Queridos Cumbreros:
Hace unos días me encontré en el museo Meadows de la SMU de Dallas con uno de mis cumbreros que como ha debido de heredar, está intentando lustrarse (diferente a ilustrarse) un poco para no desentonar en las reuniones de la alta sociedad a las que cree que le van a invitar.
Estábamos viendo los cuadros y salió al aire esta anécdota que os voy a contar. Para otro correo tengo otra anécdota que va al hilo con ésta:
Me contó un buen amigo mío (no el Cumbrero) que se dedica a hacer marcos de alto valor para cuadros, también es un buen marchante en pintura antigua, tasador oficial, copista y catedrático de arte en una renombrada universidad.
A este amigo le encargó un señor multimillonario de que le localizara un buen marco para un cuadro que acababa de comprar en Suiza. Quería que el marco fuera muy bueno para el lienzo que había comprado por varios millones de dólares. El marco podía ser antiguo y restaurado o nuevo, pero tenia que tener marquetería de plata y oro pues así lo exigía el lienzo.
Cuando mi amigo le dio el enorme presupuesto para el marco, el multimillonario ni se inmutó e inmediatamente dio instrucciones para que hiciera los arreglos con una empresa de traslado de obras de arte para recibir el mencionado cuadro.
Cuando por fin le entregaron el cuadro a mi amigo, este lo examino perfectamente y en base a sus cincuenta años de experiencia en el negocio y los estudios pertinentes, llamó al propietario y le dijo que el cuadro que le había entregado era una copia del original.
El dueño le dijo que eso era su opinión, que la respetaba, pero que siguiera adelante con el encargo de enmarcarlo.
Posteriormente hicieron alguna amistad, totalmente imprescindible para otros encargos que estaban a punto de llegar y al final le confesó el propietario que efectivamente el lienzo era la copia de un original que no sabia ni donde estaba, pues la compañía que le había vendido esa copia como si fuera buena se dedicaba precisamente a ese negocio.
Decía la compañía que vendía cuadros originales y enviaba una copia. Esa copia obtenía todos los permisos de importación, pagaba los impuestos de aduanas y llegaba al propietario que la enmarcaba y la lucia en sus casa como verdadera. La diferencia entre el precio de la copia y la transferencia pagada por el supuesto original, menos una suculenta comisión de la empresa vendedora iba a parar a la cuenta secreta en un paraíso fiscal. del que había comprado la copia. De esta forma el dinero salía legalmente del país.
Esto funciona por que en ningún país hacen tasaciones periciales de las importaciones de obras de arte que pagan los aranceles que corresponden.
No creáis que os estoy animando a hacer negocios ilegales, solamente os cuento una anécdota que he vivido de cerca.
Un abrazo.