a una inadecuada noción del deber. Una educación moral hoy pide que formemos protagonistas, pasó el tiempo de la modosidad. La excitación está en el aire, gracias a los medios de comunicación y a la libertad cada vez mayor de expresión y a la libertad de nuestras costumbres. El conocimiento está suelto, anda por ahí, ya no habita las instituciones educativas, cuesta hacerlo entrar allí. Educar para el bien es hoy educar para el deseo. Si algo hay que decir del aire de nuestra época es que está cargado de posibilidades y de libertad, y la alta conflictividad que por momentos nos asusta es testimonio de estas transformaciones. Tenemos que habituarnos a entender e intervenir en el mundo, antes de dejar que se disparen en nosotros los automatismos de la crítica y el temor frente a cada cosa. Mirar a los ojos el mundo actual es ser capaces de sintonizar con su enorme dosis de fuerza, de comprender hasta qué punto impera hoy, como siempre, un movimiento de desborde y exuberancia propios del fenómeno de la vida.
Si una persona es apoyada en el despliegue de su querer formará en sí misma una sensibilidad vital, amorosa, abierta. Si es educada en el intento de hacerla caber en el molde de un deber inverosímil empezará a albergar resentimiento, desazón, desinterés. Hay que enseñar a las personas a que sean capaces de ayudarse a sí mismas, a transformarse en protagonistas de sus vidas, a asumir la aventura de ser una persona que quiere crecer y quiere vivir bien: ese, es un objetivo valiosísimo. Y es a la vez, como dijimos, un aporte social imprescindible. La sociedad no mejora neutralizando a los individuos sino potenciándolos: darles alas a las personas no es despreocuparse por el bien social sino exactamente lo contrario. Queremos una sociedad llena de individuos plenos y capaces, no un universo existencialista de pasividad y esclavizado agradecimiento.
4 ¿Cuáles serían los valores de una nueva moral, adecuada a los tiempos? Estamos un poco atascados en el uso de valores que nos parecen importantes pero a la vez traban nuestra acción. Son valores que hablan de otro tiempo, aplicables a otro tipo de problemas, a otro tipo de personas, ineficaces para las situaciones que debemos enfrentar hoy. Al intentar aplicarlos es como si habláramos en un idioma que no dice nada. Tenemos que reconocer y aclarar esos otros valores que nos ayudarían en cambio a crecer.
La serie convencional conformada por los valores de la decencia, el respeto, la seriedad, la planificación, el sacrificio y la racionalidad, deja paso a la serie conformada por los valores del entusiasmo, la innovación, la intimidad, la comunicación, la organizació, la autenticidad, la espontaneidad, la distensión y el bienestar. El rigor deja paso a la aventura, ¿cómo pensar este cambio?
Hablar de moral no es buscar hacernos los buenos, es necesario entender que el tema de los valores sirve para localizar o inventar criterios o categorías que puedan funcionar como recursos para desarrollar los proyectos que queremos desarrollar. De lo que se trata es de decir qué queremos. Ése es el punto moral. Animarse a querer, formular un objetivo o un deseo, implica también ver los matices de nuestra realidad y armar una situación de vida.
Si tiene algún comentario, escriba a francisco@micumbre.com